Recientes estudios confirman esta tesis y refutan aquella según la cual el crecimiento económico no trae consigo una mayor felicidad o bienestar.
Se rehabilita así la tesis del ex campeón colombiano de boxeo Kid Pambelé que en un momento exitoso de su carrera señaló: “Es preferible ser rico que pobre.”
Según lo reporta el columnista del Daily Telegraph Allister Heath, las últimas investigaciones muestran de manera contundente que entre mas elevado el PIB per cápita y el poder adquisitivo de los salarios mayor la felicidad y el bienestar de la población. De manera que están equivocados los que sostienen que la riqueza material, después de cierto nivel mínimo, no incide mayormente en la felicidad.
Fue a partir de los años setenta que se puso de moda la llamada paradoja de Easterlin según la cual la felicidad a nivel nacional no aumentaba con la riqueza, una vez que las necesidades básicas estaban satisfechas. Esta contra intuitiva paradoja recibió su nombre por Richard Easterlin, el economista que la formuló en una investigación de 1974 (“Does Economic Growth Improve the Human Lot? Some Empirical Evidence”). Desde entonces se multiplicaron los escépticos sobre las virtudes del crecimiento económico como el objetivo mas importante de las políticas públicas.
Pues bien, una de las principales refutaciones a la paradoja de Easterlin fue una investigación de 2010 realizada por Daniel W. Sacks, Betsey Stevenson y Justin Wolfers (“Subjective Well-Being, Income, Economic Development and Growth”). Allí se hace una comparación entre países en la que se demuestra que los ciudadanos mas ricos reportan un mayor bienestar que los mas pobres no solamente en un punto en el tiempo sino a largo del tiempo; que las poblaciones de los países mas ricos son mas felices que la de países pobres; y que el crecimiento del PIB aumenta el bienestar. Y como si fuera poco, esta investigación contradice la idea de que existe un nivel máximo de riqueza después del cual los mayores ingresos no inciden positivamente en un mayor bienestar. En otras palabras, entre mas riqueza mejor, sin que haya límite superior.
Estos resultados han sido ratificados por otra investigación de 2012 realizada por Ruut Veenhoven y Floris Vergunst (“The Easterlin Illusion: Economic Growth Does Go with Greater Happiness”). Esta investigación utiliza información de 67 países y 199 series de tiempo que van de 10 a 40 años. El análisis revela claramente que existe una correlación positiva entre crecimiento del PIB y aumento de la felicidad en los diferentes países. No solamente el aumento de la felicidad ha ido de la mano con el incremento del PIB en cada uno de los países, sino que además el aumento de la felicidad ha sido mayor en aquellos países donde la economía ha crecido mas.
Una tercera investigación de 2012 realizada por Jan Delhey y Christian Kroll (“A ‘Happiness test’ for the New Measures of National Well-Being: How Much Better than GDP are they?”) y que emplea datos de 34 países de la OECD establece claramente que los nuevos indicadores de calidad de vida elaborados para complementar o reemplazar al PIB en la medición de felicidad y bienestar simplemente han fallado en superarlo. Es decir, el PIB es un indicador casi sin rivales en este campo.
Los resultados de estas investigaciones son un duro golpe para quienes creen que el crecimiento económico no interesa mayormente desde el punto de vista de felicidad o bienestar y que promueven políticas que lo frenan o reducen. Muchos de estos personajes son de un nivel de ingreso alto y juegan con la idea de que para el resto de la humanidad poca importancia tienen las mayores oportunidades y los aumentos en los ingresos que proporcionan las economías prósperas y en expansión.
Uno de los promotores de los mitos de que el crecimiento económico no es importante es una ONG llamada New Economic Foundation y que publica el Happy Planet Index. El nombre de este indicador es una farsa puesto que no tiene que ver con la forma como la gente valora o interpreta la felicidad (solo se entiende que le hayan puesto este nombre al indicador como herramienta de mercadeo mediático). Básicamente lo que él mide es la relación entre algunos signos indirectos de bienestar como la expectativa de vida (numerador) y la sostenibilidad ecológica de los recursos que se utilizan para alcanzarlos (denominador). Aunque el numerador, una supuesta calidad de vida, no sea especialmente alta, si el denominador es muy bajo entonces el país queda catalogado como uno de los mas “felices” del mundo.
Los países mas felices según este indicador son por lo general pequeños y con economías relativamente “limpias” desde el punto de vista ecológico. Es el caso, por ejemplo, del país que queda en primer lugar, Costa Rica, cuya economía para sostener 4.7 millones de habitantes (menos habitantes que una ciudad grande de un país grande) se apoya en actividades como el turismo y la tecnología de información, que son industrias sin chimenea.
Ahora bien, no se puede desconocer que Costa Rica disfruta de una calidad de vida superior al de otros países de América Latina. La felicidad de su pequeña población es superior al de otras poblaciones latinoamericanas. Pero la explicación no está en que su economía sea ecológicamente sostenible sino básicamente en que su PIB per cápita es mas elevado que el de varios países de la región. De seguro si los costarricenses adoptaran políticas mas agresivas de crecimiento económico sus niveles de felicidad se distanciarían aun mas de sus vecinos mas rezagados.
Es tan exótico el Happy Planet Index que un país económicamente miserable como Cuba queda muchísimo mas alto en esta particular escala de “felicidad” que un país como Estados Unidos. La razón es simple: Cuba es un país pequeño que en medio de la pobreza económica que lo azota no tiene actividades contaminantes. Por lo tanto, el denominador del índice es muy bajo. Sin embargo, los cubanos cada vez que pueden emigran de su “feliz” paraíso, y lo hacen no a otros “felices” paraísos de América Latina, sino al “infeliz” país que según este indicador es Estados Unidos.
Y así existen otros indicadores de “felicidad” que se asemejan al Happy Planet Index y que no son mas que una bufonada cuyas definiciones de “felicidad” se ajustan a los gustos snob de quienes los diseñan y no a los criterios de la gran mayoría de los habitantes del planeta. Estos últimos aspiran ante todo a mejoras permanentes y continuas en sus niveles materiales de vida y tienen su mira puesta en países o regiones con un PIB per cápita mas alto.
De hecho, las grandes corrientes migratorias, cuando no por guerras, siempre lo han sido de países mas pobres hacia países mas ricos. La gente no es idiota como para creerse el cuento de que se puede ser mas feliz o disfrutar de un mayor bienestar en los entornos mas pobres, o sea aquellos donde el PIB per cápita es mas bajo, o donde escasean las oportunidades de superación económica, es decir donde el PIB decrece o está estancado.
Según lo reporta el columnista del Daily Telegraph Allister Heath, las últimas investigaciones muestran de manera contundente que entre mas elevado el PIB per cápita y el poder adquisitivo de los salarios mayor la felicidad y el bienestar de la población. De manera que están equivocados los que sostienen que la riqueza material, después de cierto nivel mínimo, no incide mayormente en la felicidad.
Fue a partir de los años setenta que se puso de moda la llamada paradoja de Easterlin según la cual la felicidad a nivel nacional no aumentaba con la riqueza, una vez que las necesidades básicas estaban satisfechas. Esta contra intuitiva paradoja recibió su nombre por Richard Easterlin, el economista que la formuló en una investigación de 1974 (“Does Economic Growth Improve the Human Lot? Some Empirical Evidence”). Desde entonces se multiplicaron los escépticos sobre las virtudes del crecimiento económico como el objetivo mas importante de las políticas públicas.
Pues bien, una de las principales refutaciones a la paradoja de Easterlin fue una investigación de 2010 realizada por Daniel W. Sacks, Betsey Stevenson y Justin Wolfers (“Subjective Well-Being, Income, Economic Development and Growth”). Allí se hace una comparación entre países en la que se demuestra que los ciudadanos mas ricos reportan un mayor bienestar que los mas pobres no solamente en un punto en el tiempo sino a largo del tiempo; que las poblaciones de los países mas ricos son mas felices que la de países pobres; y que el crecimiento del PIB aumenta el bienestar. Y como si fuera poco, esta investigación contradice la idea de que existe un nivel máximo de riqueza después del cual los mayores ingresos no inciden positivamente en un mayor bienestar. En otras palabras, entre mas riqueza mejor, sin que haya límite superior.
Estos resultados han sido ratificados por otra investigación de 2012 realizada por Ruut Veenhoven y Floris Vergunst (“The Easterlin Illusion: Economic Growth Does Go with Greater Happiness”). Esta investigación utiliza información de 67 países y 199 series de tiempo que van de 10 a 40 años. El análisis revela claramente que existe una correlación positiva entre crecimiento del PIB y aumento de la felicidad en los diferentes países. No solamente el aumento de la felicidad ha ido de la mano con el incremento del PIB en cada uno de los países, sino que además el aumento de la felicidad ha sido mayor en aquellos países donde la economía ha crecido mas.
Una tercera investigación de 2012 realizada por Jan Delhey y Christian Kroll (“A ‘Happiness test’ for the New Measures of National Well-Being: How Much Better than GDP are they?”) y que emplea datos de 34 países de la OECD establece claramente que los nuevos indicadores de calidad de vida elaborados para complementar o reemplazar al PIB en la medición de felicidad y bienestar simplemente han fallado en superarlo. Es decir, el PIB es un indicador casi sin rivales en este campo.
Los resultados de estas investigaciones son un duro golpe para quienes creen que el crecimiento económico no interesa mayormente desde el punto de vista de felicidad o bienestar y que promueven políticas que lo frenan o reducen. Muchos de estos personajes son de un nivel de ingreso alto y juegan con la idea de que para el resto de la humanidad poca importancia tienen las mayores oportunidades y los aumentos en los ingresos que proporcionan las economías prósperas y en expansión.
Uno de los promotores de los mitos de que el crecimiento económico no es importante es una ONG llamada New Economic Foundation y que publica el Happy Planet Index. El nombre de este indicador es una farsa puesto que no tiene que ver con la forma como la gente valora o interpreta la felicidad (solo se entiende que le hayan puesto este nombre al indicador como herramienta de mercadeo mediático). Básicamente lo que él mide es la relación entre algunos signos indirectos de bienestar como la expectativa de vida (numerador) y la sostenibilidad ecológica de los recursos que se utilizan para alcanzarlos (denominador). Aunque el numerador, una supuesta calidad de vida, no sea especialmente alta, si el denominador es muy bajo entonces el país queda catalogado como uno de los mas “felices” del mundo.
Los países mas felices según este indicador son por lo general pequeños y con economías relativamente “limpias” desde el punto de vista ecológico. Es el caso, por ejemplo, del país que queda en primer lugar, Costa Rica, cuya economía para sostener 4.7 millones de habitantes (menos habitantes que una ciudad grande de un país grande) se apoya en actividades como el turismo y la tecnología de información, que son industrias sin chimenea.
Ahora bien, no se puede desconocer que Costa Rica disfruta de una calidad de vida superior al de otros países de América Latina. La felicidad de su pequeña población es superior al de otras poblaciones latinoamericanas. Pero la explicación no está en que su economía sea ecológicamente sostenible sino básicamente en que su PIB per cápita es mas elevado que el de varios países de la región. De seguro si los costarricenses adoptaran políticas mas agresivas de crecimiento económico sus niveles de felicidad se distanciarían aun mas de sus vecinos mas rezagados.
Es tan exótico el Happy Planet Index que un país económicamente miserable como Cuba queda muchísimo mas alto en esta particular escala de “felicidad” que un país como Estados Unidos. La razón es simple: Cuba es un país pequeño que en medio de la pobreza económica que lo azota no tiene actividades contaminantes. Por lo tanto, el denominador del índice es muy bajo. Sin embargo, los cubanos cada vez que pueden emigran de su “feliz” paraíso, y lo hacen no a otros “felices” paraísos de América Latina, sino al “infeliz” país que según este indicador es Estados Unidos.
Y así existen otros indicadores de “felicidad” que se asemejan al Happy Planet Index y que no son mas que una bufonada cuyas definiciones de “felicidad” se ajustan a los gustos snob de quienes los diseñan y no a los criterios de la gran mayoría de los habitantes del planeta. Estos últimos aspiran ante todo a mejoras permanentes y continuas en sus niveles materiales de vida y tienen su mira puesta en países o regiones con un PIB per cápita mas alto.
De hecho, las grandes corrientes migratorias, cuando no por guerras, siempre lo han sido de países mas pobres hacia países mas ricos. La gente no es idiota como para creerse el cuento de que se puede ser mas feliz o disfrutar de un mayor bienestar en los entornos mas pobres, o sea aquellos donde el PIB per cápita es mas bajo, o donde escasean las oportunidades de superación económica, es decir donde el PIB decrece o está estancado.