Los últimos datos sobre el clima del planeta muestran que lo que se está viviendo últimamente no es un calentamiento sino un enfriamiento global.
En una columna de Jeff Jacoby en el Boston Globe se hace una compilación de hechos recientes. Estados Unidos esta padeciendo uno de los inviernos más fuertes de las últimas décadas. Canadá tuvo una navidad blanca (por la nieve) en sus 25 provincias, una situación que no se había presentado en 37 años. En Europa, el invierno paralizó a los trenes en la Riviera Francesa y a los chimpancés del zoológico de Roma les tuvieron que dar té caliente para hacerles más llevadero el frío. La información satelital mostró completamente congelados a los grandes lagos Erie, Superior y Hurón. Y en Washington D.C., el día que se iba a realizar una manifestación masiva contra el calentamiento global, cayó la mayor nevada no solamente de la temporada sino de la década.
Jacoby destaca, además, como el National Snow and Ice Data Center tuvo que reconocer que, debido al mal funcionamiento de un sensor satelital, subestimó el tamaño de la capa de hielo en el Ártico en 193.000 millas cuadradas, un área del tamaño de España. Por otro lado, un nuevo estudio de Kyle Swanson y Anastasios Tsonis, investigadores de Wisconsin University, llegó a la conclusión que el actual enfriamiento global “es como no lo habíamos visto desde 1950”. Y la verdad es que las temperaturas globales no han excedido el récord de calentamiento observado en 1998, no obstante todo el dióxido de carbono que la humanidad bombeó a la atmósfera desde ese entonces.
Si bien no se pueden formular teorías definitivas sobre estos hechos y sobre el enfriamiento global reciente, lo cierto es que se les ha puesto poca atención. Y la razón parece simple. El tema del calentamiento global fue apropiado por partidos de la izquierda como elemento central en sus plataformas programáticas. De ahí fue recogido, con su característica superficialidad, por personajes de la farándula y de los medios de comunicación. Al poco tiempo se regó como pólvora entre la infinidad de pelmazos y bombetas que existen en el planeta (aquellos que opinan con suficiencia sobre temas que desconocen). Y se sabe lo difícil que es revertir una idea una vez que se ha instalado en la mente de quienes la adoptan como verdad revelada.
Como si se tratara de una secta de fanáticos religiosos, los promotores de la lucha contra el calentamiento global se tapan ojos y oídos frente a cualquier evidencia que no compagina con sus teorías. El dogmatismo de la secta es su principal mecanismo de defensa para mantener el interés del resto de la humanidad en su causa. Sin el alarmismo que los caracteriza y el miedo que transmiten sobre la inminente catástrofe, no obtendrían la cuantiosa financiación que reciben.
Jacoby destaca, además, como el National Snow and Ice Data Center tuvo que reconocer que, debido al mal funcionamiento de un sensor satelital, subestimó el tamaño de la capa de hielo en el Ártico en 193.000 millas cuadradas, un área del tamaño de España. Por otro lado, un nuevo estudio de Kyle Swanson y Anastasios Tsonis, investigadores de Wisconsin University, llegó a la conclusión que el actual enfriamiento global “es como no lo habíamos visto desde 1950”. Y la verdad es que las temperaturas globales no han excedido el récord de calentamiento observado en 1998, no obstante todo el dióxido de carbono que la humanidad bombeó a la atmósfera desde ese entonces.
Si bien no se pueden formular teorías definitivas sobre estos hechos y sobre el enfriamiento global reciente, lo cierto es que se les ha puesto poca atención. Y la razón parece simple. El tema del calentamiento global fue apropiado por partidos de la izquierda como elemento central en sus plataformas programáticas. De ahí fue recogido, con su característica superficialidad, por personajes de la farándula y de los medios de comunicación. Al poco tiempo se regó como pólvora entre la infinidad de pelmazos y bombetas que existen en el planeta (aquellos que opinan con suficiencia sobre temas que desconocen). Y se sabe lo difícil que es revertir una idea una vez que se ha instalado en la mente de quienes la adoptan como verdad revelada.
Como si se tratara de una secta de fanáticos religiosos, los promotores de la lucha contra el calentamiento global se tapan ojos y oídos frente a cualquier evidencia que no compagina con sus teorías. El dogmatismo de la secta es su principal mecanismo de defensa para mantener el interés del resto de la humanidad en su causa. Sin el alarmismo que los caracteriza y el miedo que transmiten sobre la inminente catástrofe, no obtendrían la cuantiosa financiación que reciben.