El evento ilustra lo patético que son los políticos a la hora de tomar medidas que van en contravía de su adicción a aumentar el gasto público.
La reducción del gasto del gobierno federal de Estados Unidos fue acordada en 2011 cuando se aprobó la ampliación del cupo de la deuda. El recorte entró automáticamente en operación dado que Obama y el Congreso no se pusieron de acuerdo en un esquema sustituto. Según Obama y sus funcionarios este recorte será “profundamente destructivo para la seguridad nacional, las inversiones domésticas, y las funciones principales del Gobierno”.
¡Wow! El fin del mundo ni mas ni menos. Según la administración Obama el recorte incidirá negativamente en la capacidad militar del país para defenderse, limitará las defensas para hacer frente a los huracanes, comprometerá la seguridad alimentaria, llevará a la propagación del E. coli, minará la seguridad de los aeropuertos, y traerá la hambruna a los ciudadanos de la tercera edad.
Y ni para que mencionar otros perjuicios que han sido señalados por los burócratas del gobierno federal y que para cualquier desprevenido observador es como si se tratara de un mensaje final previo a un suicidio colectivo.
Pero bueno, ¿cuál es la magnitud del recorte? ¿El 20% del presupuesto? El 10% del presupuesto? ¿El 5% del presupuesto? Nada de eso. Se trata de un recorte equivalente al 1% del presupuesto. De cada dólar a gastar, un centavito. Y eso después de que durante cuatro años Obama no hizo sino aumentar el gasto del gobierno federal consistentemente por encima del crecimiento nominal del PIB.
Pero para Obama el bienestar de su país pende de ese centavito. Es mas, parecería tan importante el centavito que hay quienes han insinuado que se puede quedar con él, pero entregando a cambio lo que le queda para completar el dólar.
En total son unos US$44,000 millones de un presupuesto que ronda los US$4.000.000 millones. Naturalmente semejante pequeñísimo recorte no le hace mella al inmenso déficit fiscal que tiene en ascuas a Estados Unidos y que se acerca a los US$1.200.000 millones anuales.
Ya quisieran muchos mandatarios europeos verse obligados a recortar tan solo una centésima parte de lo que gastan. Pero para Obama el gasto público lo es todo. Más allá no hay vida posible. Un centavito menos por cada dólar de un inflado e ineficiente gasto público hace la diferencia entre un país boyante y dichoso y un país empobrecido y miserable. ¡Vaya telenovela política!
¡Wow! El fin del mundo ni mas ni menos. Según la administración Obama el recorte incidirá negativamente en la capacidad militar del país para defenderse, limitará las defensas para hacer frente a los huracanes, comprometerá la seguridad alimentaria, llevará a la propagación del E. coli, minará la seguridad de los aeropuertos, y traerá la hambruna a los ciudadanos de la tercera edad.
Y ni para que mencionar otros perjuicios que han sido señalados por los burócratas del gobierno federal y que para cualquier desprevenido observador es como si se tratara de un mensaje final previo a un suicidio colectivo.
Pero bueno, ¿cuál es la magnitud del recorte? ¿El 20% del presupuesto? El 10% del presupuesto? ¿El 5% del presupuesto? Nada de eso. Se trata de un recorte equivalente al 1% del presupuesto. De cada dólar a gastar, un centavito. Y eso después de que durante cuatro años Obama no hizo sino aumentar el gasto del gobierno federal consistentemente por encima del crecimiento nominal del PIB.
Pero para Obama el bienestar de su país pende de ese centavito. Es mas, parecería tan importante el centavito que hay quienes han insinuado que se puede quedar con él, pero entregando a cambio lo que le queda para completar el dólar.
En total son unos US$44,000 millones de un presupuesto que ronda los US$4.000.000 millones. Naturalmente semejante pequeñísimo recorte no le hace mella al inmenso déficit fiscal que tiene en ascuas a Estados Unidos y que se acerca a los US$1.200.000 millones anuales.
Ya quisieran muchos mandatarios europeos verse obligados a recortar tan solo una centésima parte de lo que gastan. Pero para Obama el gasto público lo es todo. Más allá no hay vida posible. Un centavito menos por cada dólar de un inflado e ineficiente gasto público hace la diferencia entre un país boyante y dichoso y un país empobrecido y miserable. ¡Vaya telenovela política!