Mas de 6 años de atraso y un costo de casi ocho veces lo inicialmente presupuestado ilustran los problemas con este tipo de proyectos en países como los latinoamericanos.
Si en Colombia causó estupor el caso de la Refinería de Cartagena (Reficar), un proyecto que costó el doble de los US$4.000 millones inicialmente presupuestados y cuya entrada en operación se retrasó algo mas de 2 años, lo sucedido con la refinería Abreu e Lima supera cualquier expectativa negativa con respecto a lo que le puede ocurrir a un proyecto de esta naturaleza.
Es mas, viendo este caso se podría decir que Colombia salió bien librada con su refinería. Como regla general, en países de ingresos per cápita medios o bajos, las empresas estatales (y las privadas también pero en menor proporción), se “vuelven un ocho” con proyectos de la envergadura y complejidad de unas grandes refinerías, tal como son los aquí referidos.
Son muchos los imponderables detrás de proyectos de esta magnitud. Por ejemplo, en el caso de Reficar una fuerte ola invernal en 2011 ocasionó costosos retrasos, al igual que una huelga que estuvo acompañada de actos de sabotaje. Pero también está el problema de la corrupción en las subcontrataciones que son muchas. Accidentes en la ejecución y errores en la presupuestación se suman a la cadena de imprevistos.
La refinería de Abreu e Lima estaba supuesta a costar menos que Reficar. Inicialmente se habló de US$2.500 millones. PDVSA de Venezuela iba a contribuir con el 40% de la inversión, pero bien pronto de iniciadas las obras en 2005 desistió de hacerlo. La escogencia de su sitio por parte del gobierno de Lula da Silva fue un decisión de carácter netamente política: en el nordeste de Brasil, muy lejos de donde está localizada toda la infraestructura petrolera.
Al igual que en el caso de Reficar las huelgas y el mal tiempo no se hicieron esperar. Pero a diferencia de Reficar, según investigaciones preliminares de la justica brasilera, se conformó un inmenso cartel de sobrefacturación con raíces extendidas hasta los mas altos ejecutivos de Petrobras y de las empresas constructoras, funcionarios del gobierno central brasilero, y políticos regionales y locales a todos lo niveles.
Un proyecto de US$2.500 millones se convirtió en una gran piñata de US$18.500 millones y todavía las obras no se han completado. Curioso que después de casos como este la gente se pregunte acerca de por qué un país como Brasil, rico en tierras y recursos naturales, no se ha convertido en uno de los mas desarrollados del planeta.
Dentro de Brasil muchos le echan la culpa a factores exógenos, al “imperialismo” y a otras necedades por el estilo. Pero son los propios brasileros los grandes causante de sus atrasos y pobrezas. Son ellos los que tienen que mirarse al espejo y no buscar en lejanos horizontes que nada que ver. No hay disculpas que valgan en casos como el de la refinería Abreu e Lima.
Uno mas de tantos ejemplos sobre lo que es el subdesarrollo: no la escasez de recursos en si misma, sino primordialmente su despilfarro e ineficiente utilización.
Es mas, viendo este caso se podría decir que Colombia salió bien librada con su refinería. Como regla general, en países de ingresos per cápita medios o bajos, las empresas estatales (y las privadas también pero en menor proporción), se “vuelven un ocho” con proyectos de la envergadura y complejidad de unas grandes refinerías, tal como son los aquí referidos.
Son muchos los imponderables detrás de proyectos de esta magnitud. Por ejemplo, en el caso de Reficar una fuerte ola invernal en 2011 ocasionó costosos retrasos, al igual que una huelga que estuvo acompañada de actos de sabotaje. Pero también está el problema de la corrupción en las subcontrataciones que son muchas. Accidentes en la ejecución y errores en la presupuestación se suman a la cadena de imprevistos.
La refinería de Abreu e Lima estaba supuesta a costar menos que Reficar. Inicialmente se habló de US$2.500 millones. PDVSA de Venezuela iba a contribuir con el 40% de la inversión, pero bien pronto de iniciadas las obras en 2005 desistió de hacerlo. La escogencia de su sitio por parte del gobierno de Lula da Silva fue un decisión de carácter netamente política: en el nordeste de Brasil, muy lejos de donde está localizada toda la infraestructura petrolera.
Al igual que en el caso de Reficar las huelgas y el mal tiempo no se hicieron esperar. Pero a diferencia de Reficar, según investigaciones preliminares de la justica brasilera, se conformó un inmenso cartel de sobrefacturación con raíces extendidas hasta los mas altos ejecutivos de Petrobras y de las empresas constructoras, funcionarios del gobierno central brasilero, y políticos regionales y locales a todos lo niveles.
Un proyecto de US$2.500 millones se convirtió en una gran piñata de US$18.500 millones y todavía las obras no se han completado. Curioso que después de casos como este la gente se pregunte acerca de por qué un país como Brasil, rico en tierras y recursos naturales, no se ha convertido en uno de los mas desarrollados del planeta.
Dentro de Brasil muchos le echan la culpa a factores exógenos, al “imperialismo” y a otras necedades por el estilo. Pero son los propios brasileros los grandes causante de sus atrasos y pobrezas. Son ellos los que tienen que mirarse al espejo y no buscar en lejanos horizontes que nada que ver. No hay disculpas que valgan en casos como el de la refinería Abreu e Lima.
Uno mas de tantos ejemplos sobre lo que es el subdesarrollo: no la escasez de recursos en si misma, sino primordialmente su despilfarro e ineficiente utilización.