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Las políticas monetarias y fiscales irresponsables de la Reserva Federal y de la Administración Obama están causando una fuerte desvalorización del dólar.
 
La moneda de Estados Unidos se está desplomando frente a todas las demás del planeta. En relación con diversas canastas de monedas, el descenso ha sido superior al 13% desde comienzos de marzo. Los inversionistas simplemente no están creyendo en el dólar luego de que la Reserva Federal redujera sus tasas prácticamente a cero y que el gobierno federal anunciara que su déficit fiscal se aproximará a la increíble cifra de 12% del PIB.

Estados Unidos pretende salir de su recesión con una inmensa emisión de dólares. El primer resultado es la pérdida de valor del dólar. Es decir, los poseedores de dólares, o de títulos nominativos en dólares, o quienes ganan en dólares, perderán valor adquisitivo en proporción a esa desvalorización. Es una inflación disfrazada, que inicialmente puede no reflejarse mayormente en el índice de precios de Estados Unidos. Los nacionales de ese país perderán progresivamente capacidad de compra de bienes y servicios provenientes del resto del mundo y más adelante, pasará lo mismo con los producidos en su país. Los inversionistas le huirán al dólar, como ya lo están haciendo, y se refugiarán en productos básicos y en otras monedas. También, por lo menos inicialmente, especularán con el precio de las acciones en la Bolsa de New York y obviamente, en otras bolsas.

La emisión masiva de dólares traerá la ilusión de una reactivación económica. Pero será ante todo una ilusión. La razón es que el estímulo inflacionario va en contravía del aumento en el ahorro que requiere la economía de Estados Unidos para salir de su actual encrucijada y, por otro lado, impedirá que las empresas no viables (o solo viables en un entorno inflacionario) desaparezcan para ser reemplazadas por otras cuyas bases o fundamentos son más sólidos.

De hecho, la administración Obama, no solamente está impidiendo un necesario proceso de renovación productiva al alimentar la inflación y depreciar el dólar, sino que además está haciendo hasta lo imposible para mantener con respiración artificial, mediante aportes del presupuesto federal, emprendimientos que claramente han fracasado. ¿Cuánto dinero adicional habrá que inyectarle a General Motors, Chrysler o a entidades financieras que actualmente están en situación crítica, para evitar su colapso definitivo?

Como si lo anterior fuera poco, la administración Obama quiere aumentar los impuestos para asignarle mayores subsidios a los grupos más improductivos del país y adicionalmente, imponerle a las empresas más y costosos requerimientos en materia ambiental.

¿Hasta dónde llegará la depreciación del dólar? Los europeos señalan que con un dólar superior a 1.40 por euro, como ya lo está, no hay la menor posibilidad de una reactivación económica allí. Pero lo cierto es que nadie va a querer invertir en dólares sino por corto tiempo. Es una moneda manejada con los mismos criterios que acostumbran a aplicar los países emergentes más irresponsables.

El exceso de dólares propiciará toda clase de olas especulativas. Por ejemplo, no es de extrañar que el precio de ciertos productos básicos como el petróleo alcancen nuevamente niveles similares a los del primer semestre de 2008. O que algunas monedas de países sin problemas de balanza de pagos lleguen a apreciaciones nunca antes vistas frente al desprestigiado dólar. Incluso alguna de esas olas hará subir el valor del dólar para luego dejarlo descolgar. Con el exceso de liquidez que se proyecta, harán fiesta los especuladores internacionales, sin importar las regulaciones que en ese momento estén vigentes.

La historia final de este cuento es conocida y se asemeja a la de los años setenta. Una economía tipo zombie en Estados Unidos y Europa caracterizada por un estancamiento con inflación (en otras palabras, estanflación). Y en el resto del mundo una recuperación inicialmente más fuerte que la de Estados Unidos y Europa, pero finalmente basada en flujos y movimientos especulativos de capitales, antes que en un aumento sostenido de los flujos y movimientos de comercio e inversión productiva.