Las noticias sobre las relaciones entre Israel y Palestina son transmitidas diariamente al mundo como si fuera algo importante. Son para promover un negocio.
¿A quién diablos le importa si por millonésima vez hay conversaciones entre israelís y palestinos? ¿Eso en qué afecta a colombianos, venezolanos, ecuatorianos, o a quienes no habitan cerca de Jerusalén? Que israelís o palestinos se reúnan o no se reúnan da exactamente lo mismo.
La verdad sobre los palestinos es que su enfrentamiento permanente con Israel se convirtió en su única fuente de supervivencia. Es un país de apenas 7 millones de habitantes que poco o nada le aporta a la humanidad. Sin hacer nada, sin producir mayor cosa, viven de la limosna que les proporciona el resto de la humanidad. Y la excusa para solicitar esa “ayuda humanitaria” es su eterno conflicto con Israel. Es mantener vigente su condición de víctimas.
Preferible para los palestinos recibir billones de dólares anuales que les cae del cielo, que tener que ganárselos con el sudor de la frente.
Los palestinos han montado una sofisticada industria para extraerle a “países hermanos” y gobiernos ricos el máximo de “ayuda humanitaria”, de la mano de una infinidad de ONGs que se lucran colaborándoles. En términos per cápita, es el núcleo poblacional que más ayuda humanitaria ha recibido en las últimas décadas y el que más recibe actualmente.
Son varios los componentes de esta industria o negocio. Uno de ellos es la propaganda a través de las agencias internacionales de noticias. Ni más ni menos, la transmisión de noticias permanentes a miles de millones de personas en el planeta, que nada tienen que ver con el tema. Noticias de primera página, como si realmente la suerte del planeta pendiera de una reunión entre Benjamín Netanyahu y Mahmud Abbas.
Estas agencias de noticias no debieran prestarse a este juego, a este tire y afloje de nunca acabar. Si las dejaran de transmitir, se les acabaría a los palestinos su principal ventana para promover su gran negocio, el de la “ayuda humanitaria” de la cual viven. Entonces, de pronto, se verían más presionados para cambiar de discurso, para reemplazar su actual disco súper rayado, por otro que contuviera ingredientes novedosos, como el de la búsqueda sincera de una paz con Israel.
La verdad sobre los palestinos es que su enfrentamiento permanente con Israel se convirtió en su única fuente de supervivencia. Es un país de apenas 7 millones de habitantes que poco o nada le aporta a la humanidad. Sin hacer nada, sin producir mayor cosa, viven de la limosna que les proporciona el resto de la humanidad. Y la excusa para solicitar esa “ayuda humanitaria” es su eterno conflicto con Israel. Es mantener vigente su condición de víctimas.
Preferible para los palestinos recibir billones de dólares anuales que les cae del cielo, que tener que ganárselos con el sudor de la frente.
Los palestinos han montado una sofisticada industria para extraerle a “países hermanos” y gobiernos ricos el máximo de “ayuda humanitaria”, de la mano de una infinidad de ONGs que se lucran colaborándoles. En términos per cápita, es el núcleo poblacional que más ayuda humanitaria ha recibido en las últimas décadas y el que más recibe actualmente.
Son varios los componentes de esta industria o negocio. Uno de ellos es la propaganda a través de las agencias internacionales de noticias. Ni más ni menos, la transmisión de noticias permanentes a miles de millones de personas en el planeta, que nada tienen que ver con el tema. Noticias de primera página, como si realmente la suerte del planeta pendiera de una reunión entre Benjamín Netanyahu y Mahmud Abbas.
Estas agencias de noticias no debieran prestarse a este juego, a este tire y afloje de nunca acabar. Si las dejaran de transmitir, se les acabaría a los palestinos su principal ventana para promover su gran negocio, el de la “ayuda humanitaria” de la cual viven. Entonces, de pronto, se verían más presionados para cambiar de discurso, para reemplazar su actual disco súper rayado, por otro que contuviera ingredientes novedosos, como el de la búsqueda sincera de una paz con Israel.