¿Cómo es posible que un país relativamente improductivo de apenas 11 millones de habitantes tenga actualmente una deuda pública de 317.000 millones de euros?

 

El ingreso al exclusivo club del euro ciertamente le facilitó a Grecia endeudarse hasta la coronilla. A ello contribuyeron los excesos de liquidez por parte del Banco Central Europeo (BCE) que bancos e inversionistas institucionales de países europeos utilizaron para comprar, sin recato alguno, bonos de gobiernos de países miembros como el de Grecia. Operación está muy rentable pues se obtenían recursos a bajo costo del BCE que se colocaban a una bastante mayor tasa de interés en bonos soberanos, y que daban la vuelta para devengar aun mas en préstamos a bancos, empresas y hogares.

Todos ganaron inicialmente con el desbordado endeudamiento griego que se dio en un entorno caracterizado por una generosa liquidez y una moneda con respetable poder adquisitivo como el euro. Pero la crisis de 2008-2009 terminó con la fiesta. Quedó un sobredimensionado gobierno, unos bancos quebrados y unos hogares viviendo al debe. En otras palabras, una economía postrada por la deuda, con una población acostumbrada a recibir toda clase de beneficios sociales sin la contraprestación de esfuerzos productivos que hicieran sostenible las mejoras en sus estándares de vida.

Después de idas y venidas con las deudas, se llegó a la situación actual en la que se consolidaron buena parte de ellas en una deuda pública equivalente a 175% del PIB y en la que tres cuartas partes está en manos de entes “oficiales” como el Fondo Monetario Internacional, el BCE y los gobiernos de la Comisión Europea. Es decir, lo que denominan “la troika” con la cual el nuevo gobierno izquierdista de Grecia de Alexis Tsipras se muestra renuente a negociar.

Lo que los griegos por ahora intentan obtener de sus socios europeos es no pagar sus deudas minimizando el castigo que esta decisión acarrearía sobre los balances de sus acreedores. La cuadratura del círculo, mas o menos. Por ejemplo, una de sus propuestas es mantener sin cancelar el principal de una parte sustancial de la deuda, pero devengando interés per saecula saeculorum.

 

En realidad con Grecia, no importa cómo se mire el tema, todos los caminos conducen a Roma: al no pago de una deuda estratosférica. Su deuda es de casi 29.000 euros por habitante. Para unos griegos poco productivos, burocratizados y acostumbrados a ganar sin sudarla mayormente, este nivel de deuda es totalmente impagable. Su propuesta no es otra cosa que solicitar que los contribuyentes de otros países se conviertan en los paganini del paseo.

Increíblemente “lúcida” para sus intereses esta propuesta que el electorado griego acogiera con tanto entusiasmo en las pasadas elecciones. Pero ahí no para la historia con el nuevo gobierno de Tsipras. No solo se trata de que a costillas de contribuyentes extranjeros se tape el hueco financiero griego. Pretende adicionalmente recuperar los empleos públicos y los beneficios sociales de antes de la crisis. Busca aumentar nuevamente el tamaño del gobierno a pesar de que no dispone de los recursos para hacerlo.

Soñar no cuesta nada, pero soñar despierto lleva a tropezones y estrellones, y es eso lo que se avizora le sucederá al nuevo gobierno griego.