El “milagro” brasilero se ha convertido en la “pesadilla” brasilera gracias a las políticas económicas socialistas de Lulla da Silva y Dilma Rousseff.
Sobre intervencionismo estatal, corrupción que aflora por todos los poros, desánimo empresarial, estancamiento y desequilibrios macroeconómicos como no se veían desde hace 15 años, en eso quedó el milagro brasilero, uno que fue celebrado con bombos y platillos por la izquierda latinoamericana.
No hace mucho Brasil posaba como ejemplo de una economía emergente en vías de superación. Hacía parte de los orgullosos BRICS, una sigla que tiene su origen en la primera letra del nombre de los países que conforman el grupo: Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica.
Mientras los precios internacionales de los productos básicos estuvieron en un punto alto, las economías de Brasil, Rusia y Suráfrica crecieron a unas tasas interesantes. Pero pasó lo de siempre: cayeron estos precios incluido el petróleo y el derrumbe económico no se hizo esperar.
En el caso de Brasil el estancamiento económico lleva ya varios años. Luego de un lánguido crecimiento promedio anual del PIB de 2,1% durante 2011-2013, se calcula que en 2014 aumentó a duras penas 0,2%. Y para 2015 no se descarta un decrecimiento.
Con este estancamiento económico, en medio de un gobierno “manitas rotas” como es el de Rousseff, y con una inflación no despreciable de 6,5% anual, las brechas internas y externas se han agrandado en forma tal que desvelarían incluso a economistas no ortodoxos.
El déficit fiscal total subió de 3,2% del PIB en 2013 a 6,7% del PIB en 2014, su nivel mas alto desde finales de los años noventa. La deuda del gobierno nacional pasó a representar 63% del PIB, luego de que fuera 57% en 2013, un nivel que no se daba desde 2006. Del deterioro en las cuentas públicas no se salva nadie: ni el gobierno nacional, ni los gobiernos estatales y locales, ni las empresas públicas (entre las cuales sobresale Petrobras con su gigantesco sobre endeudamiento y sus escándalos).
La brecha externa también ha ido en aumento. El déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos alcanzó 4% del PIB en 2014, un desequilibrio que tampoco se veía desde finales de los años noventa.
Lo mas preocupante son las tendencias negativas. Se trata de una inercia que amenaza con sumergir a Brasil en una profunda crisis económica. Para modificar esas tendencias se requeriría un giro de 180 grados en la política económica y una sustancial mejora en la situación económica global. Nada de eso se vislumbra por ahora. De manera que se impone el pesimismo entre los agentes económicos, lo que constituye un ingrediente adicional que se suma a la crisis.
No hace mucho Brasil posaba como ejemplo de una economía emergente en vías de superación. Hacía parte de los orgullosos BRICS, una sigla que tiene su origen en la primera letra del nombre de los países que conforman el grupo: Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica.
Mientras los precios internacionales de los productos básicos estuvieron en un punto alto, las economías de Brasil, Rusia y Suráfrica crecieron a unas tasas interesantes. Pero pasó lo de siempre: cayeron estos precios incluido el petróleo y el derrumbe económico no se hizo esperar.
En el caso de Brasil el estancamiento económico lleva ya varios años. Luego de un lánguido crecimiento promedio anual del PIB de 2,1% durante 2011-2013, se calcula que en 2014 aumentó a duras penas 0,2%. Y para 2015 no se descarta un decrecimiento.
Con este estancamiento económico, en medio de un gobierno “manitas rotas” como es el de Rousseff, y con una inflación no despreciable de 6,5% anual, las brechas internas y externas se han agrandado en forma tal que desvelarían incluso a economistas no ortodoxos.
El déficit fiscal total subió de 3,2% del PIB en 2013 a 6,7% del PIB en 2014, su nivel mas alto desde finales de los años noventa. La deuda del gobierno nacional pasó a representar 63% del PIB, luego de que fuera 57% en 2013, un nivel que no se daba desde 2006. Del deterioro en las cuentas públicas no se salva nadie: ni el gobierno nacional, ni los gobiernos estatales y locales, ni las empresas públicas (entre las cuales sobresale Petrobras con su gigantesco sobre endeudamiento y sus escándalos).
La brecha externa también ha ido en aumento. El déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos alcanzó 4% del PIB en 2014, un desequilibrio que tampoco se veía desde finales de los años noventa.
Lo mas preocupante son las tendencias negativas. Se trata de una inercia que amenaza con sumergir a Brasil en una profunda crisis económica. Para modificar esas tendencias se requeriría un giro de 180 grados en la política económica y una sustancial mejora en la situación económica global. Nada de eso se vislumbra por ahora. De manera que se impone el pesimismo entre los agentes económicos, lo que constituye un ingrediente adicional que se suma a la crisis.