Hace lo que se le da la gana en sus disputas con los extranjeros. No valen los tribunales internacionales, ni se respetan reglas de juego algunas.
Así ha sido con los tenedores de sus bonos soberanos. Así también con diferentes compañías extranjeras con las cuales su gobierno tiene alguna disputa. Lo mismo en relación con el comercio internacional. El gobierno de Ecuador no acepta las decisiones de tribunales u organismos internacionales cuando ellos son contrarias a su posición. Sin embargo, los utiliza cuando cree que van a fallar a su favor. Su única regla de juego es “con cara gano yo, con sello pierde el extranjero”.
Su relación con la Organización Mundial de Comercio viene al caso. Acude a esa organización para defender sus intereses en el comercio de banano frente a la Comunidad Europea. Se apoya en sus fallos porque le son favorables. Pero en otro caso, el de las medidas restrictivas de importaciones, la OMC falló en contra. Las quitó, pero al corto tiempo le impuso a Colombia, uno de sus principales socios comerciales, un aumento unilateral de aranceles sobre la mayor parte de los productos que importa de ese país. En últimas, una abierta violación al espíritu del reciente fallo de la OMC.
Ecuador argumentó en su disputa con Colombia que la moneda colombiana, el peso, se había devaluado. De hecho, lo que ha sucedido es lo contrario. En diciembre de 2008 la tasa de cambio era de 2.244 pesos por dólar. A finales de julio de 2009 era por debajo de 2.000 pesos por dólar. O sea exactamente al revés de lo que dijo Ecuador. El caso lo llevó Colombia a la Comunidad Andina de Naciones (CAN) que estableció que el aumento en los aranceles violaba las reglas de la comunidad. La respuesta de Ecuador no se hizo esperar: si el fallo era en contra, abandonaría la CAN.
Otro caso reciente tiene que ver con la petrolera francesa Perenco y la norteamericana Burlington Resources Oriente, una subsidiaria de ConocoPhillips. Estas dos compañías explotan (o explotaban) los Bloques 7 y 21 en Ecuador. Desde marzo de 2009 el gobierno de Ecuador dijo que Perenco le debía US$327 millones en impuestos no pagados, resultado de un aumento de la tributación que el gobierno realizó en 2007 y que resolvió aplicar a contratos ya firmados con reglas de juego tributarias diferentes. Perenco argumentó que esas reglas de juego no se podían cambiar unilateralmente. Los contratos se vencen en 2010 y 2012, respectivamente.
Según lo establecido en los contratos, la compañía francesa llevó la disputa al Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI) del Banco Mundial. Mientras el caso era considerado en el tribunal de arbitraje, el gobierno de Ecuador resolvió cobrarse los impuestos apoderándose del crudo que se extraía de los dos Bloques. No le importó que CIADI le solicitara que se abstuviera de hacerlo mientras fallaba al respecto. Perenco, entonces, resolvió abstenerse de producir, ante lo cual Ecuador optó por tomarse las instalaciones.
Perenco interpretó esta última medida como una expropiación y una violación en materia grave de sus derechos. Mientras tanto el gobierno ecuatoriano ha dicho que no aceptará un fallo adverso de CIADI y que no dejará que las compañías multinacionales sigan tratando al país como una colonia.
Todo lo anterior ilustra la actitud hostil y arbitraria que ha adoptado el gobierno de Ecuador en sus relaciones económicas y comerciales con el resto del mundo. Existe en ese país la idea de que es víctima de las poderosas fuerzas económicas que dominan la economía mundial. Esa idea la han explotado al máximo políticos como el actual Presidente Rafael Correa. Está incrustada en la ideología de los movimientos sociales e indígenas del país. Hace parte de la psiquis de la mayoría de los ecuatorianos. Se sienten abrumados por el tamaño y la complejidad del mundo exterior y creen que el único interés de los extranjeros es abusar de su debilidad y pequeñez.
Así las cosas, mientras los ecuatorianos no entiendan que las relaciones bilaterales van en mutuo beneficio, que ambas partes tienen derechos, que los contratos firmados hay que respetarlos, y que en muchas disputas las instancias civilizadas para su resolución son los tribunales internacionales, los extranjeros que ahí se involucren asumen un alto riesgo de ir por lana y salir trasquilados.
Su relación con la Organización Mundial de Comercio viene al caso. Acude a esa organización para defender sus intereses en el comercio de banano frente a la Comunidad Europea. Se apoya en sus fallos porque le son favorables. Pero en otro caso, el de las medidas restrictivas de importaciones, la OMC falló en contra. Las quitó, pero al corto tiempo le impuso a Colombia, uno de sus principales socios comerciales, un aumento unilateral de aranceles sobre la mayor parte de los productos que importa de ese país. En últimas, una abierta violación al espíritu del reciente fallo de la OMC.
Ecuador argumentó en su disputa con Colombia que la moneda colombiana, el peso, se había devaluado. De hecho, lo que ha sucedido es lo contrario. En diciembre de 2008 la tasa de cambio era de 2.244 pesos por dólar. A finales de julio de 2009 era por debajo de 2.000 pesos por dólar. O sea exactamente al revés de lo que dijo Ecuador. El caso lo llevó Colombia a la Comunidad Andina de Naciones (CAN) que estableció que el aumento en los aranceles violaba las reglas de la comunidad. La respuesta de Ecuador no se hizo esperar: si el fallo era en contra, abandonaría la CAN.
Otro caso reciente tiene que ver con la petrolera francesa Perenco y la norteamericana Burlington Resources Oriente, una subsidiaria de ConocoPhillips. Estas dos compañías explotan (o explotaban) los Bloques 7 y 21 en Ecuador. Desde marzo de 2009 el gobierno de Ecuador dijo que Perenco le debía US$327 millones en impuestos no pagados, resultado de un aumento de la tributación que el gobierno realizó en 2007 y que resolvió aplicar a contratos ya firmados con reglas de juego tributarias diferentes. Perenco argumentó que esas reglas de juego no se podían cambiar unilateralmente. Los contratos se vencen en 2010 y 2012, respectivamente.
Según lo establecido en los contratos, la compañía francesa llevó la disputa al Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI) del Banco Mundial. Mientras el caso era considerado en el tribunal de arbitraje, el gobierno de Ecuador resolvió cobrarse los impuestos apoderándose del crudo que se extraía de los dos Bloques. No le importó que CIADI le solicitara que se abstuviera de hacerlo mientras fallaba al respecto. Perenco, entonces, resolvió abstenerse de producir, ante lo cual Ecuador optó por tomarse las instalaciones.
Perenco interpretó esta última medida como una expropiación y una violación en materia grave de sus derechos. Mientras tanto el gobierno ecuatoriano ha dicho que no aceptará un fallo adverso de CIADI y que no dejará que las compañías multinacionales sigan tratando al país como una colonia.
Todo lo anterior ilustra la actitud hostil y arbitraria que ha adoptado el gobierno de Ecuador en sus relaciones económicas y comerciales con el resto del mundo. Existe en ese país la idea de que es víctima de las poderosas fuerzas económicas que dominan la economía mundial. Esa idea la han explotado al máximo políticos como el actual Presidente Rafael Correa. Está incrustada en la ideología de los movimientos sociales e indígenas del país. Hace parte de la psiquis de la mayoría de los ecuatorianos. Se sienten abrumados por el tamaño y la complejidad del mundo exterior y creen que el único interés de los extranjeros es abusar de su debilidad y pequeñez.
Así las cosas, mientras los ecuatorianos no entiendan que las relaciones bilaterales van en mutuo beneficio, que ambas partes tienen derechos, que los contratos firmados hay que respetarlos, y que en muchas disputas las instancias civilizadas para su resolución son los tribunales internacionales, los extranjeros que ahí se involucren asumen un alto riesgo de ir por lana y salir trasquilados.