En vísperas de elecciones para la Asamblea, el dólar paralelo o negro de Venezuela supera en más de 10 veces a la tasa de cambio oficial más alta.
Las perspectivas de disponibilidad de dólares u otras monedas extranjeras en Venezuela son cada vez más sombrías. Las elecciones del 26 de septiembre constituyen un motivo de incertidumbre adicional a la caótica situación por la que atraviesa el país.
Si el PSUV, el partido de Hugo Chávez, gana con cierto margen esas elecciones, se implantará en Venezuela un voraz comunismo que acabará en poco tiempo con lo que queda de propiedad privada. Ante esta perspectiva, cambiar los devaluados bolívares por dólares es el mejor negocio, así la tasa de cambio esté actualmente por las nubes.
Ahora bien, si la oposición iguala al PSUV en diputados para la Asamblea, existe el peligro de que Chávez desconozca los resultados, con fraude o saboteando la autoridad de la nueva Asamblea. No abandonará su empeño por imponer el comunismo en su atribulado país, por encima de cualquier otra consideración. O sea que también en esta eventualidad, los dólares serán cada vez más escasos y la economía venezolana continuará por el sendero de la acelerada decadencia que la distingue.
Para nadie es un secreto que PDVSA y el gobierno venezolano están quebrados. Le deben a importadores y a las matrices de empresas nacionalizadas más de US$25.000 millones (sin contar lo que no se ha decido en los tribunales de arbitramento internacional). La deuda pública externa supera US$80.000 millones y las reservas internacionales verdaderamente líquidas del Banco Central de Venezuela a duras penas son US$12.000 millones.
Si el PSUV, el partido de Hugo Chávez, gana con cierto margen esas elecciones, se implantará en Venezuela un voraz comunismo que acabará en poco tiempo con lo que queda de propiedad privada. Ante esta perspectiva, cambiar los devaluados bolívares por dólares es el mejor negocio, así la tasa de cambio esté actualmente por las nubes.
Ahora bien, si la oposición iguala al PSUV en diputados para la Asamblea, existe el peligro de que Chávez desconozca los resultados, con fraude o saboteando la autoridad de la nueva Asamblea. No abandonará su empeño por imponer el comunismo en su atribulado país, por encima de cualquier otra consideración. O sea que también en esta eventualidad, los dólares serán cada vez más escasos y la economía venezolana continuará por el sendero de la acelerada decadencia que la distingue.
Para nadie es un secreto que PDVSA y el gobierno venezolano están quebrados. Le deben a importadores y a las matrices de empresas nacionalizadas más de US$25.000 millones (sin contar lo que no se ha decido en los tribunales de arbitramento internacional). La deuda pública externa supera US$80.000 millones y las reservas internacionales verdaderamente líquidas del Banco Central de Venezuela a duras penas son US$12.000 millones.
Una parte significativa de las exportaciones futuras de petróleo, el equivalente a 400.000 barriles diarios, le fue pignorada a China durante los próximos 10 años. Otros 150.000 barriles diarios Venezuela los “vende” a crédito a largo plazo a países “amigos” como Cuba, que posiblemente nunca los pagarán. Venezuela no recibirá un solo dólar en el futuro por la exportación de más de medio millón de barriles.
Pero ojalá este fuera el final de tan lamentable historia. Las exportaciones de hidrocarburos disminuyen en lugar de aumentar. A duras penas sobrepasarán en este segundo semestre de 2010 el equivalente a los 2 millones de barriles diarios (Venezuela llegó a exportar antes de Chávez más de 3 millones de barriles diarios).
Las refinerías necesitan de una gran inversión en mantenimiento. Están en un pésimo estado, al igual que buena parte de la infraestructura del país. Han sido numerosos los accidentes que las han paralizado, a costa del cumplimiento de contratos de exportación ya firmados.
Mientras cae el volumen exportado de petróleo y sus derivados, las perspectivas sobre la futura evolución del precio internacional del crudo no son las más halagüeñas. Por otro lado, las exportaciones diferentes a petróleo, a cargo de empresas nacionalizadas, cada vez son más insignificantes.
A lo anterior se agrega que el gobierno venezolano, ante la desaparición del sector privado, ha asumido como empleados suyos a un creciente número de trabajadores, quienes claman por sueldos y prebendas sin contribuir mayormente a la economía.
Por donde se mire, el panorama es el de un bolívar que continuará su acelerado declive, en medio de una inflación que no da tregua cercana a 30% anual. Al paso que van las cosas, el bolívar “fuerte” sólo será moneda respetable en los juegos de monopolio.
A menos que el triunfo de la oposición en las elecciones de la Asamblea sea contundente, no se vislumbra cambios en estas negativas tendencias, en el país que posee las mayores riquezas energéticas de América Latina. El único de la región que no ha logrado superar el impacto de la crisis global que se inició en el segundo semestre de 2008. El único cuyo gobierno busca implantar políticas comunistas, que dejaron de aplicarse en el resto del planeta hace más de dos décadas.
Pero ojalá este fuera el final de tan lamentable historia. Las exportaciones de hidrocarburos disminuyen en lugar de aumentar. A duras penas sobrepasarán en este segundo semestre de 2010 el equivalente a los 2 millones de barriles diarios (Venezuela llegó a exportar antes de Chávez más de 3 millones de barriles diarios).
Las refinerías necesitan de una gran inversión en mantenimiento. Están en un pésimo estado, al igual que buena parte de la infraestructura del país. Han sido numerosos los accidentes que las han paralizado, a costa del cumplimiento de contratos de exportación ya firmados.
Mientras cae el volumen exportado de petróleo y sus derivados, las perspectivas sobre la futura evolución del precio internacional del crudo no son las más halagüeñas. Por otro lado, las exportaciones diferentes a petróleo, a cargo de empresas nacionalizadas, cada vez son más insignificantes.
A lo anterior se agrega que el gobierno venezolano, ante la desaparición del sector privado, ha asumido como empleados suyos a un creciente número de trabajadores, quienes claman por sueldos y prebendas sin contribuir mayormente a la economía.
Por donde se mire, el panorama es el de un bolívar que continuará su acelerado declive, en medio de una inflación que no da tregua cercana a 30% anual. Al paso que van las cosas, el bolívar “fuerte” sólo será moneda respetable en los juegos de monopolio.
A menos que el triunfo de la oposición en las elecciones de la Asamblea sea contundente, no se vislumbra cambios en estas negativas tendencias, en el país que posee las mayores riquezas energéticas de América Latina. El único de la región que no ha logrado superar el impacto de la crisis global que se inició en el segundo semestre de 2008. El único cuyo gobierno busca implantar políticas comunistas, que dejaron de aplicarse en el resto del planeta hace más de dos décadas.