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Hasta ahora los análisis realizados por los medios de comunicación sobre DMG y el lavado de dinero del narcotráfico dejan mucho que desear. No aclaran la forma como ese negocio lavaba dinero.
 
Se ha sugerido, entre líneas porque no se ha demostrado, que la inversión inicial que se utilizó para el montaje del negocio de DMG hace más de cuatro años fue con dineros del narcotráfico. Por otro lado, se ha insinuado, también entre líneas porque no se ha demostrado, que parte del crecimiento de DMG fue con inversión de dineros del narcotráfico. Por último, se ha escrito, también entre líneas porque no se ha demostrado, que DMG montó varias empresas de fachada que servirían para el ingreso de los dineros malditos.

Sin embargo, la pregunta del millón es qué ganaban unos narcotraficantes con el montaje de una organización como DMG. ¿Poder político? ¿Reconocimiento social?

La eventual utilidad de una organización de la naturaleza de DMG para el negocio del narcotráfico no resulta evidente. No se ve por dónde "se trataría de una operación de lavado de activos sin antecedentes en el mundo", como lo describe una revista semanal colombiana. De hecho, lo que se sabe es que buena parte del dinero de DMG provenía del ahorro de cientos de miles de gente del común. Y que el negocio era un mal negocio por cuanto, para que la gente se acercara, tenía que ofrecer unos rendimientos estrafalarios. Es más, el negocio debería cubrir además los costos de sus múltiples oficinas, de más de mil empleados, de asesores y consultores, así como las extravagancias del dueño.

DMG era un mal negocio cuya supervivencia dependía del crecimiento en el número de afiliados y en el monto de lo ahí invertido. Es posible que DMG estuviera ya al borde del colapso en el momento de la intervención por parte del gobierno. Sus posibilidades de crecimiento en Colombia parecían limitadas y su expansión a otros países era riesgosa, por decir lo menos. Pero eso no lo van aceptar los miles de damnificados a quien DMG les estaba cumpliendo estrictamente sus compromisos hasta la hora cero de la intervención oficial.

Una hipótesis, entre las múltiples que se pueden hacer con lo que se conoce, es que DMG no le haya dejado los inmensos excedentes a su dueño del que escribe y habla la prensa. Es posible que lo recogido del ahorro de la gente se le haya devuelto a la misma gente con utilidades, en una muy buena proporción. Este costoso cumplimiento de los compromisos adquiridos sería la principal razón que explicaría la fidelidad y el crecimiento de la clientela, así como la extraordinaria duración de un esquema de negocios piramidal. Pero esa también sería la razón que llevaría a pensar que de toda esta aventura empresarial, a David Murcia Guzmán y a su familia probablemente no le haya quedado mucho más que unas propiedades de finca raíz, cinco carros de lujo y un yate.