Es cierto que Costa Rica sobresale en su región por su relativa estabilidad resultado de una cultura política que supera a la de sus vecinos. Y es cierto que tiene otras fortalezas, tales como unos sectores internacionalmente competitivos como lo son el turismo y ciertas áreas de la tecnología.
“Mas de lo mismo” en el caso de Costa Rica tiene el atractivo de que se continúa por un familiar sendero de progreso lento. No hay que hacer los esfuerzos que exige todo cambio. Se trata de una salida cómoda, de alcance limitado.
Parecería que Costa Rica está renuente al cambio. Está satisfecha con el nivel mediocre ya alcanzado. Impera una complacencia con un modelo económico y social que fuera relativamente exitoso en décadas anteriores, pero que impide que el país de un paso adelante en su grado de desarrollo.
El modelo actual, el de los últimos 50 años, se fundamenta en el predominio de monopolios públicos de servicios básicos controlados por unos muy poderosos sindicatos; en la falta de un servicio efectivo de seguridad ciudadana; en la existencia de un sistema de justicia pesado y poco transparente; y en una infraestructura vial y de transporte público inadecuada para un país que aspiraría a ser el más desarrollado de la región.
Uno de los problema más graves que actualmente enfrenta Costa Rica es el de su incapacidad para combatir la inseguridad ciudadana. El país es pequeño y su población no es mucha. Sorprende, entonces, que este problema se le haya salido de las manos a sus gobernantes. Pero no sorprende si se tiene en cuenta la complacencia de esos gobernantes, que los ha nublado para abordar el tema con claridad y firmeza.
Otro tema que es sintomático de la falta acción de los gobernantes ticos se refiere a la apertura de sectores clave como telecomunicaciones, seguros, energía eléctrica y servicios de salud, entre otros. Ha primado el interés de unos pocos, el de unos privilegiados dirigentes sindicales, sobre el interés general del país.
La falta de competencia se ha reflejado en una deficiente calidad en la prestación de servicios básicos. No se ha acudido al aporte tecnológico y recursos del capital privado, y no se han obtenido ingresos por privatizaciones que hubieran podido destinarse a la modernización de la policía, de la justicia, de la red vial, y de los sistemas de transporte urbano, por ejemplo.
En las próximas elecciones, según se desprende de los respectivos programas, la candidata Laura Chinchilla representa el presente del “más de lo mismo”. Ottón Solís el pasado del “más de lo mismo”. Y Otto Guevara el cambio hacia una Costa Rica con ambiciones de modernidad y de un mejor futuro.
Los países necesitan, de vez en cuando, un remezón en sus instituciones. Esquemas novedosos para lidiar con problemas que no se han podido solucionar. Romper con una inercia que se ha vuelto enemiga de los buenos resultados. Eso es lo que está en juego en la elección presidencial del 7 de febrero de 2010.
“Mas de lo mismo” en el caso de Costa Rica tiene el atractivo de que se continúa por un familiar sendero de progreso lento. No hay que hacer los esfuerzos que exige todo cambio. Se trata de una salida cómoda, de alcance limitado.
Parecería que Costa Rica está renuente al cambio. Está satisfecha con el nivel mediocre ya alcanzado. Impera una complacencia con un modelo económico y social que fuera relativamente exitoso en décadas anteriores, pero que impide que el país de un paso adelante en su grado de desarrollo.
El modelo actual, el de los últimos 50 años, se fundamenta en el predominio de monopolios públicos de servicios básicos controlados por unos muy poderosos sindicatos; en la falta de un servicio efectivo de seguridad ciudadana; en la existencia de un sistema de justicia pesado y poco transparente; y en una infraestructura vial y de transporte público inadecuada para un país que aspiraría a ser el más desarrollado de la región.
Uno de los problema más graves que actualmente enfrenta Costa Rica es el de su incapacidad para combatir la inseguridad ciudadana. El país es pequeño y su población no es mucha. Sorprende, entonces, que este problema se le haya salido de las manos a sus gobernantes. Pero no sorprende si se tiene en cuenta la complacencia de esos gobernantes, que los ha nublado para abordar el tema con claridad y firmeza.
Otro tema que es sintomático de la falta acción de los gobernantes ticos se refiere a la apertura de sectores clave como telecomunicaciones, seguros, energía eléctrica y servicios de salud, entre otros. Ha primado el interés de unos pocos, el de unos privilegiados dirigentes sindicales, sobre el interés general del país.
La falta de competencia se ha reflejado en una deficiente calidad en la prestación de servicios básicos. No se ha acudido al aporte tecnológico y recursos del capital privado, y no se han obtenido ingresos por privatizaciones que hubieran podido destinarse a la modernización de la policía, de la justicia, de la red vial, y de los sistemas de transporte urbano, por ejemplo.
En las próximas elecciones, según se desprende de los respectivos programas, la candidata Laura Chinchilla representa el presente del “más de lo mismo”. Ottón Solís el pasado del “más de lo mismo”. Y Otto Guevara el cambio hacia una Costa Rica con ambiciones de modernidad y de un mejor futuro.
Los países necesitan, de vez en cuando, un remezón en sus instituciones. Esquemas novedosos para lidiar con problemas que no se han podido solucionar. Romper con una inercia que se ha vuelto enemiga de los buenos resultados. Eso es lo que está en juego en la elección presidencial del 7 de febrero de 2010.