Aún con esta devaluación, que estaría entre 25%-30% según sea como termine la tasa de cambio en 2008, el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos sería de por lo menos 4% del PIB (ver sección de "proyecciones"). Un desequilibrio externo de esta magnitud es insostenible a mediano plazo y sólo se corrige con una alta devaluación en términos reales.
Con esta devaluación cambia la rentabilidad y perspectivas de las distintas actividades económicas. Aquellas con alto valor agregado nacional, tales como la producción y comercialización de café, flores y banano, se verán favorecidas. Sectores intensivos en importaciones como el de vehículos automotores, electrodomésticos, farmaceútico y aseo personal, entre otros, enfrentarán un año difícil. El comercio de productos importados sufrirá un retroceso.
Por otro lado, cuando las expectativas de devaluación son elevadas se frena la inversión privada. Uno de los sectores afectados será el de la construcción de vivienda. La devaluación acaba con el proceso de valorización de la finca raíz. El precio en dólares del metro cuadro se estanca o cae. Si a lo anterior se agrega una situación económica regular o mala, caracterizada por un aumento en el desempleo y por un retraimiento del crédito, entonces se hace evidente que no es el mejor momento para iniciar nuevos proyectos. Antes bien, los constructores deben darse un compás de espera hasta tener una mejor idea sobre la duración del bajonazo económico que ya empezó a sentirse.
El desánimo que se presentará en el sector de la construcción privada incidirá negativamente sobre sectores como cemento, muebles, cerámica, madera y ferretería en general. Es improbable que la construcción pública compense significativamente esta prevista desaceleración por cuanto el gobierno dispone de un reducido margen de maniobra para invertir, dada la fragilidad de su situación financiera.
Desde el punto de vista de las exportaciones es posible que incialmente el efecto benéfico de la devaluación se compense con una caída en los precios internacionales y en la demanda externa. Pero lo que es evidente es que si esa devaluación se sostiene por un cierto tiempo, la rentabilidad de la actividad exportadora se acrecentará. Por otra parte, la sustitución de importaciones se estimulará.Y todo ello terminará favoreciendo sectores como confecciones, textiles y productos de cuero.
Con todo, la devaluación implica un empobrecimiento de los colombianos frente al resto del mundo. Los viajes internacionales se harán más costosos, al igual que la adquisición de maquinaria y equipos esenciales para el desarrollo económico. El país se abaratará desde el punto de vista de los turistas que lo quieran visitar. Pero probablemente se reducirán las visitas de negocios debido a la disminución que se proyecta en la inversión extranjera.