Cada vez mas se oye sobre el “país del postconflicto”, mientras que la mayoría de los colombianos se preguntan dónde diablos está ese país.
La cháchara del “país del postconflicto” va in crescendo, promovida por el gobierno y su afán reeleccionista. Como se sabe, Juan Manuel Santos está empeñado en hacerle creer a los colombianos que un supuesto acuerdo con las Farc está a la vuelta de la esquina si votan por él para un segundo mandato.
No importa que en los diálogos de La Habana no se vean avances en los puntos cruciales. Tampoco importa que las acciones terroristas y delincuenciales de las Farc vayan en aumento a lo largo y ancho del país, ni que el desánimo se haya apoderado de las fuerzas públicas encargadas de combatirlas.
Tampoco importa la larga trayectoria de fracasos de diálogos como el de La Habana. Es lo de menos que Santos le haya dicho al país que en un año estaría listo el acuerdo y que después de cumplido ese plazo el proceso haya entrado en una etapa de dilatación en la que ninguna de las partes se compromete con fechas.
Sin embargo, nada de eso ha evitado para que un no despreciable número de políticos, funcionarios públicos, asesores, consultores y dirigentes empresariales se refieran, todos con gran suficiencia, al “país del postconflicto”. En el “país del postconflicto” tal y cual cosa, es lo que se les escucha y lo que se lee en los medios de comunicación. Hasta se han empezado a publicar libros con títulos que vinculan sus temas al “país del postconflicto”.
El tal “país del postconflicto” es una especie de Arcadia, o sea un país imaginario donde reinarán la paz y la concordia y donde correrán ríos de leche y miel. En ese país, los mas encumbrados y mañosos terroristas y delincuentes se convertirán por fin, como por arte de magia, en ciudadanos ejemplares.
Los colombianos, acostumbrados como están a tener los pies firmes sobre la tierra, como que no salen de su asombro con tanta habladuría. Con temas como este si que “ver para creer”. Ni bobos que fueran como para “creer en pajaritos preñados”.
No importa que en los diálogos de La Habana no se vean avances en los puntos cruciales. Tampoco importa que las acciones terroristas y delincuenciales de las Farc vayan en aumento a lo largo y ancho del país, ni que el desánimo se haya apoderado de las fuerzas públicas encargadas de combatirlas.
Tampoco importa la larga trayectoria de fracasos de diálogos como el de La Habana. Es lo de menos que Santos le haya dicho al país que en un año estaría listo el acuerdo y que después de cumplido ese plazo el proceso haya entrado en una etapa de dilatación en la que ninguna de las partes se compromete con fechas.
Sin embargo, nada de eso ha evitado para que un no despreciable número de políticos, funcionarios públicos, asesores, consultores y dirigentes empresariales se refieran, todos con gran suficiencia, al “país del postconflicto”. En el “país del postconflicto” tal y cual cosa, es lo que se les escucha y lo que se lee en los medios de comunicación. Hasta se han empezado a publicar libros con títulos que vinculan sus temas al “país del postconflicto”.
El tal “país del postconflicto” es una especie de Arcadia, o sea un país imaginario donde reinarán la paz y la concordia y donde correrán ríos de leche y miel. En ese país, los mas encumbrados y mañosos terroristas y delincuentes se convertirán por fin, como por arte de magia, en ciudadanos ejemplares.
Los colombianos, acostumbrados como están a tener los pies firmes sobre la tierra, como que no salen de su asombro con tanta habladuría. Con temas como este si que “ver para creer”. Ni bobos que fueran como para “creer en pajaritos preñados”.