El primer ministro de China le hace una advertencia al gobierno de Estados Unidos sobre su déficit fiscal. No tiene la autoridad moral para hacerlo.
El gobierno de China es el mayor acreedor del gobierno de Estados Unidos. Actualmente el 70% de sus US$2.000.000 millones (US$2 trillones) de reservas internacionales están en activos en dólares, principalmente bonos del Tesoro. El primer ministro Wen Jiabao urgió al gobierno de Estados Unidos a mantener en un “tamaño apropiado” su déficit fiscal, puesto que esta es la principal causa de la patética debilidad actual del dólar. En el año fiscal 2009 (que finaliza en septiembre) ese déficit fue 9,9% del PIB.
Pedirle al gobierno de Barack Obama que reduzca el déficit fiscal es un saludo a la bandera. Obama está empeñado en sacar adelante ambiciosos programas de gasto público como el relacionado con la reforma al sistema de salud. Además, su equipo económico y los miembros de la Reserva Federal con Ben Bernanke a la cabeza son partidarios de reactivar la economía de su país a como de lugar, con base en toda clase de estímulos al gasto. Incluso se habla de un segundo gran paquete de estímulo (o de gasto).
Lo cierto es que el gobierno de China es uno de los principales responsables de los actuales problemas que agobian a la economía global. Su política de mantener una tasa de cambio artificialmente baja, ha generado significativos superávit comerciales, que son los que han llevado a una gigantesca acumulación de reservas internacionales. Es decir, China no ha permitido que la tasa de cambio de su moneda refleje los movimientos a su favor de los flujos del comercio exterior.
China, con un artificialmente devaluado yuan, ha sacrificado el consumo y bienestar de su población, en aras de mantener bajos los precios de sus productos de exportación. Allá, el consumo de hogares no supera el 35% del PIB, mientras que en la mayoría de los países del planeta es mayor al 60%. Pero el impacto de esta política no solo es devastador sobre el nivel de vida de la población sino también sobre la economía global. Productores de todas partes del mundo que compiten con China ven limitadas sus posibilidades de expansión o en el peor de los casos, se ven obligados a cerrar sus negocios. En otras palabras, un componente significativo del crecimiento económico de China es a costa de un menor crecimiento en otras regiones del planeta.
El principal beneficio para China del crecimiento económico derivado de mantener al yuan por debajo del valor que fijaría el mercado, es precisamente esa acumulación absurda de reservas internacionales. Se trata de un exceso de ahorro que queda en manos del gobierno y que no se irriga hacía el grueso de la población. Con un yen devaluado China no permite que aumente en lo debería ser el poder de compra de sus trabajadores y consumidores. Favorece la creación en su país de enclaves económicos, que no son otra cosa que la utilización de mano de obra artificialmente barata por parte de empresas multinacionales. No permite que su mercado interno se convierta en la fuente más importante de crecimiento, tal como debería ser si se tiene en cuenta el actual bajo nivel de ingresos de su población.
El modelo chino no es otra cosa que el sacrificio del bienestar de la población en beneficio de un sector exportador que es controlado ante todo por intereses extranjeros. Y obviamente en beneficio de un gobierno que se ha propuesto acumular activos (reservas internacionales) más allá de lo necesario desde cualquier punto de vista que se analice.
O sea que el primer ministro Wen Jiabao, aunque tiene razón en estar preocupado por el valor de las reservas internacionales de su país, no tiene mayor autoridad moral para inmiscuirse en las políticas económicas de Estados Unidos o de otros países. Si su gobierno permitiera el fortalecimiento del yuan, aumentaría la demanda china por productos del resto del mundo y sería mayor el crecimiento económico de Estados Unidos y del resto del planeta. Y China empezaría a hacer la transición hacía una economía en donde su crecimiento y generación de empleo se repartiría en forma más equilibrada o equitativa entre el mercado interno y el externo.
Pedirle al gobierno de Barack Obama que reduzca el déficit fiscal es un saludo a la bandera. Obama está empeñado en sacar adelante ambiciosos programas de gasto público como el relacionado con la reforma al sistema de salud. Además, su equipo económico y los miembros de la Reserva Federal con Ben Bernanke a la cabeza son partidarios de reactivar la economía de su país a como de lugar, con base en toda clase de estímulos al gasto. Incluso se habla de un segundo gran paquete de estímulo (o de gasto).
Lo cierto es que el gobierno de China es uno de los principales responsables de los actuales problemas que agobian a la economía global. Su política de mantener una tasa de cambio artificialmente baja, ha generado significativos superávit comerciales, que son los que han llevado a una gigantesca acumulación de reservas internacionales. Es decir, China no ha permitido que la tasa de cambio de su moneda refleje los movimientos a su favor de los flujos del comercio exterior.
China, con un artificialmente devaluado yuan, ha sacrificado el consumo y bienestar de su población, en aras de mantener bajos los precios de sus productos de exportación. Allá, el consumo de hogares no supera el 35% del PIB, mientras que en la mayoría de los países del planeta es mayor al 60%. Pero el impacto de esta política no solo es devastador sobre el nivel de vida de la población sino también sobre la economía global. Productores de todas partes del mundo que compiten con China ven limitadas sus posibilidades de expansión o en el peor de los casos, se ven obligados a cerrar sus negocios. En otras palabras, un componente significativo del crecimiento económico de China es a costa de un menor crecimiento en otras regiones del planeta.
El principal beneficio para China del crecimiento económico derivado de mantener al yuan por debajo del valor que fijaría el mercado, es precisamente esa acumulación absurda de reservas internacionales. Se trata de un exceso de ahorro que queda en manos del gobierno y que no se irriga hacía el grueso de la población. Con un yen devaluado China no permite que aumente en lo debería ser el poder de compra de sus trabajadores y consumidores. Favorece la creación en su país de enclaves económicos, que no son otra cosa que la utilización de mano de obra artificialmente barata por parte de empresas multinacionales. No permite que su mercado interno se convierta en la fuente más importante de crecimiento, tal como debería ser si se tiene en cuenta el actual bajo nivel de ingresos de su población.
El modelo chino no es otra cosa que el sacrificio del bienestar de la población en beneficio de un sector exportador que es controlado ante todo por intereses extranjeros. Y obviamente en beneficio de un gobierno que se ha propuesto acumular activos (reservas internacionales) más allá de lo necesario desde cualquier punto de vista que se analice.
O sea que el primer ministro Wen Jiabao, aunque tiene razón en estar preocupado por el valor de las reservas internacionales de su país, no tiene mayor autoridad moral para inmiscuirse en las políticas económicas de Estados Unidos o de otros países. Si su gobierno permitiera el fortalecimiento del yuan, aumentaría la demanda china por productos del resto del mundo y sería mayor el crecimiento económico de Estados Unidos y del resto del planeta. Y China empezaría a hacer la transición hacía una economía en donde su crecimiento y generación de empleo se repartiría en forma más equilibrada o equitativa entre el mercado interno y el externo.