Del mundo de los partidarios de un gobierno global administrado por unos burócratas que no responden ante nadie y que simpatizan con políticas públicas socialistas.

 

Son motivo de especulación las causas del Brexit, o sea de la votación mayoritaria a favor de la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE) en el referéndum que tuvo lugar en junio 23 de 2016.

Indudablemente una de las principales responsables fue la Canciller de Alemania Angela Merkel. La imposición en los países miembros de la UE de su absurda política de inmigración masiva musulmana proveniente del Medio Oriente, ciertamente contribuyó a exacerbar los ánimos y a estimular un despertar de los nacionalismos.

Tanto en el Reino Unido como en varios otros países de la UE la llegada de una gran cantidad de musulmanes no asimilables a las culturas locales ha estresado hasta el límite la paciencia de las poblaciones nativas.

Pero el tema de la UE va mas allá. Se trata de un esquema de integración que ha trascendido lo estrictamente comercial hasta abarcar toda clase de temas financieros, económicos, ambientales y culturales. Todo ello manejado por una prepotente burocracia multinacional con sede en Bruselas que ha ido acrecentando sus poderes regulatorios hasta unos límites completamente impensados hace una o dos décadas.

Por ejemplo, en el área de las regulaciones financieras nunca hubo acuerdo entre Londres y Bruselas. La UE favorece un esquema controlista en temas como los movimientos de capitales y se ha vuelto implacable en la persecución de patrimonios que buscan eludir los impuestos increíblemente confiscatorios que ahí se cobran.

La verdad es que con estos empeños controlistas, del que han hecho partícipes so pena de sanciones de todo tipo a países menos desarrollados y que han contado últimamente con el apoyo del gobierno de Estados Unidos, se le ha asestado un duro golpe a la libertad de movimiento de capitales, sin la cual individuos y empresas quedan totalmente subordinados a la insaciable voluntad de expoliación de los gobiernos de turno.

El sistema judicial del Reino Unido se convirtió en un apéndice de los tribunales de Bruselas. La gran mayoría de las iniciativas de reforma o cambio presentadas por el gobierno de Londres han sido rechazadas o duermen el sueño de los justos. En fin, por donde se mire el asunto, se trató siempre de una incómoda convivencia entre una cultura como la inglesa flexible y pragmática en lo económico y político y la mas rígida y estatista predominante en países como Alemania y Francia.

Con el Brexit el Reino Unido dejará de subsidiar a los países mas pobretones de la Unión Europea, recuperará la autonomía de sus cortes de justicia, podrá negociar libremente sus tratados de comercio, retomará el control de su política inmigratoria, fijará sus propias regulaciones financieras, y tendrá la oportunidad de reconfigurar un entorno económico mucho mas favorable y competitivo para la inversión y la creación de riqueza.

Para el Reino Unido no es el fin del mundo. Suiza, por ejemplo, no pertenece a la EU y es más próspera que prácticamente todos los países miembros. Pero para los burócratas de Bruselas y sus pretensiones de controlarlo todo, hasta en sus mas mínimos detalles, el Brexit podría ser el comienzo del fin.