Casi toda la prensa tradicional de Estados Unidos ha endiosado a Obama y esa parece ser una de las causas de su pésimo desempeño en el primer debate frente a Mitt Romney.
Mientras esta prensa tiende a no hacerle a Obama preguntas difíciles o incómodas, es implacable con sus opositores. Esta prensa nunca había sido tan parcializada y poco profesional como con este Presidente. Guantes de seda desde que saltó a la palestra. A lo anterior se añade una constante adulación por parte de la pegajosa farándula de Hollywood.
Tanto elogio permanente y ninguna crítica sustancial sin duda han tenido consecuencias. Una cierta prepotencia y sobrestimación de las propias capacidades es ciertamente una de ellas. Obama llegó al debate confiado y sin la suficiente preparación.
Un Romney concreto y preciso en sus propuestas e incisivo en su jabs, ante un Obama incapaz de devolver los golpes, huidizo e incómodo. Resultado: consenso total sobre el triunfo de Romney y desconcierto entre esa prensa que ha puesto a Obama en un pedestal de barro. Pocas veces se ha visto un resultado tan contundente en la historia de estos debates presidenciales de Estados Unidos.
A dos días del debate toda clase de explicaciones sobre los sucedido. Que el moderador fue fatal, que la altura de Denver no le ayudó, que el man sin el telepromter no es muy coherente, que Romney tuvo la mejor noche de su vida, y otras por el estilo. Desde la otra orilla, el comentarista Charles Krauthammer se atrevió a sugerir que posiblemente el problema de Obama es que si bien nadie discute que es inteligente, no es ni la mitad de lo inteligente que él y sus acólitos creen que es.
Como sea, Obama lució totalmente desconcertado en su enfrentamiento con alguien que fue implacable en sus críticas. No pudo defenderse en un entorno que no era propiamente el de la torre de marfil en el que ha vivido en los últimos cuatro años con la complicidad de una prensa obsecuente y banal.
Como de alquilar balcón los próximos dos debates. Todas las miradas estarán puestas en Obama. ¿Cómo será su actuación? ¿Cómo devolverá los golpes que recibió en el primer round? Indudablemente tendrá que abandonar esa actitud olímpica que se le vio hasta ahora porque, como dicen por ahí, la pelea es peleando.
Después de lo que pasó la torta se volteó. Antes de ese primer debate Romney no podía darse el lujo de perder. Ahora es Obama el que no puede darse el lujo de volver a perder en el segundo debate y menos tan aparatosamente como fue el caso el 3 de octubre.
Tanto elogio permanente y ninguna crítica sustancial sin duda han tenido consecuencias. Una cierta prepotencia y sobrestimación de las propias capacidades es ciertamente una de ellas. Obama llegó al debate confiado y sin la suficiente preparación.
Un Romney concreto y preciso en sus propuestas e incisivo en su jabs, ante un Obama incapaz de devolver los golpes, huidizo e incómodo. Resultado: consenso total sobre el triunfo de Romney y desconcierto entre esa prensa que ha puesto a Obama en un pedestal de barro. Pocas veces se ha visto un resultado tan contundente en la historia de estos debates presidenciales de Estados Unidos.
A dos días del debate toda clase de explicaciones sobre los sucedido. Que el moderador fue fatal, que la altura de Denver no le ayudó, que el man sin el telepromter no es muy coherente, que Romney tuvo la mejor noche de su vida, y otras por el estilo. Desde la otra orilla, el comentarista Charles Krauthammer se atrevió a sugerir que posiblemente el problema de Obama es que si bien nadie discute que es inteligente, no es ni la mitad de lo inteligente que él y sus acólitos creen que es.
Como sea, Obama lució totalmente desconcertado en su enfrentamiento con alguien que fue implacable en sus críticas. No pudo defenderse en un entorno que no era propiamente el de la torre de marfil en el que ha vivido en los últimos cuatro años con la complicidad de una prensa obsecuente y banal.
Como de alquilar balcón los próximos dos debates. Todas las miradas estarán puestas en Obama. ¿Cómo será su actuación? ¿Cómo devolverá los golpes que recibió en el primer round? Indudablemente tendrá que abandonar esa actitud olímpica que se le vio hasta ahora porque, como dicen por ahí, la pelea es peleando.
Después de lo que pasó la torta se volteó. Antes de ese primer debate Romney no podía darse el lujo de perder. Ahora es Obama el que no puede darse el lujo de volver a perder en el segundo debate y menos tan aparatosamente como fue el caso el 3 de octubre.