Habría que cobrarle todas las falsedades que difundió en su corto metraje “Una verdad incómoda” (2006) que para colmo ganó dos Oscar de la Academia.
Este especie de documental pronosticaba que por esta época la humanidad estaría al borde de un cataclismo a gran escala debido al calentamiento global. ¿Al calentamiento global? Pues si, así como se lee, debido al calentamiento global. Eso era lo que estaba detrás del título.
Han pasado los años y la verdad incómoda simplemente no se dio. No ha habido ningún calentamiento global estadísticamente significativo desde 1997. The Economist reporta que aunque se le han adicionado 100 billones de toneladas de carbono a la atmósfera entre 2000 y 2010 (que representa una cuarta parte de las emisiones de CO2 que la humanidad ha colocado ahí desde 1750) “la media quinquenal de la temperatura global permaneció sin variaciones durante la década” (cita de declaración de James Hansen de la NASA en A Sensitive Matter, marzo 30 de 2013),
A toda una generación de jóvenes se les presentó en las aulas este corto metraje como lo último en análisis científico. Otros menos jóvenes lo vieron en cine o televisión. La ancestral histeria del fin del mundo que permanentemente martiriza a los seres humanos subió a escalas aun mas elevadas que cuando el planeta se enteró del problema Y2K del año 2000. Al corto metraje le siguieron varias películas explotando comercialmente el tema, y ni qué decir de las innumerables conferencias y artículos periodísticos que hicieron fiesta con el sensacionalismo detrás de las profecías que se hacían.
Al Gore engañó miserablemente a la gente que confió en él por haber sido una figura pública de cierto relieve. Lo suyo fue una estafa. No hay otra palabra para describirlo.
Tanto Gore como otros creyentes en esta causa, cuando se dieron cuenta que no se estaba dando el calentamiento global pronosticado, cambiaron el discurso. En lugar de “calentamiento global” empezaron a hablar de “cambio climático”. Y, ¿qué es “cambio climático”? Cualquier cosa. Fácil la tienen con el nuevo discurso puesto que el clima siempre ha sido cambiante, para bien o para mal.
En realidad Gore y otros que sostienen que el cambio climático es un gran problema para la humanidad ya no se atreven a hacer pronósticos específicos. Por lo menos cuando sostenían lo del calentamiento global se comprometieron con una tesis concreta comprobable. Ahora, en cambio, cualquier manifestación extrema del clima, que siempre las ha habido por montones, la describen como resultado del “cambio climático”.
Uno de los impactos de este cuento ha sido la proliferación de una gran cantidad de espontáneos que, sin saber nada de cómo opera el clima, cada vez que se presenta un huracán, un tornado, una sequía, copiosas lluvias, un fuerte calor, un fuerte frío, y hasta un terremoto, salen a achacarle la culpa al “cambio climático”.
Al Gore ha sido uno de los grandes culpables de que la gente pontifique tan bobamente sobre un tema de inmensa complejidad científica. Por ello, y por el derroche de dineros públicos en una causa no cuantificada con el suficiente rigor científico, merece que le cobren una multa que compense, aunque sea muy parcialmente, el daño hecho.
Han pasado los años y la verdad incómoda simplemente no se dio. No ha habido ningún calentamiento global estadísticamente significativo desde 1997. The Economist reporta que aunque se le han adicionado 100 billones de toneladas de carbono a la atmósfera entre 2000 y 2010 (que representa una cuarta parte de las emisiones de CO2 que la humanidad ha colocado ahí desde 1750) “la media quinquenal de la temperatura global permaneció sin variaciones durante la década” (cita de declaración de James Hansen de la NASA en A Sensitive Matter, marzo 30 de 2013),
A toda una generación de jóvenes se les presentó en las aulas este corto metraje como lo último en análisis científico. Otros menos jóvenes lo vieron en cine o televisión. La ancestral histeria del fin del mundo que permanentemente martiriza a los seres humanos subió a escalas aun mas elevadas que cuando el planeta se enteró del problema Y2K del año 2000. Al corto metraje le siguieron varias películas explotando comercialmente el tema, y ni qué decir de las innumerables conferencias y artículos periodísticos que hicieron fiesta con el sensacionalismo detrás de las profecías que se hacían.
Al Gore engañó miserablemente a la gente que confió en él por haber sido una figura pública de cierto relieve. Lo suyo fue una estafa. No hay otra palabra para describirlo.
Tanto Gore como otros creyentes en esta causa, cuando se dieron cuenta que no se estaba dando el calentamiento global pronosticado, cambiaron el discurso. En lugar de “calentamiento global” empezaron a hablar de “cambio climático”. Y, ¿qué es “cambio climático”? Cualquier cosa. Fácil la tienen con el nuevo discurso puesto que el clima siempre ha sido cambiante, para bien o para mal.
En realidad Gore y otros que sostienen que el cambio climático es un gran problema para la humanidad ya no se atreven a hacer pronósticos específicos. Por lo menos cuando sostenían lo del calentamiento global se comprometieron con una tesis concreta comprobable. Ahora, en cambio, cualquier manifestación extrema del clima, que siempre las ha habido por montones, la describen como resultado del “cambio climático”.
Uno de los impactos de este cuento ha sido la proliferación de una gran cantidad de espontáneos que, sin saber nada de cómo opera el clima, cada vez que se presenta un huracán, un tornado, una sequía, copiosas lluvias, un fuerte calor, un fuerte frío, y hasta un terremoto, salen a achacarle la culpa al “cambio climático”.
Al Gore ha sido uno de los grandes culpables de que la gente pontifique tan bobamente sobre un tema de inmensa complejidad científica. Por ello, y por el derroche de dineros públicos en una causa no cuantificada con el suficiente rigor científico, merece que le cobren una multa que compense, aunque sea muy parcialmente, el daño hecho.