Estos colombianos hacen parte de la cultura del atajo. Lo ven todo fácil. Quieren evadir la responsabilidad de continuar con el muy laborioso esfuerzo del gobierno de Álvaro Uribe, por recobrar la seguridad y la confianza inversionista en Colombia.
Según varias encuestas, estos colombianos consideran que la educación y la salud son prioridades más importantes que la seguridad. Se engañan. Sin seguridad no hay crecimiento económico ni inversión en sectores clave como petróleo, minería e infraestructura vial. Sin crecimiento y sin esa inversión no habrá suficiente empleo y el gobierno no dispondrá de recursos para ampliar la cobertura y calidad de servicios como los de educación y salud.
Todavía las FARC no están derrotadas y cuentan con el apoyo de Hugo Chávez y con el dinero de la droga. Todavía el narcotráfico es fuerte y cuenta con el apoyo de una Corte Suprema de Justicia que ha frenado las extradiciones a Estados Unidos, como si el sistema penitenciario colombiano estuviera en capacidad de mantener en cintura a los grandes capos.
Todavía Colombia está repleto de organizaciones de malandrines, que se aprovecharían sin piedad de un gobierno confuso e ingenuo a la hora de enfrentarlas. Las fuerzas públicas necesitan más que nunca de un sostenido apoyo por parte del gobierno para mantener su mística, sin la cual es difícil exigirles resultados.
Los riesgos son muy altos con el atajo que ofrece Mockus. Sus payasadas y jueguitos insulsos, su confusión e indecisión, sus mensajes equívocos, apartarían a Colombia del rumbo que ha tomado en estos últimos años. Ese es un atajo que haría retroceder al país a épocas que los colombianos quisieran olvidar para siempre.
Según varias encuestas, estos colombianos consideran que la educación y la salud son prioridades más importantes que la seguridad. Se engañan. Sin seguridad no hay crecimiento económico ni inversión en sectores clave como petróleo, minería e infraestructura vial. Sin crecimiento y sin esa inversión no habrá suficiente empleo y el gobierno no dispondrá de recursos para ampliar la cobertura y calidad de servicios como los de educación y salud.
Todavía las FARC no están derrotadas y cuentan con el apoyo de Hugo Chávez y con el dinero de la droga. Todavía el narcotráfico es fuerte y cuenta con el apoyo de una Corte Suprema de Justicia que ha frenado las extradiciones a Estados Unidos, como si el sistema penitenciario colombiano estuviera en capacidad de mantener en cintura a los grandes capos.
Todavía Colombia está repleto de organizaciones de malandrines, que se aprovecharían sin piedad de un gobierno confuso e ingenuo a la hora de enfrentarlas. Las fuerzas públicas necesitan más que nunca de un sostenido apoyo por parte del gobierno para mantener su mística, sin la cual es difícil exigirles resultados.
Los riesgos son muy altos con el atajo que ofrece Mockus. Sus payasadas y jueguitos insulsos, su confusión e indecisión, sus mensajes equívocos, apartarían a Colombia del rumbo que ha tomado en estos últimos años. Ese es un atajo que haría retroceder al país a épocas que los colombianos quisieran olvidar para siempre.