Visto en retrospectiva, el gobierno de Juan Manuel Santos ha cometido serios errores en el diseño y manejo del proceso de paz con las Farc.
El primero de ellos fue crear unas enormes expectativas en relación con su eventual éxito. Un gran show internacional y nacional al inicio de las negociaciones. El Presidente Santos ha solicitado a la comunidad internacional su apoyo y naturalmente lo ha obtenido, al menos de palabra. El proceso se convirtió en el tema de conversación en las relaciones internacionales de Colombia. Esta etapa de los grandes show y del involucramiento de la comunidad internacional debió haber sido solamente al final del proceso y no al inicio cuando el resultado es todavía muy incierto.
La verdad es que lo que hay no es propiamente un proceso de paz. Las acciones criminales de las Farc continúan, incluidos los secuestros y todo lo relacionado con el negocio del narcotráfico. Las acciones de combate contra este grupo por parte de la Fuerza Pública tampoco han cesado. En las reuniones de La Habana se discute básicamente sobre lo divino y humano pero no sobre lo concreto. Por ejemplo, reuniones interminables sobre el tema agropecuario.
El sector agropecuario se convirtió en el trompo de poner del proceso. ¿A título de qué este sector debe acceder a las demandas políticas de sus victimarios? Pero, además, la opinión pública no tiene claridad sobre cuáles son los otros temas que son motivo de negociación. ¿Acaso lo es el ingreso al Congreso de Colombia de los líderes de las Farc? A pesar de una supuesta agenda, se desconoce hacia adonde apuntan las negociaciones.
En medio de esta confusión, el Presidente Santos incurrió en la imprudencia de señalar la lejana fecha de noviembre de 2013 como una especie de límite para llegar a una especie de resultado. O sea antes de empezar su campaña por la reelección. Pero, ¿cuál resultado? Aparentemente ni él mismo lo sabe. Su hermano, el inefable Enrique Santos Calderón, sostuvo a finales de enero que la “falta de avances puede asfixiar el proceso. El ritmo tiene que fluir mas. Llevamos cinco meses y no se ha comenzado siquiera a profundizar en el primer punto (el agrícola)”. El problema es que nadie sabe en qué hay que profundizar y para qué. El tal “tema agrícola” en abstracto lo es todo y no es nada y así igual con otros temas de la agenda.
En realidad uno de los grandes errores de este proceso fue haberlo iniciado sin que estuvieran dadas las condiciones para llegar a un acuerdo. Santos decidió embarcarse antes de tiempo por razones de estrategia política, forzando las circunstancias, y de paso alienando al ex Presidente Álvaro Uribe y a muchos de sus simpatizantes que votaron por él como continuador de las políticas de seguridad del gobierno anterior.
De hecho, en una actitud realmente infantil, Santos, sus personeros y un grupo obsecuente de los medios de comunicación, acusan a todo aquel que se muestra escéptico con los posibles resultados del proceso como “enemigos” de la paz y como voceros de una recalcitrante “derecha”. Se trata de una odiosa caricatura y de un verdadero insulto a quienes exponen tesis opuestas a las del gobierno y analizan críticamente sus acciones y políticas. Han polarizado así aun mas el ambiente, alejando apoyos que pudieran ser clave para el avance del proceso.
El sector agropecuario se convirtió en el trompo de poner del proceso. ¿A título de qué este sector debe acceder a las demandas políticas de sus victimarios? Pero, además, la opinión pública no tiene claridad sobre cuáles son los otros temas que son motivo de negociación. ¿Acaso lo es el ingreso al Congreso de Colombia de los líderes de las Farc? A pesar de una supuesta agenda, se desconoce hacia adonde apuntan las negociaciones.
En medio de esta confusión, el Presidente Santos incurrió en la imprudencia de señalar la lejana fecha de noviembre de 2013 como una especie de límite para llegar a una especie de resultado. O sea antes de empezar su campaña por la reelección. Pero, ¿cuál resultado? Aparentemente ni él mismo lo sabe. Su hermano, el inefable Enrique Santos Calderón, sostuvo a finales de enero que la “falta de avances puede asfixiar el proceso. El ritmo tiene que fluir mas. Llevamos cinco meses y no se ha comenzado siquiera a profundizar en el primer punto (el agrícola)”. El problema es que nadie sabe en qué hay que profundizar y para qué. El tal “tema agrícola” en abstracto lo es todo y no es nada y así igual con otros temas de la agenda.
En realidad uno de los grandes errores de este proceso fue haberlo iniciado sin que estuvieran dadas las condiciones para llegar a un acuerdo. Santos decidió embarcarse antes de tiempo por razones de estrategia política, forzando las circunstancias, y de paso alienando al ex Presidente Álvaro Uribe y a muchos de sus simpatizantes que votaron por él como continuador de las políticas de seguridad del gobierno anterior.
De hecho, en una actitud realmente infantil, Santos, sus personeros y un grupo obsecuente de los medios de comunicación, acusan a todo aquel que se muestra escéptico con los posibles resultados del proceso como “enemigos” de la paz y como voceros de una recalcitrante “derecha”. Se trata de una odiosa caricatura y de un verdadero insulto a quienes exponen tesis opuestas a las del gobierno y analizan críticamente sus acciones y políticas. Han polarizado así aun mas el ambiente, alejando apoyos que pudieran ser clave para el avance del proceso.