El segundo semestre de 2019 se ha caracterizado por una razonable liquidez, lo que ha conducido a una reanimación de la actividad económica. ¿Cómo pinta el cierre del año?
En septiembre de 2019 los medios de pago (M1) crecieron por encima de 12% anual, mientras que la liquidez ampliada (M3) lo hizo a tasas superiores al 9% anual. Este crecimiento en la liquidez supera al aumento nominal del PIB que puede estar por los lados de 7% y augura una temporada navideña mas animada que la de 2018.
Para que esta política monetaria expansiva tenga un mayor impacto positivo sobre la actividad económica se requeriría de un aumento en la velocidad de circulación del dinero, en lo cual incide el grado de confianza que tengan consumidores e inversionistas sobre el futuro del país.
Por otro lado, está el tema de lo sostenible que es una política monetaria expansiva en medio, por ejemplo, de un elevado desequilibrio en el sector externo de la economía. Hasta ahora ese elevado déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, que bordea el 5% del PIB, se ha financiado sin mayores problemas con inversión extranjera y crédito externo.
Sin embargo, coloca a Colombia en una posición de vulnerabilidad ante imprevistos como lo serían una caída en el precio internacional del petróleo o problemas políticos internos que generen incertidumbres fiscales.
A los políticos de este país habría que recalcarles que el “palo no está pa’ cucharas” y que la coyuntura demanda un mínimo de generosidad y altura en sus decisiones y apoyos (y superar rencillas que poco o nada interesan a la gran mayoría de la población).
Como sea, Colombia dispone de un nivel no despreciable de reservas internacionales. De hecho, en el último año el actual gobierno logró aumentarlas de US$47.500 millones a cerca de US$53.000 millones, un nivel que supera 7 meses de importaciones de bienes y servicios y que tranquiliza a las calificadoras internacionales de riesgo.
Adicionalmente, se ha dado en meses recientes un ajuste en la tasa real de cambio sin que la inflación se haya afectado mayormente. Se trata de un ajuste, que sin ser de las proporciones del que hubo durante 2015-2016, contribuirá de todas maneras a equilibrar las cuentas externas.
A finales de septiembre de 2019 la tasa anual de devaluación estuvo por los lados de 14,5%, varios puntos porcentuales por encima de la tasa anual de inflación de 3,8%. Mantener en lo que resta del año en términos reales un ajuste anual como el ya alcanzado en septiembre implicaría un movimiento en los próximos meses de la tasa de cambio en un rango que podría oscilar entre $3.400 por dólar y $3.600 por dólar.
Desde el punto de vista del desempeño de la inflación en este trimestre y del manejo de sus expectativas y si se tiene en cuenta el menor valor del dólar en las casas de cambio y el posible ingreso de financiación externa para el cierre fiscal, su valor se podría inclinar mas hacia el nivel inferior del rango que hacia el superior. Pero, claro está, siempre y cuando no se presenten choques externos o internos como los señalados en un párrafo anterior.