Jorge Ospina Sardi
Su campaña militar en Ucrania ha sido un desastre. Todo indica que la última ofensiva rusa en Donbas correrá la misma suerte que el fallido intento de tomarse la capital ucraniana. Entre peor le va en Ucrania mayores sus amenazas de una guerra nuclear.
Ya no es solo Putin el que lanza esta amenaza. Es también su canciller Sergei Lavrov. Por lo visto lo único que le queda a los rusos es la opción de una guerra nuclear, que sería algo así como suicidarse, pero llevándose de por medio al resto de la humanidad. Es la misma actitud criminal y cobarde de aquellos suicidas que antes del acto final resuelven acabar con la vida de quienes están a su alrededor.
Es un chantaje de la peor especie. O dejan que hagamos con Ucrania lo que se nos venga en gana o iniciamos la III Guerra Mundial con ataques nucleares. Así de desesperado está Putin. Según Lavrov, las posibilidades de una guerra nuclear no pueden subestimarse.
Para Rusia y de pronto para el resto del planeta lo que está ocurriendo en Ucrania es una sin salida. Todo apunta a que Rusia sufrirá una derrota en su loca aventura guerrista en Ucrania. Sus fuerzas armadas son indisciplinadas, poco profesionales y obsoletas desde el punto de vista logístico y tecnológico. Reorganizarlas tomaría años. Putin sencillamente no tiene los medios para alcanzar éxitos, así sean parciales, en una guerra convencional de la envergadura de la Ucrania.
Las fuerzas armadas ucranianas superan a las rusas en mística y estrategias en el campo de batalla. Cuentan ademas con armas que, aunque de menor alcance, son tecnológicamente mas sofisticadas que las de los rusos. El ejército ucraniano opera con pequeños y flexibles comandos, en donde la mayoría de las decisiones se toman con conocimiento de lo que sucede en el terreno, mientras que las tropas rusas poseen una estructura burocrática y centralizada que las hace lentas e inoperantes en su accionar.
Rusia siempre ha sido un país que se ha sentido con el derecho a poseer mas de lo que le pertenece. Quedó con esa mala costumbre después de la II Guerra Mundial y luego de promover el comunismo por todo el planeta, una ideología expoliadora cuya sede durante varias décadas fue Moscú.
Luego del desplome de la “cortina de hierro”, Rusia no se ha adaptado del todo a la pérdida de su condición de súper potencia que compartía con Estados Unidos. Tanto en lo económico como en lo militar no reúne los estándares para serlo. Pero los rusos, especialmente los de mas avanzada edad, todavía sueñan con la idea que su país es una gran potencia con el derecho de disponer de la integridad territorial de sus vecinos y de otros países. Así lo ha hecho Putin en el caso de Chechenia, Georgia, Siria y con la anexión de Crimea. Pero se ha tratado de operaciones militares mucho menos complejas como la actual de Ucrania.
Hasta ahora esas intervenciones de Rusia en el vecindario han fortalecido la imagen de Putin frente a los rusos. Da la impresión que en el caso de Ucrania una de las consideraciones fue relanzar para consumo doméstico su liderazgo. La forma prepotente como fue inicialmente presentada la intervención militar en Ucrania no dio lugar a equívocos: duraría poco tiempo y las tropas rusas serían recibidas como “liberadoras”. Bajo el liderazgo de Putin se daría otro paso en la restauración de la grandeza de Rusia.
Todo le ha salido al revés a Putin con esta intervención. Lo que se ha evidenciado es que Rusia no ha renovado su armamento y se ha quedado rezagada frente a Estados Unidos, Inglaterra y otros países en temas relacionados con guerras convencionales. En cambio, parecería que no ha perdido competitividad en armamentos de destrucción nuclear.
Rusia quedó expuesta como una potencia militar convencional de segundo orden, incapaz de salir victoriosa de una guerra que ha sido de su hechura y exclusiva responsabilidad. Seguramente el adormilado pueblo ruso poco a poco se percatará de los pésimos resultados que a todos los niveles traerá esta decisión de Putin.
Putin y los rusos son patéticos con sus amenazas de guerra nuclear. Nadie les va impedir que se suiciden y que de paso aniquilen el planeta porque sencillamente solo ellos lo pueden evitar. Nadie ganaría esa guerra. Rusia sería borrada del planeta.
Esas amenazas en realidad son inocuas porque ante ellas nada se puede hacer. Como esas amenazas no tendrán mayor impacto en el resultado de la guerra convencional que libra en Ucrania, entonces la única duda que queda es si Rusia estaría dispuesta a suicidarse para “salvar” la imagen del errático dictador que la gobierna.