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Jorge Ospina Sardi

 

Muchos analistas y políticos, cegados por su odio a Donald Trump, andan perdidos sobre los alcances y la coherencia de su programa de gobierno. Están en nada y desinforman a la opinión pública.

 

El pilar de su programa es uno muy simple. "América Primero". Esto quiere decir que la defensa de los intereses de Estados Unidos están por encima de cualquier otra consideración. Para Trump, la situación actual de las relaciones internacionales va en detrimento de esos intereses. El resto del mundo se ha aprovechado de las malas negociaciones y decisiones que varias administraciones han realizado en temas políticos y de comercio exterior. 

 

Con el seguimiento del principio ‘América Primero’ se busca llevar a Estados Unidos a su engrandecimiento político y económico, para lo cual se requiere de acciones en muchos frentes. Uno de ellos es el de la reducción de impuestos y la eliminación de toda clase de regulaciones a la actividad del sector privado con el fin de reactivar el crecimiento económico.

 

En este último aspecto ocupa lugar prioritario el desmonte de trabas y controles en sectores estratégicos como el energético. Un manejo mas permisivo de permisos ambientales y la eliminación de programas y requerimientos relacionados con los objetivos ‘woke’ establecidos en la sigla DEI (diversity, equity and inclusion, en inglés), hacen parte integral de la nueva política. 

 

 

Reducir el gasto público y elevar su eficiencia focalizándolo hacia sus funciones esenciales, es una indiscutible prioridad. Para tal efecto, se creó el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, en inglés) dirigido por Elon Musk. En pocos días de funcionamiento, DOGE ha identificado cientos de miles de millones de dólares en despilfarros y malversaciones de los dineros de los contribuyentes.

 

La reducción del gasto público contribuirá a disminuir el abultado déficit fiscal actual equivalente a 6% del PIB y ayudará a controlar una inflación que ha sido muy alta desde finales de la pandemia del COVID y que ha impedido que la Reserva Federal baje las tasas de interés a niveles consistentes con una vigorosa reactivación económica. 

 

A lo anterior se agrega el objetivo de equilibrar la balanza comercial, cuyo déficit ha oscilado año tras año durante décadas entre 4% y 5% del PIB. Y aquí entra en juego el uso de aranceles como instrumento para ‘matar dos pájaros de un tiro’. Por un lado, para recaudar ingresos y por el otro, como arma de negociación para obtener concesiones comerciales de países que consistentemente registran superávit comerciales con Estados Unidos. Hay que tener en cuenta que allá el Presidente puede fijar aranceles a su gusto, sin necesidad de aprobaciones por parte del Congreso. 

 

La amenaza y uso de aumentos arancelarios ha sido una de las políticas mas controvertidas de la administración Trump. Podría desencadenar unas impredecibles ‘guerras comerciales’ y convertirse en factor de contracción de la actividad económica global. Adicionalmente, estos aumentos no son del todo compatibles con el objetivo de reducir la inflación.

 

Pero de lo que se infiere hasta ahora es que seguramente Trump espera que varias de estas amenazas de aumentos arancelarios no se materializarán porque los países a los que se aplican cederán y harán concesiones comerciales y de otro tipo. Está por verse hasta dónde llegará con esto. 

 

 

Convertir a Estados Unidos en una economía mas competitiva mediante la eliminación de regulaciones a la actividad productiva y la reducción de impuestos, la explotación y abaratamiento de las distintas fuentes de energía, y un mas intenso aprovechamiento de un vibrante mercado interno con una inflación bajo control, con unas finanzas públicas equilibradas y con la eliminación de competencias desleales en el frente del comercio exterior, consolidaría su liderazgo económico a nivel planetario y por sobre todo, elevaría a alturas insospechadas el nivel de vida de la población. 

 

Ahora bien, la pieza faltante en este rompecabezas son las relaciones exteriores. Trump siempre ha sido muy escéptico de la institucionalidad multilateral (como en el caso de Naciones Unidas y sus entidades adscritas). Considera que Estados Unidos es el país que mas contribuye a su financiación sin recibir mayor cosa a cambio. Por el contrario, frecuentemente esta institucionalidad se alinea con intereses que le son hostiles. Se caracteriza por malgastar esfuerzos y recursos en actividades que nada que ver con los intereses mas próximos de los contribuyentes estadounidenses. 

 

Trump es básicamente un nacionalista. Cree en fortalecer a Estados Unidos como nación soberana e independiente. No considera conveniente involucrar a su país en guerras y conflictos que no comprometen su seguridad. ‘Paz a través de la fuerza’ es uno de sus lemas favoritos, lo cual significa disponer de un poderío militar suficientemente disuasivo de eventuales intenciones destructivas de otros países o de grupos hostiles. 

 

El caso de Irán es interesante: se trata de un país que manifiesta de distintas formas su hostilidad hacia Estados Unidos y hacia uno de sus principales aliados que es Israel. Para la seguridad y defensa de los intereses de Estados Unidos no es aceptable que un Iran díscolo produzca armamento nuclear. Y así Trump se lo ha hecho saber al régimen iraní. Es una línea roja que no permitirá sea traspasada. Pero si Iran cede en este punto y decide no apoyar a grupos terroristas en el Medio Oriente podrían establecerse unas relaciones diplomáticas normales y eliminar las sanciones económicas que se le han impuesto.

 

 

Con la guerra entre Rusia y Ucrania, que Trump considera es básicamente una guerra europea, su posición es también relativamente transparente: 1) si hubiera sido Presidente nunca hubiera empezado esa guerra; 2) esa guerra no va para ningún lado y es terriblemente destructiva en vidas e infraestructura; 3) por su involucramiento Estados Unidos está en posición de ser árbitro en el inicio de un proceso de paz; y 4) y dado que Rusia está dispuesta a participar en las negociaciones, Ucrania, que depende en gran medida de la ayuda militar de Estados Unidos para continuarla, deberá ser ‘inducida’ a participar en el proceso.

 

Todavía es temprano pronosticar cuál va ser el resultado final de unas eventuales negociaciones. Pero también ha sido muy interesante la reacción europea. Desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial los países europeos han estado ‘recostados’ disfrutando de la protección militar de Estados Unidos frente a las pretensiones expansionistas de Rusia. 

 

En esta ocasión los europeos se han presentado como opositores a que haya una negociación en la que sin duda Ucrania cedería territorio y su aspiración de ingresar a la OTAN. Pero Trump está convencido que Ucrania no las tiene todas consigo y que son inevitables esas concesiones a Rusia, si lo que se quiere es terminar una guerra sin fin, en cuya financiación Estados Unidos ha realizado un aporte en armas y recursos superior al de los europeos. 

 

¡Cómo pontifican estos europeos sobre cuál debe ser la política exterior de Estados Unidos frente a Rusia! Con Trump eso no funciona, porque si algo tiene claro es que en este y en otros temas como el del comercio exterior lo primero es actuar en función de los intereses de su país, lo segundo es asegurarse que efectivamente esos intereses han sido consultados, y lo tercero, pero con carácter puramente opcional, buscar compaginar esos intereses con los de sus aliados mas importantes. 

 

Todo lo anterior ha sido un ‘shock’ para muchos analistas y especialmente para esa élite globalista gobernante que viene usufructuando de los dineros y recursos de un Estados Unidos dadivoso con el resto del mundo. Nada mas ajeno a la mentalidad de Trump que financiar causas en el exterior que no contribuyen en forma directa y concreta a promover el progreso y avance de su país.

 

 

Entonces en política exterior los objetivos de Trump son predecibles. A este respecto no hay mucho misterio. Es el caso de la política migratoria. ¿Qué beneficio trae acoger millones de migrantes que ingresan ilegalmente a través de unas fronteras porosas y sin chequeo alguno sobre sus trayectorias vitales en los países de origen? 

 

Cualquier analista llegaría a la conclusión que son elevados los riesgos y costos económicos, sociales y culturales de esta política de fronteras abiertas, como de hecho se puede constatar con las experiencias que sobre este particular han tenido varios países europeos en estos últimos años. 

 

Esta es otra de las áreas donde la posición de Trump no da lugar a equívocos. Fronteras abiertas únicamente para el extranjero que ingresa legalmente al país. Es un derecho que poseen las naciones, el de defender su soberanía. Cada país disfruta de la potestad de decidir cuáles son las condiciones que impone sobre cómo y quién puede ingresar a su territorio. 

 

En realidad, nadie tiene el derecho de criticar a Trump o al gobierno de Estados Unidos por implementar una política migratoria que se ajusta a estos parámetros. No hace sentido alguno el ‘pataleo’ de sus enemigos políticos (y personas vinculadas a la farándula) en contra de una posición que es absolutamente válida desde el punto de vista de la actuación de un Presidente que ha juramentado defender la soberanía de su país

 

 

Es sorprendente que estas políticas de Trump generen tantos rechazos e indignaciones. Sin embargo, la explicación es muy simple. Estados Unidos es el país mas poderoso del planeta. Por razones obvias, los demás países prefieren que quien lo gobierne sea un derrochador y un bonachón con complejos de culpa sobre la riqueza que posee. 

 

En muchos otros países no les gusta que Estados Unidos sea administrado por personas de talante asertivo y poseedoras de criterios claros y definidos sobre qué es lo que mas le conviene a su país. 

 

Pero guste o no guste es esto último lo que el resto del planeta recibirá del gobierno de Trump. Un Estados Unidos mas competitivo en lo económico, mas austero en lo fiscal, mas fuerte en lo militar y muy comprometido solo con causas directamente asociadas con sus intereses de nación soberana e independiente. 

 

Todo esto implicará un reordenamiento en las relaciones internacionales. Trump es un negociador y quien quiera pactar con su gobierno deberá hacerlo con contraprestaciones. ¿Quiere algo? Diga lo que ofrece a cambio. No servirá mayormente implorar su colaboración o ayuda acudiendo a esos argumentos lastimosos y ambiguos que se escudan detrás de las desesperanzas derivadas de situaciones de pobreza o de desventajas grupales o tribales.