Se supo que Jorge Enrique Pizano (JEP) no murió por cianuro, mientras su hijo Alejandro (AP) si unos días después. A continuación se expone una razonable hipótesis sobre lo sucedido.

JEP sufría de cáncer linfático. El cianuro, obviamente en dosis moderadas, posee algunos efectos curativos. Uno de ellos es el que aparece en Enernews.com (“El cianuro como medicina”, mayo 28 de 2017). 

Ahí se dice que recientemente se ha descubierto de las propiedades curativas de la vitamina B-17 en contra del cáncer. En presencia del agua y de la enzima beta-glucosamidasa, la molécula de B-17 genera cianuro y benzaldehido. Individualmente estos compuestos son muy tóxicos, pero funcionando en simbiosis se multiplican considerablemente sus efectos.

La enzima beta-glucosamidasa se encuentra en cantidades importantes en las células cancerosas y muy poco en el resto del cuerpo. De manera que estas sustancias tóxicas destruyen únicamente las células cancerosas, con lo que se podría realizar una quimoterapia localizada y eficaz.

En fín, parecería entonces que la muerte de JEP fue por un imprevisto ataque cardiaco seguida de la muerte de AP por envenenamiento con cianuro. Aparentemente AP encontró una botella de agua saborizada en la oficina de JEP e ingirió de un golpe varios tragos para calmar su sed, sin percatarse de su muy tóxico contenido.

Una costumbre mandada a recoger pero bastante extendida por estos lares es esa de colocar líquidos en recipientes que no son los originales. Por ejemplo, líquidos para la limpieza en botellas de gaseosas. En este caso, una medicina muy tóxica en una botella de agua. 

Si esta hipótesis se ajusta a la realidad se trató indudablemente de una muy penosa tragedia familiar. Sería en este contexto en el que se enmarcaría el comunicado de la familia solicitando “completo respeto por nuestra dolorosa situación, por lo que pedimos que esta no sea utilizada en ámbitos como la política”.