Jorge Ospina Sardi
Siempre ha sido así y no solo en Colombia. Quien no se identifique con esas nebulosas vaguedades políticas llamadas "centro", "centro izquierda" o "centro derecha" es catalogado como extremista.
Las distintas vertientes centristas colombianas mas o menos coinciden en lo siguiente: diálogos sin fin con la gran delincuencia, expansión sin límites de las funciones gubernamentales, aumento sin tregua de los déficit fiscales y de los impuestos, costosas regulaciones y controles a la actividad privada, permanentes cambios en las reglas de juego, repartición de subsidios a diestra y siniestra sin consideración a los méritos y necesidades reales de los receptores, y enriquecimientos con la malversación de fondos públicos.
La izquierda, por su parte, va mas allá. Busca poder político absoluto para hacer y deshacer a su antojo, no solamente en términos de enriquecimientos sino también en términos de anular y someter a los opositores, a quienes piensen distinto, a quienes por alguna razón u otra consideran rivales. Es una izquierda que sin rubor alguno entrona dictadores y tiranos, por encima de cualquier institucionalidad que se interponga en el camino.
Todos los "centros", mas la izquierda antes de llegar al poder, son partidarios de gobiernos fisgones y hurgones. Todos son estatistas. Todos buscan lo mismo: empoderarse y lucrarse inmiscuyéndose con controles y depredaciones de todo tipo en la vida diaria de personas y empresas.
Ese consenso centrista recibe el apoyo de una izquierda partidaria de "todas las formas de lucha". Esa izquierda sabe que puede prosperar y avanzar con la implementación de los postulados básicos del centrismo. Esa izquierda conoce a fondo y se aprovecha sin escrúpulos de las vulnerabilidades de los vergonzantes, acomplejados y dubitativos centristas.
Esa izquierda, con el cinismo que la distingue, contribuye a propagar la idea de que son extremistas los postulados de la derecha que no encajan en el consenso centrista. De esta manera, desvían la atención y extraen del debate público el espinoso tema de su radicalismo y agenda destructora de los valores democráticos y republicanos mas preciados.
Una área en la que a los centristas casi siempre se los encuentra 'enredando la pita' es la seguridad ciudadana. Califican como extremistas a las políticas de mano firme contra la delincuencia. Los tiene sin cuidado que la evidencia muestre que cuando se han aplicado con un mínimo de diligencia, Colombia se ha vuelto mas gobernable.
Políticos centristas como en el caso de Juan Manuel Santos se han dado a la tarea de hacerle creer a la gente que no se requiere reprimir a los delincuentes porque ellos son personas de buena fe que a la primera oportunidad se convierten en ciudadanos ejemplares. Basta el perdón y olvido de sus horrendos crímenes, mas toda clase de prebendas y obsequios para lograr tan milagrosa transformación.
A los centristas nunca les importó el fracaso de los distintos procesos de paz en la historia reciente del país. Insisten en lo que nunca ha dado resultado. Siempre diciéndole al país que esos procesos fracasaron porque no estaban bien elaborados y ejecutados.
¡Qué fácil es consolarse y auto engañarse con excusas y trucos semánticos! A punta de retórica, a punta de lengua, políticos y politiqueros buscan convencer a las poblaciones que los milagros están a la vuelta de la esquina y que si no se dieron es por culpa hasta del cambio climático pero no de ellos. Lo grave es cuando la búsqueda de esos milagros trae consigo un gran deterioro en las condiciones de vida de poblaciones enteras, lo cual sucede con aterradora frecuencia.
Los políticos centristas se distinguen por otra característica y es su condescendencia con la izquierda. Son por lo general rebeldes e inconformes frustrados. Simpatizan en el fondo de sus corazones con quienes sí están en eso sin tapujos.
Creen que pueden "civilizar" a la izquierda en lo que concierne a lograr su respeto y apego a las formas constitucionales democráticas y republicanas. Y hasta se las dan de que esta postura es "inteligente" y propia de "estadistas".
En Colombia esa izquierda no solo busca entronar dictadores y tiranos sino que para tal efecto acude a lo que sus intelectuales llaman "todas las formas de lucha", pero que no es mas que un eufemismo para "todas las formas imaginables de delincuencia". Los peores delitos, los de lesa humanidad y todos los demás, justifican el logro de los objetivos políticos.
Esta izquierda ensalza a los centristas para utilizarlos como idiotas útiles. A sus espaldas, los menosprecian y se burlan de ellos. Pero públicamente hasta votan por ellos. El ego de los centristas se infla con ese apoyo. Con eso la izquierda logra neutralizar los esfuerzos de la derecha para establecer unos límites razonables a lo que puede permitirse y lo que no debe permitirse en la actividad política.
En el caso colombiano, los centristas se hacen los de la vista gorda cuando se les dice que sus políticas han sido un fracaso. Que el desgobierno no es solamente ahora el de Gustavo Petro sino que también lo fue el de Juan Manuel Santos y el de Iván Duque.
Que estas administraciones centristas fueron condescendientes con todas las formas de delincuencia. Que el mensaje a la población no ha podido ser mas equívoco: el delito en todas sus formas sí paga y de qué manera.
Pero además que fueron derrochones con el gasto público, al tiempo que restringieron de manera inexplicable la explotación de una fuente insustituible de riqueza, la de los inmensos recursos naturales que posee Colombia.
Que transigieron mas allá de lo razonable con las pretensiones de quienes han destruido la educación pública. Que no capitalizaron al sector salud como correspondía hacerlo. Que no evitaron que los recursos públicos se malgastaran en la financiación de un muy ineficiente entramado burocrático.
Que no controlaron en nada la corrupción de la clase política que los apoyaba y que se aprovechó a sus anchas del río revuelto ocasionado por el despelote administrativo e institucional imperante.
Los centristas tienen el descaro de descalificar como "extremistas" a quienes se oponen a ese estado de cosas y a quienes han estado alejados de esos turbios manejos, por ejemplo, como en el caso del actual candidato a la Presidencia Abelardo De La Espriella.
Alegan que el país no es gobernable si se le da la oportunidad a un gobierno de derecha. ¿Y por qué no es gobernable? Plantean el falaz argumento que los dos dos extremos del espectro político son idénticos y que ambos no reúnen las capacidades y las ideas apropiadas para sacar al país de su crisis actual.
¿De qué diablos hablan estos centristas? Colombia pasó de ser un país relativamente gobernable al final de la administración de Álvaro Uribe a uno ingobernable durante los siguientes gobiernos centristas. Su impronta fue la de un país con altos déficit fiscales, un sector público financiado con deuda creciente, aumento significativo del narcotráfico, corrupción desbordada y pérdida de valores morales fundamentales que cimentan la pacífica convivencia entre sus habitantes.
La derecha lo que quiere es fortalecer la institucionalidad democrática y republicana y propone hacerlo dentro de los cauces constitucionales vigentes. Hacer de Colombia un país viable con un gobierno de tamaño financiable, con una administración pública mas liviana y eficiente, y con unos impuestos y regulaciones razonables y no asfixiantes.
Un país con un sistema de seguridad pública que se aplique sin favoritismos ni excepciones, y con una fuerza pública debidamente equipada y apoyada.
Un país con sistemas de salud y educación con cubrimientos universales y calidades igualitarias en lo básico, con la explotación responsable de sus recursos naturales, y con una activa promoción de actividades en las que se dispone de indudables ventajas comparativas como en el caso del turismo y la agroindustria. La lista de iniciativas y propuestas es inagotable, pero se necesita valor para implementarlas, lo que ha brillado por su ausencia en los gobiernos centristas recientes.
La lista es inagotable porque Colombia es un país donde hay mucho por hacer y por mejorar. El proyecto de la derecha es básicamente ese: construir no destruir, avanzar no retroceder, explotar potencialidades y no desaprovechar oportunidades.
¿Es ese un proyecto extremista? Para nada. ¿Es ese un proyecto radical? Tampoco. ¿Es ese un proyecto ambicioso? Pues sí que lo es, especialmente porque el consenso centrista que ha gobernado al país se ha distinguido por la precariedad de sus logros y por la falta de claridad intelectual de sus propuestas. Al final de cuentas, por unas estrategias fallidas en temas fundamentales como el de la seguridad ciudadana, el desarrollo económico y las oportunidades de progreso para grandes núcleos de la población que se encuentran en la pobreza.
La derecha rehúsa amancebarse con el marasmo económico y social centrista, al tiempo que combate la radicalidad destructiva y pretensiones tiránicas de la izquierda. Si eso es lo que los políticos y politiqueros colombianos tildan de "extremista" habrá que solicitarle a la Real Academia de la Lengua una total redefinición del significado de esta expresión.
