Jorge Ospina Sardi
Solo atrasos han traído programas políticos y económicos neoestatistas como el que propone Gustavo Petro. Se basan en la premisa que el progreso se logra gastando riqueza que no existe o que no se posee.
1) No se conocen experiencias positivas con el neoestatismo en América Latina o en otras regiones del planeta en temas como el desempeño de la economía y las reducciones de pobrezas y desigualdades. Tampoco las hay en materia de defensa y promoción de las libertades y derechos individuales mas apreciados y de una razonable separación de los poderes públicos.
¿Dónde hay un ejemplo de mostrar que atestigüe sobre la eficacia y bondad de las políticas neoestatistas? En ninguna parte.
No es sino apreciar el desastre político y económico de países como Cuba y Venezuela. En menor proporción, las experiencias de Argentina y Bolivia. También la de otros países latinoamericanos en otras épocas como en Chile cuando Salvador Allende, como en Perú durante el primer gobierno de Alan García, como en Brasil durante el segundo gobierno de Lula da Silva, y así la lista podría extenderse considerablemente.
Si bien los resultados de los modelos neoestatistas han sido peores en unos países que en otros países, el común denominador es la suma de los negativos. No hay trayectorias dignas de destacar en términos de desarrollo político y económico. Al contrario, con la adopción de esos modelos, ‘a andar de para atrás como el cangrejo’.
2) ¿Qué distingue al neoestatismo? Ante todo un crecimiento desmedido del sector público a costa de la vitalidad del sector privado y de las instituciones intermedias de la sociedad civil. El neoestatismo se nutre de la creencia que los gobernantes son curanderos de todos lo males, y que nada ni nadie se debe interponer en su camino.
Los gobernantes neoestatistas son dados a utilizar el poder para endiosarse. Con ellos no hay vacilaciones: el fin justifica los medios. Tienden a creerse el cuento que son el centro del universo y que poseen la varita mágica para resolver todos los problemas habidos y por haber. En el proceso, extienden el ámbito estatal a todos los rincones de la sociedad, mucho mas allá de lo razonable no solo desde el punto de vista de consideraciones de eficiencia y de descentralización de gestiones, como también de las relacionadas con las disponibilidades de recursos y las posibilidades de financiación.
Son los diversos estamentos de la sociedad civil los que conservan y crean riqueza. No son los gobiernos: ellos, por el contrario, son los que se la gastan. Casi siempre, mas allá de las disponibilidades reales de los recursos con los que cuentan.
El neoestatismo critica a quienes piden eficacia, gestión y límites en el manejo del gasto de los gobiernos. Plantea que quienes crean la riqueza deben repartirla entre el resto de la sociedad según criterios fijados por los gobernantes de turno.
Gobernantes estos duchos en redistribuirla a su favor y en beneficio de sus mas cercanos adeptos. Parecidos a las langostas: solo dejan migajas a su paso después de la rebatiña.
Para efectos de una financiación de gobiernos caracterizados por crecimientos fuera de órbita, los gobernantes neoestatistas acuden a gigantescas emisiones monetarias cuya contraprestación son unas muy elevadas inflaciones, que no son otra cosa que la tributación mas gravosa que una sociedad pueda imponerle a sus poblaciones mas vulnerables.
Como con las emisiones monetarias no se llena la copa, entonces lo que sigue para los gobernantes neoestatistas es la apropiación de ahorros representados en reservas internacionales y en fondos como los de las pensiones, la expoliación con mas impuestos a la actividad productiva, la toma de posesión de facto de riquezas ajenas, y endeudamientos tan altos como lo permitan los acreedores.
El resultado final: la desaparición de los procesos de conservación y creación de riqueza, un sector privado raquítico al lado de un sector público mamotrético, y el empobrecimiento y quiebra generalizada de todos los estamentos sociales, con excepción por supuesto del pequeño núcleo que usufructúa el poder. En últimas, la reiteración de los malos resultados que siempre generan los intentos de gastarse una riqueza que no existe o que no se posee.
3) Al final de cuentas, el objetivo primario de los gobernantes neoestatistas es consumir la riqueza disponible y la no disponible. No les preocupa en absoluto las seguridades jurídicas y las remuneraciones que deben recibir quienes con sus esfuerzos y tiempos se embarcan en acrecentarla. Menos aun los desvela el tema de la configuración de entornos competitivos que premien a quienes mas aportan y se destaquen en la actividad productiva.
Los gobernantes neoestatistas terminan por succionar las energías del sistema económico y por transformar a las ramas legislativa y judicial y a la fuerza pública en unas de bolsillo dedicadas primordialmente a velar por la defensa de sus mezquinos intereses. A eso lo llaman ‘logros del pueblo’.
No se requieren dotes de profeta para adivinar por donde iría el agua del molino si en Colombia se impone el neoestatismo que pregona Gustavo Petro. Se puede estar descontento con unas determinadas situaciones, pero lo que no hace sentido alguno es votar por una alternativa que haría ver como un paraíso perdido la realidad de la que tanto nos quejamos.