El cuento según el cual "las puertas de la paz no están cerradas" perdió vigencia después de los últimos atentados de la guerrilla.
Sin embargo, el gobierno sigue con el cuento, como si nada hubiera pasado desde la posesión de Juan Manuel Santos como Presidente de Colombia. Ese anuncio de Santos en el discurso de su posesión fue respondido con una serie de salvajes atentados terroristas por parte de las FARC. La reacción del gobierno no ha sido clara.
En un reciente foro de derechos humanos organizado por USAID y la facultad de derecho de la Universidad de los Andes, el Vicepresidente Angelino Garzón señaló que las "tales" puertas no están cerradas y que las eventuales conversaciones serían sin condicionamientos por parte de los grupos ilegales. De modo que el gobierno si está pensando en "eventuales" conversaciones.
Señaló Garzón que esas conversaciones tendrían lugar sin condicionamientos por parte de la guerrilla. ¡Valiente aclaración de Perogrullo la del Vicepresidente!
Más le valiera al gobierno anunciar que las "tales" y las "eventuales" no están en su agenda. Porque mientras lo estén, los colombianos sufrirán las consecuencias de toda clase de terribles atentados, dirigidos a mostrar que las FARC son más fuertes de lo que son. Que son tan fuertes y poderosas, que las "eventuales" son de tu a tu.
Sin proponérselo Santos, las FARC han recibido un segundo aire, y lo están aprovechando. Lo que ha pasado en materia de seguridad en los primeros días de su mandato muestra a un gobierno que ha sido sorprendido por emboscadas y atentados en distintos lugares del país.
El ministro de Defensa Rodrigo Rivera no inspira confianza, al menos hasta ahora. No se le ve con la fuerza requerida para tomar el toro por los cuernos. No se le ve en control de la situación. A las Fuerzas Armadas se las ve perplejas por lo que ha sucedido (incluyendo accidentes tan estúpidos como el del helicóptero Black Hawk en el que se transportaba a las escoltas del Presidente).
La sensación que ha quedado en el aire en materia de seguridad después del primer mes del gobierno de Santos es la de un retorno a la patria boba que existía antes de Álvaro Uribe. El nuevo gobierno no se puede dar este lujo, así reciba toda clase de halagos por sus "buenas intenciones" por parte de figurines de la comunidad internacional. Estos figurines tienen a Colombia por conejillo de laboratorio y no son los que sufren en carne propia los estragos de los atentados de la guerrilla.
Los que si sufren las funestas consecuencias del terrorismo guerrillero son los colombianos de carne y hueso. Los mismos que apoyaron en las duras y las maduras al anterior gobierno, y que no dudarán en quitarle su apoyo al actual si en esta crucial área baja la guardia y confunde el rumbo.
En un reciente foro de derechos humanos organizado por USAID y la facultad de derecho de la Universidad de los Andes, el Vicepresidente Angelino Garzón señaló que las "tales" puertas no están cerradas y que las eventuales conversaciones serían sin condicionamientos por parte de los grupos ilegales. De modo que el gobierno si está pensando en "eventuales" conversaciones.
Señaló Garzón que esas conversaciones tendrían lugar sin condicionamientos por parte de la guerrilla. ¡Valiente aclaración de Perogrullo la del Vicepresidente!
Más le valiera al gobierno anunciar que las "tales" y las "eventuales" no están en su agenda. Porque mientras lo estén, los colombianos sufrirán las consecuencias de toda clase de terribles atentados, dirigidos a mostrar que las FARC son más fuertes de lo que son. Que son tan fuertes y poderosas, que las "eventuales" son de tu a tu.
Sin proponérselo Santos, las FARC han recibido un segundo aire, y lo están aprovechando. Lo que ha pasado en materia de seguridad en los primeros días de su mandato muestra a un gobierno que ha sido sorprendido por emboscadas y atentados en distintos lugares del país.
El ministro de Defensa Rodrigo Rivera no inspira confianza, al menos hasta ahora. No se le ve con la fuerza requerida para tomar el toro por los cuernos. No se le ve en control de la situación. A las Fuerzas Armadas se las ve perplejas por lo que ha sucedido (incluyendo accidentes tan estúpidos como el del helicóptero Black Hawk en el que se transportaba a las escoltas del Presidente).
La sensación que ha quedado en el aire en materia de seguridad después del primer mes del gobierno de Santos es la de un retorno a la patria boba que existía antes de Álvaro Uribe. El nuevo gobierno no se puede dar este lujo, así reciba toda clase de halagos por sus "buenas intenciones" por parte de figurines de la comunidad internacional. Estos figurines tienen a Colombia por conejillo de laboratorio y no son los que sufren en carne propia los estragos de los atentados de la guerrilla.
Los que si sufren las funestas consecuencias del terrorismo guerrillero son los colombianos de carne y hueso. Los mismos que apoyaron en las duras y las maduras al anterior gobierno, y que no dudarán en quitarle su apoyo al actual si en esta crucial área baja la guardia y confunde el rumbo.