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Fue víctima de su propio invento. Sus países miembros jugaron a revivirlo y en el proceso despertaron a las fuerzas de mercado que actualmente lo están destruyendo.
 
En la reunión del 27 de noviembre de 2014 de la OPEP no se redujeron las cuotas de producción de los 12 países que conforman el cartel. El techo de su producción seguirá en 30 millones de barriles diarios, que en la práctica es mas si se tiene en cuenta que en octubre produjo 31 millones de barriles y que, con excepción de cuatro meses, durante los últimos 34 meses superó ese supuesto máximo.

Los 30 millones de barriles diarios de producción tope representan apenas cerca de 31% de la producción global actual, la que se aproxima a los 93 millones de barriles. Se estima que los países de la OPEP, especialmente Arabia Saudita y los países del Golfo, sin las restricciones originadas en las decisiones del cartel, estarían en capacidad de producir unos 6 millones de barriles diarios adicionales.

Lo cierto es que la participación de mercado actual del cartel dista de ser la de sus inicios por allá en los años setenta cuando representaba cerca del 52% de la producción mundial. Pero lo mas grave para la OPEP no es su relativamente reducida participación actual. Lo mas grave es el aumento de la producción que se viene dando por fuera del cartel y cuyo protagonista central es ni mas ni menos que Estados Unidos (y su vecino Canadá).

En estos dos países las grandes, medianas y pequeñas compañías privadas petroleras han desarrollado y explotado la tecnología no convencional del “fracking” (hydraulic fracturing). Lo hicieron especialmente a partir de 2005-2006 cuando el precio internacional del petróleo empezó a aumentar aceleradamente como resultado no solo del alto crecimiento de la economía global en ese entonces, sino también, precisamente, por la restricción de la oferta que se auto impusieron los países de la OPEP.

Fue también a mediados de la primera década de este siglo cuando la producción convencional de petróleo de Estados Unidos cayó a su nivel mas bajo en muchos años. Durante 2005-2008 su producción bordeó los 5 millones de barriles diarios, e incluso en algunos meses se redujo por debajo de ese nivel. Se trató de un descenso progresivo, pero incontenible, que empezó después de 1985 cuando se produjeron 9 millones de barriles diarios.

De manera que la combinación de una baja producción de petróleo en Estados Unidos, de una restricción de la oferta por parte de los países de la OPEP, y del mas alto crecimiento económico global de los últimos tiempos (y por lo tanto de la demanda), fue determinante en el alza de los precios internacionales, los que pasaron de un promedio de US$20 barril durante 1994-2002, a US$40 barril en 2004, a US$60 barril en 2006, a US$80 barril en 2007, y a mas de US$120 barril a mediados de 2008.

Si bien con la Gran Recesión de 2008-2009 el precio internacional se desplomó a niveles en el horizonte de US$70 barril, a partir de 2010 empezó a aumentar nuevamente impulsado por recortes adicionales de las cuotas de producción de la OPEP, por el alto crecimiento económico de la economía de China y otros países emergentes y por la recuperación, un tanto lánguida, de las economías de Estados Unidos y de Europa.

Fue así que en 2011 y de ahí adelante hasta mediados de 2014 el precio internacional fluctuó alrededor de US$100 barril. Pero al tiempo que esto sucedía, se empezaron a presentar incrementos en la producción, que pueden considerarse dramáticos.

Tal como suele ser el caso en el sector petrolero, el impacto de un ciclo alto de inversiones en exploración y explotación tiende a reflejarse en la producción cuatro o mas años después de que se ha iniciado. Durante 2004-2010 la producción mundial de petróleo se mantuvo alrededor de 82 millones de barriles diarios. Hubiera podido ser mayor, pero las restricciones de la OPEP lo impidieron.

Sin embargo, la copa de la producción empezó a desbordarse a partir 2011 gracias a la revolución tecnológica del “fracking” que por esa época empezaba a cosechar plenamente lo sembrado en años anteriores. La producción de Estados Unidos pasó de 5.5 millones de barriles diarios en 2011 a 6.3 millones de barriles diarios en 2012, a 7.6 millones de barriles diarios en 2013 y a 9 millones de barriles diarios en 2014. A lo que se agrega el aumento cercano a un millón de barriles diarios en Canadá en estos últimos tres años.

Y lo anterior sin contar los líquidos que se separan del gas natural que en el caso de Estados Unidos ascienden actualmente al equivalente de mas de 2 millones de barriles diarios. Al sumar estos líquidos, Estados Unidos ya se convirtió en el mayor productor de petróleo del planeta, por encima de Arabia Saudita y de Rusia.
 
Pero la historia no termina en 2014. Se espera al menos otro aumento de 1.2 millones de barriles diarios en la producción de petróleo de Estados Unidos en 2015, e incrementos anuales promedio de 0.8 millones de barriles diarios hasta 2020. O por lo menos este era el escenario hasta la caída reciente del precio.

Con una arrogancia que raya en la ridiculez tanto representantes de los países miembros de la OPEP como de Rusia (cuya producción en 2014 de petróleo y líquidos separados del gas natural se calcula en 10.6 millones de barriles diarios) manifestaron que su decisión de no restringir la producción y dejar que el precio cayera estaba dirigida a sacar del mercado a los productores marginales de Estados Unidos, y que en un año retornarían los precios altos.

La tozuda realidad es que con una sobre oferta que estimativos conservadores ponen en 2 millones de barriles diarios y que puede aumentar en 2015 por la mayor producción de Estados Unidos (y Canadá) y por la debilidad que se observa en la demanda global afectada por los altos precios anteriores, cualquier decisión de la OPEP de limitar su producción mas allá del techo actual los 30 millones de barriles diarios no hubiera tenido impacto alguno sobre la tendencia descendente del precio.

Es mas, una decisión de esa naturaleza se hubiera traducido en una pérdida en la participación de mercado de la OPEP adicional a la de los 10 puntos porcentuales que se ha dado en estos últimos cuatro años, lo que para miembros como Arabia Saudita resulta inaceptable.

Los gobiernos de los países miembros de la OPEP, la mayoría de ellos dictatoriales, todavía no salen de su asombro con los incrementos recientes de la producción petrolera de Norteamérica. Tampoco otros gobiernos aletargados y complacientes como en el caso de Brasil y Colombia. En estos países, al igual que en Rusia, las principales protagonistas son unas empresas estatales que los gobiernos exprimen, como si se tratara de vacas lecheras, para financiar sus gastos.

Es lo opuesto a lo que sucede en Estados Unidos (y Canadá). Allá no hay empresas estatales petroleras. Allá las protagonistas son todas empresas privadas. No se puede hablar, como lo hacen los medios de comunicación, que ante los bajos precios lo que se vienen es un enfrentamiento por la supervivencia entre un ente llamado “Estados Unidos” y los países de la OPEP y Rusia.  

Lo que en la práctica se viene es una competencia por la supervivencia entre las grandes, medianas y pequeñas petroleras privadas que son las dueñas del petróleo que se produce en Estados Unidos (y Canadá), varias de las cuales involucradas en el desarrollo y explotación de la nueva tecnología del “fracking”, y las burocratizadas y politizadas empresas estatales de los países de la OPEP y Rusia.

No parece arriesgado pronosticar cuál será el desenlace de este “enfrentamiento”. En los años setenta la OPEP restringió la producción y generó un período de altos precios internacionales por el crudo. La respuesta no se hizo esperar: después de 10 años de esos altos precios, se incentivó la entrada en escena de nuevos países productores como Noruega, Reino Unido y México, y en otros como en Estados Unidos se dio un aumento significativo de la producción.

Luego, en los años ochenta, los precios internacionales se desplomaron y el cartel de la OPEP se desboronó. Se inició un ciclo de precios bajos que duró mas de 20 años.

Algo similar podría ocurrir ahora con el detonador del desarrollo de la tecnología no convencional del “fracking”. Aunque algunos de estos nuevos emprendimientos requieren de precios por encima de US$70 barril para ser rentables, no son la mayoría. Pero además, se trata de una tecnología en evolución y los mas serios analistas consideran que es alto su potencial de reducción de costos, mas aún si se tiene en cuenta que se trata de una tecnología administrada por empresas privadas que están invirtiendo fuertemente en investigación y desarrollo.

Son pocos los analistas que se han percatado que la inversión en petróleo y gas en los Estados Unidos está en niveles récord. En 2014, por ejemplo, superó los US$200.000 millones y constituyó, por primera vez en la historia de ese país, un 20% de la inversión privada total en capital fijo.

Así las cosas, las perspectivas son las de que los bajos precios internacionales del petróleo llegaron para quedarse. La esperada normalización de las exportaciones de Libia y eventualmente de las de Iraq (dos países de la OPEP no sometidos a sus techos), contribuirían a consolidar aún mas esta tendencia. Ni qué decir si se levantan algunas de las exageradas restricciones que la administración de Barack Obama tercamente le ha impuesto a los proyectos de exploración y explotación con tecnología convencional.

En resumen, da la impresión que hasta aquí llegó, al menos por algún tiempo, el cartel de la OPEP, que se volvió inconsecuente lo que en sus reuniones se decida, y que las empresas privadas que explotan el petróleo de Estados Unidos (y Canadá) están mas capacitadas y preparadas que las empresas estatales de los países de la OPEP y de Rusia para defenderse de los descensos en los precios internacionales.