En 2010, los ingresos por concepto de inversión extranjera directa fueron US6.760 millones, los más bajos desde 2006.
En relación con 2009, año de crisis económica global, el descenso fue de 5,3%. Si la comparación se hace con 2008, el desplome fue de 36,2%. Con respecto al nivel de 2007, la disminución fue de 25,3%.
En el sector petróleo se presentó un leve aumento de la inversión extranjera en 2010, pero hay que tener en cuenta que el nivel de 2009 fue históricamente bajo debido a la caída que se presentó en los precios internacionales del crudo durante ese año. En minería hubo un descenso de 32,1%. En todos los demás sectores la tendencia fue claramente descendente, con excepción de aquella en establecimientos financieros que aumentó 31,2% frente al año anterior.
El nuevo gobierno de Juan Manuel Santos ha tomado muy a la ligera el tema de la inversión extranjera. Incrementó alegremente el nivel de tributación directa a las grandes empresas, que en buena medida son extranjeras. Actualmente ese nivel no es competitivo. Por ejemplo, es bastante superior al de países como Perú y Chile.
Colombia no es la “linda” del Continente para la inversión extranjera como piensan muchos colombianos, incluidos altos funcionarios del gobierno de Juan Manuel Santos. Sufre todavía de problemas graves de violencia y orden público, sus impuestos son elevados, la tramitología es asfixiante, posee un sistema cambiario y aduanero que es una entelequia, y hay un ambiente abiertamente hostil de su clase dirigente en relación con la explotación minera. Para rematar, sus vecinos tienen un TLC con Estados Unidos, mientras que Colombia no lo tiene.
No hay política para atraer la inversión extranjera por parte del gobierno de Juan Manuel Santos. Por ejemplo, es inconcebible la actitud de este gobierno y de la clase dirigente colombiana, en un país pobre y con tantas necesidades básica insatisfechas, de no abordar con seriedad el tema del desarrollo de la minería de oro, que podría proporcionar miles de millones de dólares en divisas y recursos fiscales.
Parecería que Santos no se ha percatado que los recursos para la prosperidad no caen del cielo, sino que hay que buscarlos, trabajarlos y crear condiciones verdaderamente competitivas y amigables para quienes traen capitales externos al país.
Si Colombia no logra atraer un flujo importante de inversión extranjera durante los próximos años, no habrá posibilidades de crecer sostenidamente a altas tasas, expandir la inversión en infraestructura y el gasto social, y desarrollar como debería ser el potencial petrolero y minero.
El déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos de Colombia tuvo un significativo aumento en 2010. Ese déficit pasó de $5.141 millones en 2009 a US$8.944 millones, superando la barrera de 3% del PIB, y se dio no obstante los elevados precios internacionales del petróleo y de otros productos básicos de exportación. La única forma de financiar sanamente estos déficit es con inversión extranjera directa, de aquella comprometida con el desarrollo a largo plazo de sectores productivos.
El gobierno de Santos, también en forma alegre, se ha comprometido con un programa de gasto público muy ambicioso, sin que se sepa muy bien de dónde saldrán los recursos, y en momentos en los cuales el déficit del gobierno nacional es cercano a 4% del PIB y el del sector público consolidado a 3,6% del PIB. Se trata de déficit relativamente altos porque se dan cuando la economía crece a tasas superiores al 4% y en medio de altos precios internacionales de los principales productos de exportación.
Como van las cosas, un eventual retroceso de la economía global en el segundo semestre de 2011 o en el primero de 2012, tomará a Colombia sin ingresos compensatorios significativos por concepto de inversión extranjera directa, en contraste con lo que sucedió en 2008-2009 cuando estalló la primera crisis económica global.
En el sector petróleo se presentó un leve aumento de la inversión extranjera en 2010, pero hay que tener en cuenta que el nivel de 2009 fue históricamente bajo debido a la caída que se presentó en los precios internacionales del crudo durante ese año. En minería hubo un descenso de 32,1%. En todos los demás sectores la tendencia fue claramente descendente, con excepción de aquella en establecimientos financieros que aumentó 31,2% frente al año anterior.
El nuevo gobierno de Juan Manuel Santos ha tomado muy a la ligera el tema de la inversión extranjera. Incrementó alegremente el nivel de tributación directa a las grandes empresas, que en buena medida son extranjeras. Actualmente ese nivel no es competitivo. Por ejemplo, es bastante superior al de países como Perú y Chile.
Colombia no es la “linda” del Continente para la inversión extranjera como piensan muchos colombianos, incluidos altos funcionarios del gobierno de Juan Manuel Santos. Sufre todavía de problemas graves de violencia y orden público, sus impuestos son elevados, la tramitología es asfixiante, posee un sistema cambiario y aduanero que es una entelequia, y hay un ambiente abiertamente hostil de su clase dirigente en relación con la explotación minera. Para rematar, sus vecinos tienen un TLC con Estados Unidos, mientras que Colombia no lo tiene.
No hay política para atraer la inversión extranjera por parte del gobierno de Juan Manuel Santos. Por ejemplo, es inconcebible la actitud de este gobierno y de la clase dirigente colombiana, en un país pobre y con tantas necesidades básica insatisfechas, de no abordar con seriedad el tema del desarrollo de la minería de oro, que podría proporcionar miles de millones de dólares en divisas y recursos fiscales.
Parecería que Santos no se ha percatado que los recursos para la prosperidad no caen del cielo, sino que hay que buscarlos, trabajarlos y crear condiciones verdaderamente competitivas y amigables para quienes traen capitales externos al país.
Si Colombia no logra atraer un flujo importante de inversión extranjera durante los próximos años, no habrá posibilidades de crecer sostenidamente a altas tasas, expandir la inversión en infraestructura y el gasto social, y desarrollar como debería ser el potencial petrolero y minero.
El déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos de Colombia tuvo un significativo aumento en 2010. Ese déficit pasó de $5.141 millones en 2009 a US$8.944 millones, superando la barrera de 3% del PIB, y se dio no obstante los elevados precios internacionales del petróleo y de otros productos básicos de exportación. La única forma de financiar sanamente estos déficit es con inversión extranjera directa, de aquella comprometida con el desarrollo a largo plazo de sectores productivos.
El gobierno de Santos, también en forma alegre, se ha comprometido con un programa de gasto público muy ambicioso, sin que se sepa muy bien de dónde saldrán los recursos, y en momentos en los cuales el déficit del gobierno nacional es cercano a 4% del PIB y el del sector público consolidado a 3,6% del PIB. Se trata de déficit relativamente altos porque se dan cuando la economía crece a tasas superiores al 4% y en medio de altos precios internacionales de los principales productos de exportación.
Como van las cosas, un eventual retroceso de la economía global en el segundo semestre de 2011 o en el primero de 2012, tomará a Colombia sin ingresos compensatorios significativos por concepto de inversión extranjera directa, en contraste con lo que sucedió en 2008-2009 cuando estalló la primera crisis económica global.