La aceptación de que la felicidad no existe es para este sabio personaje un elemento clave en lo que llama “una mejor vida”. Su búsqueda solo trae frustraciones.
El doctor Pacha Quin afirma que la razón fundamental por la cual la felicidad no existe es la finitud de la vida humana. Como sostenía Francisco de Quevedo, “apenas se nace, se empieza a morir”. La transitoriedad de la vida humana antagoniza con cualquier concepto absoluto y abstracto de felicidad.
En otras épocas, la felicidad estuvo reservada para la otra vida, para la vida eterna. Pero fue especialmente en el Siglo XVIII, con la llamada Ilustración, cuando a unos pretensiosos filósofos se les ocurrió la idea de que la felicidad era de este mundo y no del otro. Desde entonces abundan quienes con una lámpara de Diógenes la buscan y pontifican sobre sus características.
La otra consideración que lleva a pensar que la felicidad es un ideal de la imaginación y no de la razón, como decía Inmanuel Kant, son las imperfecciones de los seres humanos. No solamente estamos expuestos a morir en cualquier momento sino que nunca descansamos en paz frente a nuestras propias limitaciones, inseguridades y tribulaciones, al tiempo que tenemos que enfrentar permanentemente las hostilidades e incomprensiones de quienes nos rodean.
Hacemos hasta lo imposible por destruirnos y nos cuesta, por consideraciones de resentimientos, control y poder, evitar hacer lo mismo con quienes se cruzan en nuestro camino.
No tiene sentido clamar al cielo con indignación ante un Dios o unos dioses por las contrariedades y desdichas que se padecen, como si no fuera la condición específica del ser humano la causante. Como si se tratara de un tema de “justicia divina". Como si fuerzas del mas allá tuvieran la obligación de estar pendientes de las minucias de la realidad humana.
En otras épocas, la felicidad estuvo reservada para la otra vida, para la vida eterna. Pero fue especialmente en el Siglo XVIII, con la llamada Ilustración, cuando a unos pretensiosos filósofos se les ocurrió la idea de que la felicidad era de este mundo y no del otro. Desde entonces abundan quienes con una lámpara de Diógenes la buscan y pontifican sobre sus características.
La otra consideración que lleva a pensar que la felicidad es un ideal de la imaginación y no de la razón, como decía Inmanuel Kant, son las imperfecciones de los seres humanos. No solamente estamos expuestos a morir en cualquier momento sino que nunca descansamos en paz frente a nuestras propias limitaciones, inseguridades y tribulaciones, al tiempo que tenemos que enfrentar permanentemente las hostilidades e incomprensiones de quienes nos rodean.
Hacemos hasta lo imposible por destruirnos y nos cuesta, por consideraciones de resentimientos, control y poder, evitar hacer lo mismo con quienes se cruzan en nuestro camino.
No tiene sentido clamar al cielo con indignación ante un Dios o unos dioses por las contrariedades y desdichas que se padecen, como si no fuera la condición específica del ser humano la causante. Como si se tratara de un tema de “justicia divina". Como si fuerzas del mas allá tuvieran la obligación de estar pendientes de las minucias de la realidad humana.
La realización de que la felicidad no existe facilita la espontánea percepción de las cosas buenas de la vida cuando ellas se dan. Conduce a un dimensionamiento razonable de los logros y éxitos personales alcanzados. Lleva al reconocimiento que hay satisfacciones limitadas en tiempo y espacio que dignifican la vida.
Según el doctor Pacha Quin, la búsqueda de la inalcanzable felicidad encandila y obnubila, al punto de que se pierde la perspectiva sobre lo que constituye el día a día de la alegría de vivir.
Según el doctor Pacha Quin, la búsqueda de la inalcanzable felicidad encandila y obnubila, al punto de que se pierde la perspectiva sobre lo que constituye el día a día de la alegría de vivir.