Este si debería ser un discurso importante para el Presidente Obama. Uno en el que podría jugarse su futuro político.
El miércoles 13 de abril de 2011 Obama lanzará su plan de recorte presupuestal. Será su repuesta al plan presupuestal de los Congresistas Republicanos que controlan la Cámara de Representantes. Este plan fue lanzado a la palestra por el Representante Republicano Paul Ryan.
Será sin duda el primer round de la gran lucha que se viene por el manejo económico de Estados Unidos de aquí hasta las elecciones presidenciales de noviembre de 2012. Ya lo había advertido la ex asesora presidencial Christina Romer: “Sólo con un plan se puede derrotar otro plan.”
Se refería al plan Ryan, uno muy ambicioso de recorte de gasto del gobierno federal y que pretende introducir reformas de fondo a los programas de Medicare, Medicaid, y Seguridad Social. Obama ha anunciado con bombos y platillos que presentará su plan el miércoles, que será uno también muy ambicioso (ver para creer), pero con su prioridades y no con las de Ryan y colegas Republicanos (algunos muy influenciados por el Tea Party).
Después del miércoles, la opinión pública podrá comparar los dos planes y decidir. Las encuestan lo dirán. De cómo transcurra el debate (o la “conversación”, como últimamente la están llamando allá) dependerá el presupuesto cuya vigencia va de octubre de 2011 hasta septiembre de 2012.
El plan Ryan contempla reducciones de US$5.8 trillones (trillones de los de allá) durante 10 años y la privatización de Medicare y Medicaid. También se deja sin fondos la reforma a la salud de Obama.
Algunos dicen que el principal mérito del congresista Paul Ryan fue el de haber obligado a Obama a reconocer el gran problema fiscal y de endeudamiento público que su gobierno ha causado en buena parte, después de tres años de déficit fiscales en los alrededores del 10% del PIB y un explosivo aumento de la deuda pública.
El plan Ryan y el plan Obama se enfrentarán incluso antes de la elaboración definitiva del presupuesto de 2011/2012. Dentro de dos meses habrá que decidir si se aumenta o no el cupo de endeudamiento público, al cual se llegó en poco tiempo precisamente por el aumento explosivo de la deuda pública ocasionado por los elevados déficit fiscales.
O sea que Obama estará enfrascado en sus problemas de financiación, con un gasto que tendrá que ser decreciente. Se verá forzado a eliminar varios de los programas de gasto público que ha impulsado hasta ahora durante su gobierno.
Obviamente la contracción del gasto público (el ajuste fiscal que se avecina) tendrá su impacto sobre la actividad de la economía más grande del planeta. Inicialmente, mientras se reactiva el consumo y la inversión privada y se sanea la situación fiscal, habrá un efecto negativo sobre el dinamismo del PIB, el cual se daría especialmente durante 2012, año de la reelección de Obama.
Será sin duda el primer round de la gran lucha que se viene por el manejo económico de Estados Unidos de aquí hasta las elecciones presidenciales de noviembre de 2012. Ya lo había advertido la ex asesora presidencial Christina Romer: “Sólo con un plan se puede derrotar otro plan.”
Se refería al plan Ryan, uno muy ambicioso de recorte de gasto del gobierno federal y que pretende introducir reformas de fondo a los programas de Medicare, Medicaid, y Seguridad Social. Obama ha anunciado con bombos y platillos que presentará su plan el miércoles, que será uno también muy ambicioso (ver para creer), pero con su prioridades y no con las de Ryan y colegas Republicanos (algunos muy influenciados por el Tea Party).
Después del miércoles, la opinión pública podrá comparar los dos planes y decidir. Las encuestan lo dirán. De cómo transcurra el debate (o la “conversación”, como últimamente la están llamando allá) dependerá el presupuesto cuya vigencia va de octubre de 2011 hasta septiembre de 2012.
El plan Ryan contempla reducciones de US$5.8 trillones (trillones de los de allá) durante 10 años y la privatización de Medicare y Medicaid. También se deja sin fondos la reforma a la salud de Obama.
Algunos dicen que el principal mérito del congresista Paul Ryan fue el de haber obligado a Obama a reconocer el gran problema fiscal y de endeudamiento público que su gobierno ha causado en buena parte, después de tres años de déficit fiscales en los alrededores del 10% del PIB y un explosivo aumento de la deuda pública.
El plan Ryan y el plan Obama se enfrentarán incluso antes de la elaboración definitiva del presupuesto de 2011/2012. Dentro de dos meses habrá que decidir si se aumenta o no el cupo de endeudamiento público, al cual se llegó en poco tiempo precisamente por el aumento explosivo de la deuda pública ocasionado por los elevados déficit fiscales.
O sea que Obama estará enfrascado en sus problemas de financiación, con un gasto que tendrá que ser decreciente. Se verá forzado a eliminar varios de los programas de gasto público que ha impulsado hasta ahora durante su gobierno.
Obviamente la contracción del gasto público (el ajuste fiscal que se avecina) tendrá su impacto sobre la actividad de la economía más grande del planeta. Inicialmente, mientras se reactiva el consumo y la inversión privada y se sanea la situación fiscal, habrá un efecto negativo sobre el dinamismo del PIB, el cual se daría especialmente durante 2012, año de la reelección de Obama.