No ha tenido la entereza de contar la escueta verdad. Pasan los días y mantiene al pueblo venezolano confundido sobre la naturaleza y gravedad del mal que padece.

 

Los principales funcionarios del gobierno venezolano sólo mentiras han dicho sobre la enfermedad de su jefe. El propio Chávez ha estimulado esta presentación mentirosa del tema con las ambigüedades y señales contradictorias que ha transmitido al respecto.  

Así las cosas, hay en Venezuela desde quienes creen que Chávez no sufre de cáncer y que su pérdida de peso se origina en una liposucción, hasta quienes creen que su cáncer hizo metástasis y que le que queda poco tiempo de vida. Sólo perplejidad produce que a estas alturas del paseo haya semejante disparidad de visiones en relación con un tema que es de interés público de Venezuela (y de pueblos vecinos como el de Colombia).

El culpable de semejante confusión no es otro que Chávez. En el tercer capítulo de esta ópera bufa, el personaje ya reconoció que sufre de cáncer y se largó de nuevo para Cuba a hacerse un tratamiento. No quiso irse a Brasil, a pesar de los ofrecimientos de ese país y donde la medicina para estas enfermedades complejas está en un nivel muy superior al de Cuba. Es más, fue en la Isla donde le hicieron una intervención quirúrgica contraproducente, que luego médicos españoles intentaron subsanar con una segunda intervención.

 

Durante su corto retorno a Venezuela después de las dos intervenciones quirúrgicas que le practicaron en Cuba, Chávez se aplicó, ni más ni menos, los santos óleos e invocó en distintas ocasiones la misericordia de Jesucristo. No se sabe si el personaje cree sinceramente que estas invocaciones conmoverán a Dios hasta el punto de hacerle el “milagrito” de su recuperación. O si se trata de una jugada publicitaria frente a un pueblo que es dado a creer que la única razón que justifica la presencia de Dios en este mundo es la de satisfacer las caprichosas exigencias de sus creaturas, y más en tratándose del “omnipotente” y “todopoderoso” comandante líder de Venezuela.

Como sea, lo cierto es que el tratamiento que Chávez se realizará en Cuba tomará un cierto tiempo y todo indica que es de aquellos que incapacitan al paciente para ejercer cargos como el de la Presidencia de un país. O sea que de hecho Venezuela tendrá por ahora un gobierno sin cabeza visible. Eso no obsta para que siga enviando mensajes por twitter, o para que aparezca en fotos con sus hijas y con Fidel Castro, o para que sus monaguillos anuncien a los cuatro vientos que hablaron con su jefe y que está mejor que nunca de salud y al tanto de todos los acontecimientos de Venezuela.

Sin embargo, pasan los días y antes que ceder se incrementa la incertidumbre sobre el futuro de Chávez y su gobierno. No hay un parte médico imparcial que de luces definitivas sobre el verdadero estado de salud del paciente. Si se tratara de una enfermedad de aquellas con una muy alta probabilidad de curación, no habría una razón para ponerle tanto misterio al asunto. Ese misterio y los chismes que proliferan bajo su sombra, ciertamente no son conducentes a la gobernabilidad de un país.

Ahora bien, si se trata de un cáncer con pronóstico reservado como todo indica que es el caso, el misterio hace algún sentido, especialmente en mentalidades como la de Chávez y sus colaboradores los cubanos. Mientras no se conozca con certeza la naturaleza y gravedad de la enfermedad nadie está en situación de estructurar un plan de acción sustentado en esa verdad. Y eso es lo que busca precisamente Chávez: conservar la vigencia de su liderazgo, ganar tiempo, rodeando de misterio un hecho que lo socava. Esa siempre fue una estrategia de los dictadores comunistas de antaño, incluído Fidel Castro.

En otras palabras, el objetivo de la estrategia de Chávez es la de que ni partidarios ni opositores sepan a ciencia cierta el terreno que están pisando en relación con su enfermedad, lo que los lleva a la inacción ante el temor de incurrir en errores de apreciación. Sin embargo, hoy en día la verdad se filtra más fácilmente que hace unos lustros, así sea desde Cuba. Gobernar a base de mentiras o medias verdades es menos viable que en el pasado. Quienes así lo hacen terminan finalmente por hacer el ridículo, tal como le sucede a los protagonistas de una ópera bufa, sean estos payasos o actores que creen interpretar un papel serio.

 

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