Con el TLC de Colombia su estrategia es despreciable. Asestarle un golpe mortal al acuerdo y sacarle provecho al cadáver.
El Presidente Barack Obama cree que diciendo palabras “bonitas” (nice) sobre un país como Colombia, la gente de ese país va a quedar boquiabierta y deslumbrada. Habrá algunos pelmazos o bombetas que si. Pero la mayoría de la gente no es estúpida.
En la reunión con el Presidente Álvaro Uribe lo único que dijo Obama en relación con el TLC, palabras más palabras menos, es que algún día Colombia será digna de que ellos aprueben el tratado. Seguramente no en las condiciones del que ya firmaron los dos gobiernos, sino uno todavía más ventajoso para su país.
Colombia se está dejando meter el dedo en la boca por los nuevos gobernantes de Estados Unidos. Está permitiendo que el TLC quede en el aire y que la expectativa de su eventual aprobación se constituya en una carta adicional de negociación en las relaciones bilaterales. Es un error grande para Colombia permitir que esto sea así.
En relación con el TLC, Colombia no tiene por que seguir en posición mendigante. Debería mandarle a Washington un ultimátum exigiendo un cronograma definitorio en relación con el acuerdo. Y si Estados Unidos no lo ofrece, sencillamente debía renunciar unilateralmente a ese acuerdo. Y de ahí en adelante, cada cosa que Estados Unidos quiera de Colombia es a cambio de una contraprestación específica.
Los gobernantes actuales de Colombia se hacen la ilusión de que la relación con Estados Unidos es especial. Como la está planteando el gobierno de Obama, no tiene nada de especial. Allá toman la actitud de que la única parte que se beneficia con la relación es Colombia. Están equivocados por supuesto, pero no lo entienden.
Ha llegado el momento, entonces, de replantear el paradigma de esta relación bilateral de Colombia. No es necesario seguir promoviéndonos en ese país con campañas ridículas como “Descubra a Colombia a través de su corazón” (Discover Colombia through its Heart). Si fuera una campaña para promover el turismo, estaría bien. Pero se trata de la típica campaña que busca elevar la imagen del país frente a los político-burócratas de Washington.
El único idioma que entienden Obama y sus colaboradores, por lo visto, es un lenguaje duro anti-norteamericano. Se los ve desesperados por amistarse con Irán, otros radicales musulmanes, Rusia, Venezuela, Cuba y hasta Corea del Norte. No resisten no ser amigos de sus enemigos. Para ellos, el éxito en la diplomacia es obtener una manifestación amistosa por parte de los enemigos (sin importar lo que venga después). Es una diplomacia dirigida a amistarse con los enemigos como sea. Poco o ningún interés les despiertan países cuya amistad incondicional dan por sentada.
En la reunión con el Presidente Álvaro Uribe lo único que dijo Obama en relación con el TLC, palabras más palabras menos, es que algún día Colombia será digna de que ellos aprueben el tratado. Seguramente no en las condiciones del que ya firmaron los dos gobiernos, sino uno todavía más ventajoso para su país.
Colombia se está dejando meter el dedo en la boca por los nuevos gobernantes de Estados Unidos. Está permitiendo que el TLC quede en el aire y que la expectativa de su eventual aprobación se constituya en una carta adicional de negociación en las relaciones bilaterales. Es un error grande para Colombia permitir que esto sea así.
En relación con el TLC, Colombia no tiene por que seguir en posición mendigante. Debería mandarle a Washington un ultimátum exigiendo un cronograma definitorio en relación con el acuerdo. Y si Estados Unidos no lo ofrece, sencillamente debía renunciar unilateralmente a ese acuerdo. Y de ahí en adelante, cada cosa que Estados Unidos quiera de Colombia es a cambio de una contraprestación específica.
Los gobernantes actuales de Colombia se hacen la ilusión de que la relación con Estados Unidos es especial. Como la está planteando el gobierno de Obama, no tiene nada de especial. Allá toman la actitud de que la única parte que se beneficia con la relación es Colombia. Están equivocados por supuesto, pero no lo entienden.
Ha llegado el momento, entonces, de replantear el paradigma de esta relación bilateral de Colombia. No es necesario seguir promoviéndonos en ese país con campañas ridículas como “Descubra a Colombia a través de su corazón” (Discover Colombia through its Heart). Si fuera una campaña para promover el turismo, estaría bien. Pero se trata de la típica campaña que busca elevar la imagen del país frente a los político-burócratas de Washington.
El único idioma que entienden Obama y sus colaboradores, por lo visto, es un lenguaje duro anti-norteamericano. Se los ve desesperados por amistarse con Irán, otros radicales musulmanes, Rusia, Venezuela, Cuba y hasta Corea del Norte. No resisten no ser amigos de sus enemigos. Para ellos, el éxito en la diplomacia es obtener una manifestación amistosa por parte de los enemigos (sin importar lo que venga después). Es una diplomacia dirigida a amistarse con los enemigos como sea. Poco o ningún interés les despiertan países cuya amistad incondicional dan por sentada.