Al finalizar mayo de 2016 la tasa anual de inflación llegó a 8,20%. El componente de alimentos creció a un ritmo anual de 13,46%.
Existía la esperanza por parte de las autoridades monetarias que en mayo se consolidara una tendencia a la estabilización. Pero no sucedió así. La inflación anual, que fuera de 7,98% en marzo y 7,93% en abril, subió a 8,20% en mayo.
Fue nuevamente el componente de alimentos el que empujó el índice al alza. Como se sabe, Colombia está apenas saliendo de un período de trastornos climatológicos ocasionados por el fenómeno de El Niño y se espera que en los próximos meses haya una recuperación de las principales cosechas que inciden en la canasta familiar.
Pero además el sistema económico todavía no ha acabado de absorber las presiones inflacionarias originadas en la elevada devaluación del peso de 2015 y comienzos de 2016. Una reciente mayor estabilidad cambiaria podría contribuir eventualmente a frenar el alza en los precios.
Mientras tanto las autoridades monetarias han puesto su grano de arena para revertir tan perniciosa tendencia. Han aumentado gradualmente la tasa de intervención del Banco de la república, la que actualmente se sitúa en 7,25% anual.
De hecho, por primera vez en muchos años se observan indicios de una reducción significativa de la liquidez primaria. A finales de mayo el crecimiento anual de los medios de pago era 4,3%, o sea por debajo de la inflación. De reafirmarse esta tendencia, se acentuarían las presiones al alza en las diferentes tasas de interés de colocación.
La verdad es que Colombia ha entrado en una compleja encrucijada económica caracterizada por una alta inflación, crecientes tasas de interés y un lánguido crecimiento económico (que se situó en el primer trimestre de 2016 en 2,5% anual), todo ello en medio de un elevado desequilibrio en las cuentas externas que apenas recientemente empieza a mostrar signos de ceder gracias a la devaluación real del peso del último año y medio y a una incipiente recuperación en los precios internacionales del petróleo.
Como sea, un elemento de vital importancia en la salida de la actual encrucijada económica es el control de la inflación, sin lo cual fracasarían los intentos del gobierno para evitar una recesión de inusitadas proporciones con sus funestas consecuencias sobre el empleo y la situación fiscal.
De manera que el desempeño de la inflación en los próximos meses se constituirá en uno de los elementos claves para determinar hacía donde se encamina la economía colombiana en lo que resta del año y en 2017.
Fue nuevamente el componente de alimentos el que empujó el índice al alza. Como se sabe, Colombia está apenas saliendo de un período de trastornos climatológicos ocasionados por el fenómeno de El Niño y se espera que en los próximos meses haya una recuperación de las principales cosechas que inciden en la canasta familiar.
Pero además el sistema económico todavía no ha acabado de absorber las presiones inflacionarias originadas en la elevada devaluación del peso de 2015 y comienzos de 2016. Una reciente mayor estabilidad cambiaria podría contribuir eventualmente a frenar el alza en los precios.
Mientras tanto las autoridades monetarias han puesto su grano de arena para revertir tan perniciosa tendencia. Han aumentado gradualmente la tasa de intervención del Banco de la república, la que actualmente se sitúa en 7,25% anual.
De hecho, por primera vez en muchos años se observan indicios de una reducción significativa de la liquidez primaria. A finales de mayo el crecimiento anual de los medios de pago era 4,3%, o sea por debajo de la inflación. De reafirmarse esta tendencia, se acentuarían las presiones al alza en las diferentes tasas de interés de colocación.
La verdad es que Colombia ha entrado en una compleja encrucijada económica caracterizada por una alta inflación, crecientes tasas de interés y un lánguido crecimiento económico (que se situó en el primer trimestre de 2016 en 2,5% anual), todo ello en medio de un elevado desequilibrio en las cuentas externas que apenas recientemente empieza a mostrar signos de ceder gracias a la devaluación real del peso del último año y medio y a una incipiente recuperación en los precios internacionales del petróleo.
Como sea, un elemento de vital importancia en la salida de la actual encrucijada económica es el control de la inflación, sin lo cual fracasarían los intentos del gobierno para evitar una recesión de inusitadas proporciones con sus funestas consecuencias sobre el empleo y la situación fiscal.
De manera que el desempeño de la inflación en los próximos meses se constituirá en uno de los elementos claves para determinar hacía donde se encamina la economía colombiana en lo que resta del año y en 2017.