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Aparentemente Bernard L. Madoff Investment Securities nunca invirtió en la bolsa los dineros que recibió de diferentes partes del mundo.
 
Bernard Madoff se preciaba de tener la fórmula mágica para siempre ganar en la bolsa, tanto en las buenas épocas como en las malas. Ahora resulta, para sorpresa de todo el mundo, que la fórmula mágica era no invertir en nada. Sencillamente recibía el dinero y lo rotaba entre sus clientes.

Todo esto despierta varios interrogantes. El primero es, ¿qué se hicieron los miles de millones que recibió Madoff? Después de todo, si no invertía los dineros que recibía, entonces, qué hacía con ellos. La respuesta sería relativamente simple.

Los fondos intermediarios de Madoff, los que les conseguía sus clientes, cobraban 1% de comisión anual, un 20% de comisión de éxito y, sorprendentemente, un 5% de comisión por el ingreso al exclusivo club.

Madoff se comprometía a devolver en rendimientos un 10% anual en promedio. Pero cada año los fondos intermediarios se quedaban con el 20% de ese 10% más un 1% de comisión anual. Se descontaban de frente esos porcentajes al entregarle a los clientes el rendimiento que pagaba Madoff.

El cálculo para Madoff era relativamente simple. Para mantener estable su esquema debía recaudar en capital fresco el equivalente a sus gastos más el rendimiento promedio de 10% anual que pagaba sobre el capital invertido en Madoff Securities. Pero además debía lograr inversiones adicionales para cubrir los eventuales retiros del principal por parte de los antiguos inversionistas.

Como los clientes siempre se sintieron muy atraídos con el recibo de rendimientos altos y constantes y con los beneficios tributarios por tratarse de inversiones no expuestas contablemente, y si además se tiene en cuenta que era fuerte el aliciente en términos de remuneración para los intermediarios o custodios que le conseguían clientes, Madoff logró captar durante el transcurso de por los menos dos décadas, no solamente lo suficiente para mantener un capital, sino para aumentarlo considerablemente.

Como se sabe (y en esto no hay misterio), un esquema piramidal como el de Madoff se desploma cuando se presenta una corrida por parte de los inversionistas. Sin lugar a dudas, la crisis financiera actual fue el detonador de la corrida que lo llevó a la quiebra. En 2008 le retiraron lo suficiente como para dejarlo “en pelotas”, es decir, con las pérdidas acumuladas en que incurrió su pésimo negocio durante los muchos años que funcionó.

¿Cuáles fueron esas pérdidas acumuladas? A título de ilustración, si el capital promedio anual invertido en Madoff en esos 20 años fue US$17.000 millones (mayor al final y menor al comienzo), los faltantes de Madoff hubieran sido de aproximadamente US$1.870 millones promedio anual (10% clientes e intermediarios y 1% sus gastos y los de su oficina). En tal escenario, el faltante acumulado al cabo de 20 años, suponiendo que esa fue la duración de la pirámide, hubiera alcanzado US$37.400 millones, que es una suma similar a la que aparentemente quedó debiendo en el momento de su quiebra a finales de 2008.

¿Quiénes perdieron? Los que quedaron con el capital invertido en el momento de la quiebra. Sin embargo, de esos los hubo quienes recibieron un rendimiento no despreciable en el transcurso de varios años. Algunos de ellos, entonces, recuperaron, con los rendimientos que recibieron, una parte del capital invertido. Los últimos que invirtieron perdieron todo o casi todo. Desde el punto de vista de estos clientes, el estimativo de sus pérdidas debería hacerse con base en el costo de oportunidad, es decir, comparando con lo que hubieran ganado si hubieran invertido, por ejemplo, en Tesoros.

¿Quiénes ganaron? En primer lugar, los intermediarios o custodios, a menos que los clientes afectados logren en un futuro cobrarles una indemnización por haber colocado sus dineros en un fondo fantasma que ni siquiera transaba o realizaba inversiones. También ganaron Madoff, sus asociados y empleados. En el caso de Madoff, lo suficiente para llevar vida de rico de Nueva York, él y su familia. Y obviamente los clientes que obtuvieron un buen rendimiento durante años y que tuvieron la suerte o la agudeza de retirar el capital antes de la quiebra.

Y a todas estas, ¿dónde estaban las autoridades de regulación y específicamente la SEC? La verdad no hace sentido que la SEC o entes de regulación gubernamentales se comprometan a la vigilancia de este tipo de fondos. Los grandes ricos, que son los que invierten en estos fondos, deberían estar en capacidad de protegerse ellos mismos. Y si pierden la plata debería ser por su cuenta y riesgo. A diferencia de las entidades financieras como bancos y compañías de seguros que manejan ahorro del público en general y que están sometidas a una estricta legislación que les exige transparencia, en el caso de estos fondos que administran el dinero de los ricos todo es opacidad. Una opacidad que les conviene a los mismos ricos.

En el momento en que los gobiernos dejen de vigilarlos, la gente sabría a qué atenerse. El mismo sector privado se responsabilizaría de hacer el seguimiento y el ‘due diligence’ necesario. No se escudaría en unos entes gubernamentales que están recargados de funciones y que no cuentan el personal idóneo para controlar las travesuras financieras diseñadas por unos ricos con la finalidad de esquilmar a otros ricos.