La palabra “campesino”, por su generalidad, no significa nada. Sin embargo, los medios de comunicación en Colombia hablan de un supuesto “paro campesino”.
Si se le quitan al tema del paro los revoltosos que bloquean carreteras estratégicas y que son en su mayoría enviados y "obligados" por las Farc, el resto de “campesinos” inconformes pertenecen a algunas actividades productivas que no les ha ido bien recientemente por diversas causas. No es culpa del gobierno colombiano o del resto de los colombianos o del TLC que se haya reducido la rentabilidad de estas actividades, ni tampoco viene al caso que personas mas pobres que ellos que viven en los centros urbanos los deban subsidiar.
Por ejemplo, que el precio internacional del café esté en un punto bajo nada tiene que ver ni con el TLC, ni con el gobierno, ni con el resto de los mortales que habitan en Colombia. El desempeño reciente de los precios del grano hace parte de un ciclo que se veía venir desde hace por lo menos dos años. Entonces, ahora que después de un período de precios muy favorables llegó un período de vacas flacas, estos caficultores, algunos de los cuales muy ricos o por lo menos mas ricos que la gran mayoría de habitantes de los centros urbanos, pretenden que el gobierno les conceda otros subsidios adicionales a los que ya disfrutan. Se trata ni mas ni menos que un abierto atraco a los bolsillos de gente que es menos rica y poderosa que estos “sufridos campesinos”.
Igual sucede con los paperos de Boyacá. No es culpa del TLC, ni del gobierno, ni del resto de los colombianos que el precio de la papa se haya deprimido por la sobreproducción actual. Si alguien tiene la culpa, aparte del buen clima, son los propios paperos que no diversificaron sus siembras. Pero ahora ante la abundancia de la oferta, varios de ellos, incluidos muchos paperos ricachos, pretenden que el resto de los colombianos se metan la mano al dril para subsidiarlos.
Y así con otros grupúsculos de supuestos “campesinos” que buscan pescar subsidios en río revuelto. Entre otras, muchos de estos “sufridos campesinos” no solamente son dueños de muy valiosas propiedades en las zonas rurales sino que también son propietarios y viven buena parte de su tiempo en las zonas urbanas.
Otro tanto sucede con los “transportadores” interurbanos. Estos actualmente reciben una gran protección del gobierno que le cuesta a todos los colombianos. Disfrutan de la garantía de un precio por sus servicios superior al que regiría en condiciones de libre competencia. Ya quisiera el resto de los colombianos gozar de la misma garantía en los negocios que emprenden. Pero estos transportadores viven inconformes no obstante que son unos verdaderos privilegiados que se aprovechan de un gobierno débil para cobrarle a sus usuarios mas de lo que sus servicios en realidad valen.
En el caso de las Farc, no se trata solo de la pérdida en vidas humanas y de irreparables deterioros en la salud física y mental de innumerables colombianos, sino también de los infinitos perjuicios económicos que sus acciones han ocasionado. El atraso de parte del campo colombiano es de su hechura, por el terror y la inseguridad que allí han sembrado. Es inconmensurable el costo, en términos de la falta de inversión y empleo, de sus permanentes y cobardes atentados y saboteos. Cuando las Farc habla de “resarcimiento” es una burla mas de las tantas que le hacen a los colombianos puesto que no tienen forma de pagar por las pérdidas de todo tipo que han producido.
Los anteriores grupos son gestores y promotores del actual “paro campesino”. A esos se agregan algunos políticos que buscan apoyo en las elecciones de 2014. A la gran mayoría de ellos lo único que les interesa es echarle mano al dinero del resto de los colombianos. El perjuicio que los bloqueos de carreteras ocasionan no los desvela en lo mas mínimo. Solo les importa sus muy específicos y egoistas intereses.
Las Farc, por otro lado, lo que quieren es demostrar que con la ayuda de los idiotas útiles tiene la capacidad para paralizar al país y poner en jaque al Presidente Juan Manuel Santos en medio de unas negociaciones de paz en donde incomprensiblemente se sientan de tu a tu con el gobierno colombiano.
Por ejemplo, que el precio internacional del café esté en un punto bajo nada tiene que ver ni con el TLC, ni con el gobierno, ni con el resto de los mortales que habitan en Colombia. El desempeño reciente de los precios del grano hace parte de un ciclo que se veía venir desde hace por lo menos dos años. Entonces, ahora que después de un período de precios muy favorables llegó un período de vacas flacas, estos caficultores, algunos de los cuales muy ricos o por lo menos mas ricos que la gran mayoría de habitantes de los centros urbanos, pretenden que el gobierno les conceda otros subsidios adicionales a los que ya disfrutan. Se trata ni mas ni menos que un abierto atraco a los bolsillos de gente que es menos rica y poderosa que estos “sufridos campesinos”.
Igual sucede con los paperos de Boyacá. No es culpa del TLC, ni del gobierno, ni del resto de los colombianos que el precio de la papa se haya deprimido por la sobreproducción actual. Si alguien tiene la culpa, aparte del buen clima, son los propios paperos que no diversificaron sus siembras. Pero ahora ante la abundancia de la oferta, varios de ellos, incluidos muchos paperos ricachos, pretenden que el resto de los colombianos se metan la mano al dril para subsidiarlos.
Y así con otros grupúsculos de supuestos “campesinos” que buscan pescar subsidios en río revuelto. Entre otras, muchos de estos “sufridos campesinos” no solamente son dueños de muy valiosas propiedades en las zonas rurales sino que también son propietarios y viven buena parte de su tiempo en las zonas urbanas.
Otro tanto sucede con los “transportadores” interurbanos. Estos actualmente reciben una gran protección del gobierno que le cuesta a todos los colombianos. Disfrutan de la garantía de un precio por sus servicios superior al que regiría en condiciones de libre competencia. Ya quisiera el resto de los colombianos gozar de la misma garantía en los negocios que emprenden. Pero estos transportadores viven inconformes no obstante que son unos verdaderos privilegiados que se aprovechan de un gobierno débil para cobrarle a sus usuarios mas de lo que sus servicios en realidad valen.
En el caso de las Farc, no se trata solo de la pérdida en vidas humanas y de irreparables deterioros en la salud física y mental de innumerables colombianos, sino también de los infinitos perjuicios económicos que sus acciones han ocasionado. El atraso de parte del campo colombiano es de su hechura, por el terror y la inseguridad que allí han sembrado. Es inconmensurable el costo, en términos de la falta de inversión y empleo, de sus permanentes y cobardes atentados y saboteos. Cuando las Farc habla de “resarcimiento” es una burla mas de las tantas que le hacen a los colombianos puesto que no tienen forma de pagar por las pérdidas de todo tipo que han producido.
Los anteriores grupos son gestores y promotores del actual “paro campesino”. A esos se agregan algunos políticos que buscan apoyo en las elecciones de 2014. A la gran mayoría de ellos lo único que les interesa es echarle mano al dinero del resto de los colombianos. El perjuicio que los bloqueos de carreteras ocasionan no los desvela en lo mas mínimo. Solo les importa sus muy específicos y egoistas intereses.
Las Farc, por otro lado, lo que quieren es demostrar que con la ayuda de los idiotas útiles tiene la capacidad para paralizar al país y poner en jaque al Presidente Juan Manuel Santos en medio de unas negociaciones de paz en donde incomprensiblemente se sientan de tu a tu con el gobierno colombiano.