Se han acostumbrado a recibir todo del gobierno. Creen que la sociedad tiene la obligación de mantenerlos sin ellos contribuir a la creación de riqueza.

 

Los peores entre estos “indignados” son los más jóvenes. En otras épocas, cuando el Estado Niñera era apenas incipiente o no existía, estos jóvenes estarían en búsqueda de ganarse la vida, prestando servicios a la sociedad o incluso creando empresas para salir adelante. Ahora, en cambio se la pasan deambulando por las calles quejándose porque el regalo que les hace la sociedad para mantenerlos les parece insuficiente. Reclaman anticipadamente derechos que deberían estar reservados para viejos.

Estos “indignados” culpan descaradamente de su precaria situación a los que si trabajan y contribuyen a la economía de sus países. Los acusan de falta de solidaridad con ellos y con el resto de la humanidad. Como si los que aportan y la sudan tuvieran la obligación de sostenerlos más allá de lo que pagan en impuestos.

Pero además, se hacen los de la vista gorda cuando le achacan la culpa de la actual recesión a todo menos a los excesos de gasto de los gobiernos y sus políticas monetarias laxas que llevaron a niveles absurdamente altos de endeudamiento. Son tan miopes que protestan, no contra ese exceso de gasto y deuda, sino contra los intentos de políticos responsables dirigidos a corregir las aberraciones y distorsiones propias de unas economías que distribuyen mucho más de lo que producen.

La mentalidad de los “indignados” es resultado de la demagogia y populismo barato de los políticos que crearon y promovieron el Estado Niñera. Presuponen que la riqueza no hay que crearla sino que cae del cielo. Que los complejos y difíciles procesos que llevan a su creación se dan como por arte de magia. Que esos procesos no necesitan entornos favorables y estimulantes. Creen que a quienes crean riqueza se los puede expoliar y exprimir hasta la saciedad con toda clase de impuestos y regulaciones. Si hay faltantes, y útimamente los hay abismales, la única solución que se les pasa por la mente es la de aumentar aún más los impuestos.  

Para eso está el Estado Niñera. Para que cada vez un número creciente de “indignados” jóvenes y viejos vivan del trabajo de una proporción cada vez menor de la población. El problema es que se ha llegado a un punto en el cual las economías se quebraron. La gallina de los huevos de oro ya no da más, muy especialmente allí donde se ha abusado con esquemas rediditributivos social demócratas, tal como en el caso de los países de la vieja Europa y últimamente de Estados Unidos bajo la batuta de Barack Obama.

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