Los políticos europeos son víctimas de su propia estupidez. No dicen las cosas por su nombre y se niegan a enfrentar el tema de la incontrolada inmigración musulmana a sus países.
La religión musulmana es una en la que el odio ocupa lugar preponderante. En muchas mezquitas se siembra el odio contra todo lo que no sea de esa religión. Se siembra la intolerancia antes que la tolerancia. Eso en el mundo globalizado actual es insostenible.
Los líderes musulmanes políticos y religiosos no condenan abiertamente la barbarie terrorista que se escuda en las creencias de su religión. Otros líderes como el Presidente Barack Obama y el Papa Francisco se limitan a mandarle condolencias a las víctimas de los atentados terroristas sin referirse al origen de esa violencia.
Pero las cosas hay que decirlas por su nombre: se trata del mas sanguinario terrorismo islámico imaginable. Se trata de actos terroristas realizados por personas fanáticas que siguen los preceptos de la religión musulmana. Son estos fanáticos los que han resuelto declararle la guerra al resto del mundo. Sus atentados en sitios públicos de países desarrollados victimizan a personas de todas las nacionalidades.
Los apendejados políticos europeos sufren de una especie de “complejo de culpa”. Tal vez ese complejo es resultado de un cuestionado pasado colonial o de una injustificada hostilidad cultural anterior. Sin embargo, ese complejo de culpa es ridículo a la luz de los acontecimientos mas recientes.
Los líderes musulmanes políticos y religiosos no condenan abiertamente la barbarie terrorista que se escuda en las creencias de su religión. Otros líderes como el Presidente Barack Obama y el Papa Francisco se limitan a mandarle condolencias a las víctimas de los atentados terroristas sin referirse al origen de esa violencia.
Pero las cosas hay que decirlas por su nombre: se trata del mas sanguinario terrorismo islámico imaginable. Se trata de actos terroristas realizados por personas fanáticas que siguen los preceptos de la religión musulmana. Son estos fanáticos los que han resuelto declararle la guerra al resto del mundo. Sus atentados en sitios públicos de países desarrollados victimizan a personas de todas las nacionalidades.
Los apendejados políticos europeos sufren de una especie de “complejo de culpa”. Tal vez ese complejo es resultado de un cuestionado pasado colonial o de una injustificada hostilidad cultural anterior. Sin embargo, ese complejo de culpa es ridículo a la luz de los acontecimientos mas recientes.
Contra personas violentas cegadas por el fanatismo los complejos de culpa no hacen sentido. Lo que está de por medio es lo mas básico en defensa propia. Ahí no hay razonamientos políticamente correctos que valgan. En estas circunstancias, lo políticamente correcto se vuelve señal de gran debilidad. Paraliza. Crea la impresión entre los fanáticos que están ganando la guerra. Y concede patente de corso a los mas moderados musulmanes para hacerse los de la vista gorda (como si la cosa no fuera también con ellos).
Aceptar una inmigración musulmana a gran escala en Europa, tal como ocurrió con los sirios, es un acto de gran irresponsabilidad política. Los musulmanes, cuando son multitudes, no se integran a la cultura de los países que los acogen. Crean guetos inexpugnables. Se aíslan arropados en sus costumbres y creencias.
En último término, lo que está sucediendo en Europa hará replantear el manejo de las fronteras, como por ejemplo lo propone Donald Trump para el caso de Estados Unidos. Igualmente pondrá en tela de juicio el concepto de multiculturalismo, uno que se ha llevado a extremos que desconocen las grandes dificultades que se presentan cuando su implementación es masiva y atolondrada.
Aceptar una inmigración musulmana a gran escala en Europa, tal como ocurrió con los sirios, es un acto de gran irresponsabilidad política. Los musulmanes, cuando son multitudes, no se integran a la cultura de los países que los acogen. Crean guetos inexpugnables. Se aíslan arropados en sus costumbres y creencias.
En último término, lo que está sucediendo en Europa hará replantear el manejo de las fronteras, como por ejemplo lo propone Donald Trump para el caso de Estados Unidos. Igualmente pondrá en tela de juicio el concepto de multiculturalismo, uno que se ha llevado a extremos que desconocen las grandes dificultades que se presentan cuando su implementación es masiva y atolondrada.