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Por sus críticas al gobierno de Juan Manuel Santos y muy especialmente a las políticas de seguridad. Pero en muchas velas de ese entierro tiene que ver Santos.
 
Muchos comentaristas en Colombia han lamentado que Uribe se haya venido lanza en ristre contra su sucesor por el desmonte de la seguridad democrática. La última en hacerlo fue María Isabel Rueda en su columna del diario El Tiempo (8 de julio de 2012) con motivo del discurso del ex Presidente en el homenaje a Fernando Londoño en el Club El Nogal. Interesa lo expresado por esta columnista porque va mas allá que otros comentaristas.

Rueda dice que a Uribe le queda mal “acusar al actual gobierno de ser un equipo de vándalos que están desmontando el Estado de Derecho”, y presentar a Santos como “un pirata que pretende repartir el botín de la nación con unos guerrilleros que asesinan, secuestran, trafican y están armados hasta los dientes”. Considera la columnista como el colmo que Uribe instigue “el descontento del Ejército y la Policía contra las políticas trazadas” y “siembre dudas sobre la legitimidad” de lo que el gobierno de Santos está haciendo, hasta el punto de afectar “la moral de la tropa.”

De manera temeraria Rueda concluye que Uribe se ha convertido en “una especie de terrorista político, que incita a la desestabilización, a la confusión de los colombianos y a una polarización exacerbada de los ánimos de los opositores.”

Lo que no puede desconocer Rueda es que las críticas de Uribe han tenido acogida porque tocan un aspecto neurálgico del gobierno de Santos. Se trata del proceso de paz con las Farc. Los colombianos en desacuerdo con semejante propuesta, incluido Uribe, están en todo su derecho de manifestar su inconformidad. Uribe lo hace con énfasis porque seguramente le preocupa como Santos se ha empeñado en llevar a cabo estas negociaciones sin consultarlo siquiera y contrariando el espíritu de mucho por lo cual ha luchado en su carrera política.

A diferencia de Andrés Pastrana, a Santos no lo eligió el pueblo colombiano para iniciar un proceso de paz con las Farc. Quienes votaron por Pastrana lo hicieron a sabiendas que se venía un proceso de paz. Quienes votaron por Santos lo hicieron para que continuara con las políticas de Uribe y en particular la relacionada con la seguridad democrática. Sin embargo, al poco tiempo Santos se dio a la tarea de desmontar la política de seguridad democrática, si bien hasta ahora mas en la forma que en el fondo.

La copa se llenó ciertamente con la aprobación del “marco jurídico para la paz”. Nadie sabe para qué sirve esa ley. Se oye en voz baja en los corrillos políticos y se comenta en los cuarteles que lo que se viene o incluso ya puede estar en marcha es un enésimo proceso de paz con las Farc. Santos no ha sido claro al respecto. A veces lo ha negado enfáticamente, pero otras veces ha lucido sospechosamente contemporizador.

Al final de cuentas, Santos se ha equivocado en el manejo de esta situación. Se ha dejado obnubilar por los elogios de la burocracia internacional que vive y se lucra de los procesos de paz. Se le han subido los humos a la cabeza. Resulta que ahora quiere ser un Presidente que “pasará a la historia” y considera que la forma de hacerlo es, ni más ni menos, que “acostarse con un gorila” como lo hizo Pastrana (expresión esta que se le escuchó a George W. Bush cuando le informaron sobre el proceso de paz de su colega colombiano).

La verdad es que Colombia no está preparada para este proceso de paz. No están dadas las condiciones. No ha habido aclimatación política alguna. Los colombianos no han sido debidamente consultados e informados. Las Fuerzas Armadas no están mentalizadas para asumirlo. Muchas corrientes políticas y sociales no están de acuerdo. Y muy importante, a las Farc no se les ve disposición alguna para entregarse.

Porque de eso se trata, de entregarse y recibir algunos perdones. Ese sería el proceso de paz para los tiempos actuales, luego de que los colombianos hicieron un gran esfuerzo y muchos sacrificios para validar por la fuerza la legitimidad de sus instituciones políticas. No se les puede pedir a los colombianos que acojan con los brazos abiertos a unas Farc que siguen en sus andanzas cometiendo toda clase de delitos atroces y de lesa humanidad.

La reacción de Uribe, así algunos como Rueda la juzguen extrema, es una señal importante, entre varias otras, de que no hay ambiente en estos momentos para un proceso de paz. Si Santos analizara desprevenidamente el tema, lo reconocería abiertamente. Pero, tal como concluye una novela inglesa: “¡Vanitas Vanitatum! ¿Quién de nosotros está contento con lo que posee? ¿A quién de nosotros se le cumple su deseo? Y si se le cumple, ¿quién de nosotros queda satisfecho?”

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