Los predecibles comentarios de los diplomáticos de Estados Unidos no aportan nada nuevo a las declaraciones públicas del Departamento de Estado.
Las filtraciones muestran las preocupaciones e interrogantes de esos diplomáticos en relación con el resto de los países del planeta. También dan a conocer lo que los diplomáticos o funcionarios de otros países opinan en relación con temas de interés para Estados Unidos.
Muchas de esas preocupaciones, opiniones e interrogantes coinciden con lo que se ha analizado y discutido con amplitud abiertamente en los medios de comunicación. Es más, da la impresión que los funcionarios del Departamento de Estado van a la zaga de los medios de comunicación. O dicho de otra manera, que recogen “la conversación” de los medios y la hacen parte de “su conversación”. El mundo actual es tan complejo y se mueve tan rápido que estos funcionarios no dan abasto.
No se requiere leer las filtraciones para saber que desde tiempos inmemoriales los países árabes miran con desconfianza a Irán. Tampoco que la consigna de la diplomacia de Brasil en América Latina es servirle a Dios y al diablo al mismo tiempo. Igualmente, tampoco se requiere de las filtraciones para saber que Hugo Chávez tiene una personalidad bipolar. Tal vez lo que no se sabía del todo es acerca de los problemas mentales de Cristina de Kirchner (pero, ¿qué argentino no los tiene?).
Que la eventualidad de una segunda reelección de Álvaro Uribe producía resquemor en América Latina, es a estas alturas del paseo una noticia más que trasnochada. Y así con otra cantidad de historias que se han dado a conocer.
En términos generales, las últimas filtraciones de Wikileaks podrían ser de alguna utilidad para historiadores de la política exterior de Estados Unidos, y si acaso para algunos periodistas y extremistas políticos de esos que les fascina escarbar para buscar “pruebas” sobre conspiraciones inexistentes. ¡Suerte para ellos!
Muchas de esas preocupaciones, opiniones e interrogantes coinciden con lo que se ha analizado y discutido con amplitud abiertamente en los medios de comunicación. Es más, da la impresión que los funcionarios del Departamento de Estado van a la zaga de los medios de comunicación. O dicho de otra manera, que recogen “la conversación” de los medios y la hacen parte de “su conversación”. El mundo actual es tan complejo y se mueve tan rápido que estos funcionarios no dan abasto.
No se requiere leer las filtraciones para saber que desde tiempos inmemoriales los países árabes miran con desconfianza a Irán. Tampoco que la consigna de la diplomacia de Brasil en América Latina es servirle a Dios y al diablo al mismo tiempo. Igualmente, tampoco se requiere de las filtraciones para saber que Hugo Chávez tiene una personalidad bipolar. Tal vez lo que no se sabía del todo es acerca de los problemas mentales de Cristina de Kirchner (pero, ¿qué argentino no los tiene?).
Que la eventualidad de una segunda reelección de Álvaro Uribe producía resquemor en América Latina, es a estas alturas del paseo una noticia más que trasnochada. Y así con otra cantidad de historias que se han dado a conocer.
En términos generales, las últimas filtraciones de Wikileaks podrían ser de alguna utilidad para historiadores de la política exterior de Estados Unidos, y si acaso para algunos periodistas y extremistas políticos de esos que les fascina escarbar para buscar “pruebas” sobre conspiraciones inexistentes. ¡Suerte para ellos!