Todos los días se inventa algo nuevo para distraer la atención, tales como pronunciamientos, amenazas, insultos y medidas de todo tipo.
Todo vale para mantener a la gente confundida, en estado crónico de perplejidad. No importan las consecuencias sobre Venezuela. La idea es que no haya una discusión sistemática sobre ningún tema. Los analistas y los medios de comunicación no dan abasto. Y la verdad es que la gente tampoco.
Hasta la tragedia de Haití fue aprovechada por Chávez para distraer la atención de los urgentes problemas de su país. Que Estados Unidos provocó el terremoto. Que Estados Unidos aprovechó el terremoto para invadir a Haití. Y otra cantidad de sandeces por el estilo. Lo increíble es la resonancia de todas estas sandeces tanto en la prensa local como en la internacional.
Sin duda, la estrategia de Chávez es la de permanecer siempre a la ofensiva. Con la crisis de los bancos, que fuera ocasionada por él mismo, por el enriquecimiento ilícito de la gente que lo ha rodeado, Chávez logró quedar como una especie de rescatador de la confianza pública y defensor de los intereses de los ahorradores, así fuera a costa de las cabezas de esos amigos del régimen.
Con la devaluación del bolívar “fuerte”, hasta ahora ha logrado que el tema del empobrecimiento y la inflación que esta medida producirá pase a un segundo plano, y que toda la atención se centre en las expropiaciones y cierres de los Hipermercados Éxito y de otros comercios que han sido acusados de especular con los precios.
Con los problemas en sectores como salud y obras públicas ha logrado salir inmune de su responsabilidad mediante regaños por televisión a los funcionarios directamente encargados de esas labores. Incluso, algunos de esos funcionarios ni siquiera han sido despedidos sino que han sido trasladados a otros puestos dentro de su administración
El análisis de otros problemas importantes también han pasado a un segundo plano ante las cortinas de humo que su gobierno exhala todo el tiempo.
Pero hay tres problemas que para Chávez son chicles en sus zapatos y que cada vez que se disipa la cortina de humo de turno, reaparecen más pegados que antes. Uno de ellos es el de la inseguridad. Afecta a todo el mundo y es su directa responsabilidad. Chávez como militar no puede dárselas que el tema no es suyo. Si trata de escabullirse, como es su costumbre, se la van cobrar más duro.
Un segundo problema no resuelto que tiene Chávez es el del racionamiento de electricidad. La gravedad de este problema, que la gente percibe con toda razón que es culpa de la quinta república, radica en su gran impacto sobre la actividad económica, en su desolador efecto sobre el estado de ánimo de la población, y en la circunstancia de que estalló en el momento más inoportuno, o sea durante los meses previos a las elecciones de la Asamblea Nacional.
Un tercer problema, del cual el propio Chávez no comprende su verdadera dimensión, es el del dramático deterioro de la economía venezolana. Sus políticas comunistas han destruido a un componente significativo del sistema productivo del país, y han paralizado la inversión y las oportunidades de empleo productivo. Aunque muchos analistas económicos venezolanos e internacionales no se han dado cuenta de la magnitud del daño causado por Chávez, lo cierto es que Venezuela está actualmente en ruinas.
En el caso del gobierno nacional, su déficit es creciente. Si bien no hay ni habrá cuentas claras, no sería de extrañar si supera el 8% del PIB en 2010. A su vez, las empresas estatales (de PDVSA para abajo) han sido saqueadas por los sindicatos que dicen “administrarlas”, su infraestructura productiva está completamente deteriorada por falta de mantenimiento, y la mayoría ni siquiera generan recursos propios suficientes para pagar la nómina.
Pero el tema no concluye ahí. Cada vez es menor la capacidad del sector privado para cubrir sus deudas tanto internas como externas. Es previsible, entonces, que la crisis del sistema financiero se profundice e impacte severamente a varias entidades que todavía no han sido intervenidas por el gobierno.
La conjunción de la crisis eléctrica y de la económica reducirá aún más la popularidad de Chávez. Intentará, entonces, defenderse con lo que mejor sabe hacer: lanzando más y más cortinas de humo. Pero este cada vez más frenético esfuerzo no impedirá que la mayoría de la población perciba la cruda realidad de un gobierno inepto, destructivo y despilfarrador.
Hasta la tragedia de Haití fue aprovechada por Chávez para distraer la atención de los urgentes problemas de su país. Que Estados Unidos provocó el terremoto. Que Estados Unidos aprovechó el terremoto para invadir a Haití. Y otra cantidad de sandeces por el estilo. Lo increíble es la resonancia de todas estas sandeces tanto en la prensa local como en la internacional.
Sin duda, la estrategia de Chávez es la de permanecer siempre a la ofensiva. Con la crisis de los bancos, que fuera ocasionada por él mismo, por el enriquecimiento ilícito de la gente que lo ha rodeado, Chávez logró quedar como una especie de rescatador de la confianza pública y defensor de los intereses de los ahorradores, así fuera a costa de las cabezas de esos amigos del régimen.
Con la devaluación del bolívar “fuerte”, hasta ahora ha logrado que el tema del empobrecimiento y la inflación que esta medida producirá pase a un segundo plano, y que toda la atención se centre en las expropiaciones y cierres de los Hipermercados Éxito y de otros comercios que han sido acusados de especular con los precios.
Con los problemas en sectores como salud y obras públicas ha logrado salir inmune de su responsabilidad mediante regaños por televisión a los funcionarios directamente encargados de esas labores. Incluso, algunos de esos funcionarios ni siquiera han sido despedidos sino que han sido trasladados a otros puestos dentro de su administración
El análisis de otros problemas importantes también han pasado a un segundo plano ante las cortinas de humo que su gobierno exhala todo el tiempo.
Pero hay tres problemas que para Chávez son chicles en sus zapatos y que cada vez que se disipa la cortina de humo de turno, reaparecen más pegados que antes. Uno de ellos es el de la inseguridad. Afecta a todo el mundo y es su directa responsabilidad. Chávez como militar no puede dárselas que el tema no es suyo. Si trata de escabullirse, como es su costumbre, se la van cobrar más duro.
Un segundo problema no resuelto que tiene Chávez es el del racionamiento de electricidad. La gravedad de este problema, que la gente percibe con toda razón que es culpa de la quinta república, radica en su gran impacto sobre la actividad económica, en su desolador efecto sobre el estado de ánimo de la población, y en la circunstancia de que estalló en el momento más inoportuno, o sea durante los meses previos a las elecciones de la Asamblea Nacional.
Un tercer problema, del cual el propio Chávez no comprende su verdadera dimensión, es el del dramático deterioro de la economía venezolana. Sus políticas comunistas han destruido a un componente significativo del sistema productivo del país, y han paralizado la inversión y las oportunidades de empleo productivo. Aunque muchos analistas económicos venezolanos e internacionales no se han dado cuenta de la magnitud del daño causado por Chávez, lo cierto es que Venezuela está actualmente en ruinas.
En el caso del gobierno nacional, su déficit es creciente. Si bien no hay ni habrá cuentas claras, no sería de extrañar si supera el 8% del PIB en 2010. A su vez, las empresas estatales (de PDVSA para abajo) han sido saqueadas por los sindicatos que dicen “administrarlas”, su infraestructura productiva está completamente deteriorada por falta de mantenimiento, y la mayoría ni siquiera generan recursos propios suficientes para pagar la nómina.
Pero el tema no concluye ahí. Cada vez es menor la capacidad del sector privado para cubrir sus deudas tanto internas como externas. Es previsible, entonces, que la crisis del sistema financiero se profundice e impacte severamente a varias entidades que todavía no han sido intervenidas por el gobierno.
La conjunción de la crisis eléctrica y de la económica reducirá aún más la popularidad de Chávez. Intentará, entonces, defenderse con lo que mejor sabe hacer: lanzando más y más cortinas de humo. Pero este cada vez más frenético esfuerzo no impedirá que la mayoría de la población perciba la cruda realidad de un gobierno inepto, destructivo y despilfarrador.