En 2001 la Oficina Presupuestaria del Congreso proyectó un superávit del gobierno federal para 2002-2011 y lo que hubo fue un gran déficit. ¿Qué falló?
Un superávit previsto de US$5.600.000 millones en dicho período se convirtió en un déficit de US$6.100.000 millones. Pues bien, el economista Robert Samuelson desagrega el origen del descuadre de US$11.700.000 millones de la siguiente manera:
–Las guerras de Irak y Afganistán: 10%
–Aumentos no anticipados en gastos público discrecional: 17%
–El paquete de estímulo de Obama: 6%
–Recortes de diferentes impuestos: 15%
–Mayores intereses sobre la deuda del gobierno federal: 12%
–Menor crecimiento económico al proyectado: 40%
Pero como sea, lo que se pone de manifiesto es como un gobierno supuestamente serio como el de Estados Unidos es incapaz de administrar sus finanzas, al igual de lo que ha sucedido en otras partes del planeta y últimamente en Europa. Estos gobiernos acuden al endeudamiento sin importar límite alguno. Solamente cuando el tamaño de la deuda ya se desborda por completo es que los políticos que gobiernan se dan por enterados de que existe un problema de cuadre de cuentas.
Los sistemas políticos actuales no disponen de mecanismos que impidan que los compromisos de gasto de los gobernantes superen con creces los recursos disponibles. Se hacen toda clase de proyecciones alegres a la hora de programar los presupuestos. Se aprovecha con descaro el control que se tiene sobre la política monetaria para flexibilizar el acceso a financiamientos inflacionarios. Se emplea innumerables artificios para burlar los límites determinados por los niveles existentes de ahorro y de recaudos tributarios.
Con las instituciones democráticas actuales, tal como ellas están diseñadas, no hay forma de controlar la voracidad de los políticos y de sus electores. Estos últimos, son presentados por los medios de comunicación como inocentes palomas víctimas de los gobernantes elegidos con sus votos. Pero son los electores los que exigen prebendas y favores no correspondidos por esfuerzos productivos y cuyos costos son parte significativa del problema.
En teoría, solamente con una instancia supra institucional que estableciera con gran rigurosidad la cantidad de recursos disponibles para financiar los compromisos de gasto público presentes y futuros, se podría imponer un mínimo orden en las cuentas fiscales. Pero dejar, como es el caso actualmente, que comensales sin responsabilidad de pago sean los que administren los alimentos de la despensa, es fórmula conducente a tremendos barquinazos.
(Advertencia: lanota.com sólo utiliza este nombre. No tiene relación alguna con portales o empresas que emplean la palabra lanota en otras combinaciones de nombres).
–Las guerras de Irak y Afganistán: 10%
–Aumentos no anticipados en gastos público discrecional: 17%
–El paquete de estímulo de Obama: 6%
–Recortes de diferentes impuestos: 15%
–Mayores intereses sobre la deuda del gobierno federal: 12%
–Menor crecimiento económico al proyectado: 40%
Pero como sea, lo que se pone de manifiesto es como un gobierno supuestamente serio como el de Estados Unidos es incapaz de administrar sus finanzas, al igual de lo que ha sucedido en otras partes del planeta y últimamente en Europa. Estos gobiernos acuden al endeudamiento sin importar límite alguno. Solamente cuando el tamaño de la deuda ya se desborda por completo es que los políticos que gobiernan se dan por enterados de que existe un problema de cuadre de cuentas.
Los sistemas políticos actuales no disponen de mecanismos que impidan que los compromisos de gasto de los gobernantes superen con creces los recursos disponibles. Se hacen toda clase de proyecciones alegres a la hora de programar los presupuestos. Se aprovecha con descaro el control que se tiene sobre la política monetaria para flexibilizar el acceso a financiamientos inflacionarios. Se emplea innumerables artificios para burlar los límites determinados por los niveles existentes de ahorro y de recaudos tributarios.
Con las instituciones democráticas actuales, tal como ellas están diseñadas, no hay forma de controlar la voracidad de los políticos y de sus electores. Estos últimos, son presentados por los medios de comunicación como inocentes palomas víctimas de los gobernantes elegidos con sus votos. Pero son los electores los que exigen prebendas y favores no correspondidos por esfuerzos productivos y cuyos costos son parte significativa del problema.
En teoría, solamente con una instancia supra institucional que estableciera con gran rigurosidad la cantidad de recursos disponibles para financiar los compromisos de gasto público presentes y futuros, se podría imponer un mínimo orden en las cuentas fiscales. Pero dejar, como es el caso actualmente, que comensales sin responsabilidad de pago sean los que administren los alimentos de la despensa, es fórmula conducente a tremendos barquinazos.
(Advertencia: lanota.com sólo utiliza este nombre. No tiene relación alguna con portales o empresas que emplean la palabra lanota en otras combinaciones de nombres).