Si no se arrepienten y no piden perdón por los espantosos daños hechos a personas y comunidades, ¿cómo pretenden que los colombianos perdonen?
La cuestión es relativamente simple. Voceros del actual gobierno y algunos medios de comunicación se han dado a la tarea de decirle a los colombianos que deben perdonar. Pero, ¿perdonar qué? Se perdona cuando alguien pide perdón, muestra arrepentimiento del mal hecho, y se compromete a no volver a las andanzas.
Pero en el caso de las Farc, estos voceros del gobierno y algunos medios de comunicación no hacen sino solicitar en abstracto perdón y olvido. Ello no obstante que en todos los comunicados de las Farc desde que se iniciaron las negociaciones de La Habana no hay el mas mínimo reconocimiento de los innumerables delitos y crímenes que han cometido. Tampoco solicitan perdón alguno. A veces, como en el caso del narcotráfico, lo “condenan”, pero no como señal de arrepentimiento sino para sugerir que mientras Estados Unidos sea consumidor es un negocio justificable.
Salen con el cuento de que el narcotráfico es culpa del “modelo capitalista” y pretenden así que el asunto quede resuelto. Pues si, cualquier asesino podría argumentar, al igual que lo hace las Farc, que los asesinatos que comete no son su problema sino del ordenamiento social vigente. Fácil echarle la culpa al “modelo” o la “sociedad”. La responsabilidad no es del criminal, ni de nadie en particular, sino de una entelequia llamada “modelo” o “sociedad”.
Pero además, en el caso de las Farc y el narcotráfico, al igual que con sus extorsiones y secuestros, no hay una sola referencia a los inmensos beneficios monetarios que perciben. Tienen el descaro de “condenar” el narcotráfico y otras actividades criminales sin mención alguna a su participación en ellas. Hablan como si no fueran parte del problema.
Se trata de una actitud cínica. Ninguna autoridad moral tienen estos personajes líderes de las Farc para auto perdonarse y achacarle la culpa de lo que hacen a tirios y troyanos.
Pero el colmo es que voceros del gobierno y algunos medios de comunicación difundan la idea de que “hay que perdonarlos”. Vuelve y surge la pregunta, ¿perdonar qué? ¿Perdonarle a las Farc su involucramiento en el narcotráfico y todos los daños que han hecho con el manejo de ese negocio ilícito? Pero, ¿acaso están pidiendo perdón? ¿Acaso se muestran acongojados por los daños a comunidades enteras y a la ecología del país que han ocasionado con su participación en esta funesta actividad?
Hasta ahora, los líderes de las Farc han adoptado la postura de que ellos hacen parte de una especie humana privilegiada que disfruta de patente de corso para cometer todos los delitos contemplados en el código penal y que es su prerrogativa decidir el momento y la forma como dejarán de truncar la vida y de perjudicar al resto de los mortales que habitan a su alrededor. Se consideran a si mismos seres especiales que no tienen porque responderle a nadie de las consecuencias de sus actos.
Es a estos seres privilegiados, que no muestran el mas mínimo arrepentimiento ni solicitan perdón alguno, a los que voceros del gobierno colombiano y algunos medios de comunicación dicen que hay que perdonar. Andan como en las nubes estos teóricos de la paz y subestiman la inteligencia polo a tierra de los colombianos.
Pero en el caso de las Farc, estos voceros del gobierno y algunos medios de comunicación no hacen sino solicitar en abstracto perdón y olvido. Ello no obstante que en todos los comunicados de las Farc desde que se iniciaron las negociaciones de La Habana no hay el mas mínimo reconocimiento de los innumerables delitos y crímenes que han cometido. Tampoco solicitan perdón alguno. A veces, como en el caso del narcotráfico, lo “condenan”, pero no como señal de arrepentimiento sino para sugerir que mientras Estados Unidos sea consumidor es un negocio justificable.
Salen con el cuento de que el narcotráfico es culpa del “modelo capitalista” y pretenden así que el asunto quede resuelto. Pues si, cualquier asesino podría argumentar, al igual que lo hace las Farc, que los asesinatos que comete no son su problema sino del ordenamiento social vigente. Fácil echarle la culpa al “modelo” o la “sociedad”. La responsabilidad no es del criminal, ni de nadie en particular, sino de una entelequia llamada “modelo” o “sociedad”.
Pero además, en el caso de las Farc y el narcotráfico, al igual que con sus extorsiones y secuestros, no hay una sola referencia a los inmensos beneficios monetarios que perciben. Tienen el descaro de “condenar” el narcotráfico y otras actividades criminales sin mención alguna a su participación en ellas. Hablan como si no fueran parte del problema.
Se trata de una actitud cínica. Ninguna autoridad moral tienen estos personajes líderes de las Farc para auto perdonarse y achacarle la culpa de lo que hacen a tirios y troyanos.
Pero el colmo es que voceros del gobierno y algunos medios de comunicación difundan la idea de que “hay que perdonarlos”. Vuelve y surge la pregunta, ¿perdonar qué? ¿Perdonarle a las Farc su involucramiento en el narcotráfico y todos los daños que han hecho con el manejo de ese negocio ilícito? Pero, ¿acaso están pidiendo perdón? ¿Acaso se muestran acongojados por los daños a comunidades enteras y a la ecología del país que han ocasionado con su participación en esta funesta actividad?
Hasta ahora, los líderes de las Farc han adoptado la postura de que ellos hacen parte de una especie humana privilegiada que disfruta de patente de corso para cometer todos los delitos contemplados en el código penal y que es su prerrogativa decidir el momento y la forma como dejarán de truncar la vida y de perjudicar al resto de los mortales que habitan a su alrededor. Se consideran a si mismos seres especiales que no tienen porque responderle a nadie de las consecuencias de sus actos.
Es a estos seres privilegiados, que no muestran el mas mínimo arrepentimiento ni solicitan perdón alguno, a los que voceros del gobierno colombiano y algunos medios de comunicación dicen que hay que perdonar. Andan como en las nubes estos teóricos de la paz y subestiman la inteligencia polo a tierra de los colombianos.