Los cancilleres de Brasil, Colombia y Ecuador pretenden mediar en un supuesto diálogo entre Nicolás Maduro y líderes de la oposición.
Se trata de unos gobiernos completamente parcializados a favor del gobierno de Nicolás Maduro. El mas descarado de todos ellos es el gobierno de Brasil, el que ha exprimido comercialmente a Venezuela. El gobierno de Colombia está maniatado por los diálogos con las Farc en La Habana. Y el gobierno de Ecuador es un aliado desde tiempo atrás que pertenece al ALBA. ¿Qué garantía hay de la imparcialidad de estos mediadores?
Mientras se anuncia este supuesto diálogo se encarcelan líderes opositores, no existen las mas mínimas garantías con un sistema judicial que está completamente arrodillado a la dictadura, y las bandas de malandros protegidas por el régimen hacen y deshacen a su gusto.
En el último párrafo del comunicado de Unasur del 27 de marzo de 2014 se dice: “Los Cancilleres reafirmaron su estricto apoyo a la democracia, resaltando la voluntad colectiva de Unasur en apoyar un proceso de diálogo amplio y respetuoso, tomando en consideración la Conferencia Nacional de Paz, y reiteran su condena a cualquier tentativa de ruptura del orden constitucional.”
El problema es que en Venezuela no existe una democracia sino una dictadura. No hay en ese país “un orden constitucional” puesto que es el propio gobierno el que viola todos los días la Constitución. No hay separación de poderes públicos. No hay libertad de expresión. No hay confianza en los resultados electorales. El gobierno dispone a su antojo de la propiedad privada. No hay transparencia en las estadísticas oficiales. Nadie sabe en qué se gasta una porción significativa de los recursos públicos. La impunidad es total en relación con los delitos de todo tipo que cometen los funcionarios públicos. La lista es interminable.
Entonces, ¿para qué el diálogo? El propio Maduro se ha burlado de la alternativa de una negociación con la presencia de mediadores. Una y otra vez ha rechazado despreciativamente las solicitudes de la oposición de excarcelar a los presos políticos, de desarmar a las bandas de malandros, de renovar el Consejo Nacional Electoral (CNE), de liberar al país de la injerencia de Cuba en sus asuntos internos y otras por el estilo cuyo incumplimiento son una clara violación de la Constitución.
Mientras se anuncia este supuesto diálogo se encarcelan líderes opositores, no existen las mas mínimas garantías con un sistema judicial que está completamente arrodillado a la dictadura, y las bandas de malandros protegidas por el régimen hacen y deshacen a su gusto.
En el último párrafo del comunicado de Unasur del 27 de marzo de 2014 se dice: “Los Cancilleres reafirmaron su estricto apoyo a la democracia, resaltando la voluntad colectiva de Unasur en apoyar un proceso de diálogo amplio y respetuoso, tomando en consideración la Conferencia Nacional de Paz, y reiteran su condena a cualquier tentativa de ruptura del orden constitucional.”
El problema es que en Venezuela no existe una democracia sino una dictadura. No hay en ese país “un orden constitucional” puesto que es el propio gobierno el que viola todos los días la Constitución. No hay separación de poderes públicos. No hay libertad de expresión. No hay confianza en los resultados electorales. El gobierno dispone a su antojo de la propiedad privada. No hay transparencia en las estadísticas oficiales. Nadie sabe en qué se gasta una porción significativa de los recursos públicos. La impunidad es total en relación con los delitos de todo tipo que cometen los funcionarios públicos. La lista es interminable.
Entonces, ¿para qué el diálogo? El propio Maduro se ha burlado de la alternativa de una negociación con la presencia de mediadores. Una y otra vez ha rechazado despreciativamente las solicitudes de la oposición de excarcelar a los presos políticos, de desarmar a las bandas de malandros, de renovar el Consejo Nacional Electoral (CNE), de liberar al país de la injerencia de Cuba en sus asuntos internos y otras por el estilo cuyo incumplimiento son una clara violación de la Constitución.
Pero ahora que encontró a unos idiotas útiles para que “medien”, Maduro estaría dispuesto a sentarse en la mesa a parlar por enésima vez sobre las maravillas de su gobierno y sobre su compromiso con la “democracia”. Con esta payasada la dictadura pretende ganar tiempo y recobrar algún espacio en la política internacional.