LaNota.com
 

–––––––––––––––––––––––––––––––––

  

 

RANKING DIGITAL DE MERCADOS DE COLOMBIA

 

INFORMES SECTORIALES DISPONIBLES

 

(HACER CLICK AQUÍ)

  

–––––––––––––––––––––––––––––––––

 

 

PROYECCIONES ECONÓMICAS DE COLOMBIA 2024-2028

 

VERSIÓN OCTUBRE 2024

 

(HACER CLICK AQUÍ)

 

–––––––––––––––––––––––––––––––––

 

EMPRESAS PROTAGONISTAS DE COLOMBIA 2023

 

GRAN INFORME: 103 SECTORES + 7.741 EMPRESAS LÍDERES + 2.564 MOVIDAS EMPRESARIALES

 

(HACER CLICK AQUÍ)

 

–––––––––––––––––––––––––––––––––

 

DIAGNOSTICENTRO EMPRESARIAL DE COLOMBIA

 

CONCEPTOS SOBRE LAS TRAYECTORIAS FINANCIERAS DE EMPRESAS

 

(HACER CLICK AQUÍ)

 

 –––––––––––––––––––––––––––––––––

 

 

Tanto el Presidente de Venezuela como sus seguidores son víctimas de varias falacias. Una de ellas es la falacia del juego suma cero.

En otra confidencia se hizo referencia a la falacia de la utopía, la que se puede consulta en:

http://lanota.com/index.php/CONFIDENCIAS/La-falacia-de-la-utopia-en-Hugo-Chavez-y-sus-seguidores.html
 
Allí se mencionó que Roger Scruton, el filósofo conservador inglés, en su libro The Uses of Pessimism (Oxford University Press 2010), realizó una muy acertada descripción de varias falacias que dificultan lidiar con las imperfecciones y limitaciones intrínsecas a los seres humanos y a su vida en sociedad

Cuando los más optimistas creyentes en alcanzar el cielo en la Tierra fallan en sus planes y esquemas para mejorar la condición humana, empiezan una tenebrosa búsqueda de chivos expiatorios, sean estos individuos, camarillas, clases sociales o grupos étnicos, sobre quienes recaen las culpas de los fracasos. Es una manera de rescatar la confianza en proyectos políticos fallidos.

En el caso de los utópicos, su venganza es contra un mundo que no acoge sus sueños políticos y que prospera sin ellos. Pero hay una estrategia complementaria en este cuento de desviar la atención sobre las verdaderas causas de los fracasos. Y es la creencia de que en la actividad económica y social toda pérdida se traduce en ganancia para alguien. O puesto de otra manera, de que las ganancias son por cuenta de los perdedores.

Según esta manera de ver el mundo, la sociedad es un juego suma cero, en el cual los costos y beneficios se equilibran. En el cual las ganancias de los ganadores ocasionan las pérdidas de los perdedores.

Desde sus orígenes, el pensamiento socialista ha estado contaminado por esta interpretación de la realidad. Una de sus más exageradas expresiones es la teoría de la plusvalía de Karl Marx, según la cual los capitalistas despojan a los trabajadores de los excedentes que producen y sólo reciben como salario lo suficiente para reproducirse. Las utilidades que obtienen los capitalistas equivalen a las pérdidas que perciben los trabajadores al no ser compensados por lo que verdaderamente producen.

Ahora bien, la teoría marxista de la plusvalía, que se basa en la desprestigiada teoría del valor trabajo de los economistas clásicos, fue hecha añicos por los economistas de la escuela austriaca y por los neoclásicos desde finales del Siglo XIX. Los costos de producción, incluida la cantidad de trabajo, no son los determinantes del valor de los bienes y servicios, sino la utilidad final o marginal que proporcionan a quienes los adquieren.  

De manera que los conceptos marxistas fueron totalmente refutados desde el mismo momento en que salieron a la luz pública. Pero eso no impidió que se propagaran y se convirtieran en artículo de fe de movimientos socialistas y sindicalistas a lo largo y ancho del planeta. Inspiraron propuestas de política y de organización social en distintos países, y en su forma más radical, en la Unión Soviética y sus satélites. Los fracasos fueron rotundos.

Sin embargo, hay temperamentos para quienes las derrotas nunca son causadas por la realidad propia, sino causadas por enemigos con intereses contrapuestos. Y es precisamente cuando los planes no les resultan que entra en escena como elemento de disculpa y consuelo la falacia del juego suma cero.

Las ingenuas teorías que sustentaron el movimiento tercermundista después de la Segunda Guerra Mundial constiuyen uno de varios ejemplos del raciocinio detrás de esta falacia. Fue la idea de que los países más ricos eran ricos porque se apropiaban por distintas vías de las riquezas de los países más pobres. Estos últimos estaban condenados per saecula saeculorum a vivir en pobreza, a menos que cortaran de un tajo las relaciones políticas, comerciales y de inversión que eran utilizadas por los países ricos para enriquecerse aún más.

Las ganancias de los unos equivalían a las pérdidas de los otros. Esta esquematización burda de la realidad económica desconoce el hecho de que los intercambios voluntarios no tendrían lugar si no existieran beneficios para ambas partes. De que lo que ofrece la contraparte más rica puede beneficiar en distintas formas a la contraparte más pobre.

El tercermundismo se desprestigió en épocas recientes debido a que la realidad mostró otra cosa. Muchos países que eran pobres, especialmente en Asia, empezaron a registrar tasas de crecimiento económico muy superiores a los de los países ricos. Al finalizar el Siglo XX y en los inicios del Siglo XXI ya no eran solamente algunos países asiáticos los que "misteriosamente" crecían aceleradamente, sino muchos otros en América Latina y África.

Es más, con la globalización, que no es otra cosa que un proceso de intensificación de las relaciones económicas entre distintos países en el marco de un orden en su esencia capitalista, el crecimiento económico de países diferentes a Estados Unidos y Europa Occidental ha sido el más alto desde que se llevan estadísticas sobre este particular.

No obstante que los análisis teóricos y las evidencias empíricas dejaron sin piso los postulados de las teorías socialistas sustentadas en la falacia del juego suma cero, todavía cuenta con unos fervientes admiradores, entre quienes están Hugo Chávez y sus seguidores. Una posible explicación reside en el hecho de que esta falacia nutre y refuerza resentimientos sociales de diversa índole.

La falacia del juego suma cero cae como anillo al dedo para quienes están decepcionados con su situación y buscan razones, diferentes a las relacionadas con la conducta propia, para consolarse. Lo fácil, lo que produce el mayor consuelo y satisfacción al ego, es apuntarle al éxito ajeno como el causante del fracaso propio. Es como darle a dos pájaros de un tiro. Por un lado, para calmar la envidia que produce el éxito ajeno y, por el otro, para aligerar el peso de los fracasos propios. Difícil encontrar una explicación más elemental para un fenómeno que se caracteriza por su complejidad.

Entonces, ¡a caerle a los exitosos! No solamente se llega a creer que así se extirpa la causa de los fracasos propios, sino que simultáneamente, esa acción se convierte en una especie de bálsamo que alivia, al menos temporalmente, los resentimientos que generan la ausencia de éxitos.

Un caso patético tiene que ver con Estados Unidos. Su poderío económico y militar, su condición de primera potencia del planeta, lo colocan en la mira de una gran cantidad de personas alrededor del mundo afectadas por la falacia del juego suma cero. Y es así como hasta en los lugares mas lejanos en donde ni siquiera hay contactos o relaciones con ese país, la gente enfila sus resentimientos hacia allá.

De todo lo anterior surge una idea de justicia que no tiene en cuenta los esfuerzos y merecimientos propios en el éxito de individuos, grupos sociales y empresas. Si hay desigualdad hay injusticia, sin que importen esos esfuerzos y merecimientos. Si hay fracasos, ellos nada tienen que ver, por ejemplo, con errores y falta de esmero o previsión en el trabajo.

Sobra decir que el abuso de este concepto de justicia que castiga al exitoso y recompensa al menos exitoso, tal como en el caso del gobierno de Hugo Chávez, transmite señales equivocadas sobre cuál ha de ser la conducta individual que mayores beneficios le acarrea a la sociedad. Crea falsas expectativas sobre la naturaleza de la condición humana y sobre las formas como se interrelacionan personas, empresas y países.

Al final de cuentas, la falacia del juego suma cero ilusiona bobamente a quienes afecta, porque los hace creer que el éxito no depende de ellos mismos. Y acaba con la gallina de los huevos de oro al destruir el impulso empresarial de quienes tienen la visión, disposición y habilidad para crear riqueza.