Obviamente los políticos no le han dicho a la gente que ellos son los directos responsables de políticas monetarias y fiscales insostenibles. Ni una persona, ni una empresa, ni una región, ni un país, ni un grupo de países, puede darse el lujo de gastar en forma indefinida mucho más de lo que produce y ahorra, sin que en un momento dado el esquema se rompa en pedazos y termine en quiebras y empobrecimientos generalizados.
Esta verdad de Perogrullo no es aceptada por la mayoría de los políticos promotores de las políticas económicas irresponsables, y menos aun por el común de los supuestos beneficiarios de estas políticas que creen que los gobiernos tienen poderes mágicos para garantizar un bienestar completamente divorciado de su contribución productiva y que los dirigentes políticos poseen la llave que permite utilizar esos poderes mágicos.
Se trata ciertamente de una visión infantil de cómo funciona la economía. Una visión que se asemeja a la de los miembros de tribus ancestrales que le asignaban poderes mágicos a sus jefes y brujos. No en vano cientos de miles de años de vida tribal dejaron una huella difícil de superar o borrar. La gente todavía cree en soluciones mágicas a problemas específicos y concretos. Y como en las épocas tribales, los jefes y brujos actuales se abrogan poderes que sencillamente no poseen.
Es así como muchos surgieren soluciones mágicas para rescatar a países con problemas de excesos de deuda y de inmensos desequilibrios fiscales, como en el caso de España e Italia. El común denominador de todas estas propuestas es el de resolver un problema de sobre endeudamiento aumentando el gasto y la deuda. Y para ello acudir a crecientes emisiones por parte de los bancos centrales.
Esta verdad de Perogrullo no es aceptada por la mayoría de los políticos promotores de las políticas económicas irresponsables, y menos aun por el común de los supuestos beneficiarios de estas políticas que creen que los gobiernos tienen poderes mágicos para garantizar un bienestar completamente divorciado de su contribución productiva y que los dirigentes políticos poseen la llave que permite utilizar esos poderes mágicos.
Se trata ciertamente de una visión infantil de cómo funciona la economía. Una visión que se asemeja a la de los miembros de tribus ancestrales que le asignaban poderes mágicos a sus jefes y brujos. No en vano cientos de miles de años de vida tribal dejaron una huella difícil de superar o borrar. La gente todavía cree en soluciones mágicas a problemas específicos y concretos. Y como en las épocas tribales, los jefes y brujos actuales se abrogan poderes que sencillamente no poseen.
Es así como muchos surgieren soluciones mágicas para rescatar a países con problemas de excesos de deuda y de inmensos desequilibrios fiscales, como en el caso de España e Italia. El común denominador de todas estas propuestas es el de resolver un problema de sobre endeudamiento aumentando el gasto y la deuda. Y para ello acudir a crecientes emisiones por parte de los bancos centrales.
En el caso de la zona euro estas soluciones mágicas se han estrellado contra un ordenamiento jurídico que le impide al Banco Central Europeo (BCE) emitir para comprar bonos soberanos de los países miembros. Lo que allí se ha creado para rescates es el Mecanismo Europeo de Estabilidad (European Stability Mechanism – ESM) que se espera entrará en operación a comienzos de 2013 y cuyos fondos ascenderían a 700.000 millones de euros.
Hasta ahora se han utilizado recursos de los países miembros conjuntamente con los del Fondo Monetario Internacional (FMI) para financiar el rescate de pequeños países quebrados como Grecia, Portugal e Irlanda. Estos fondos se han prestado a los gobiernos a bajas tasas de interés y plazos largos, a cambio de la implementación de políticas de austeridad. Sin embargo, el hecho de que se establece una prioridad en el repago de estas obligaciones sobre otras que están en cabeza de instituciones financieras y fondos de pensiones privados, ha desvalorizado en forma significativa las inversiones de estos últimos.
Como era de esperarse se han cerrado los accesos de estos países a los mercados financieros, excepto a unos costos totalmente prohibitivos. Y existe un escepticismo generalizado de que ellos estén en capacidad eventualmente de cumplir con los compromisos que han adquirido con las autoridades de la zona euro y del FMI como condición para el otorgamiento de tales préstamos blandos.
Así las cosas, se han vuelto a escuchar con creciente insistencia las propuestas mágicas que buscan que el BCE por la puerta de adelante compre bonos soberanos, tal como lo hace la Reserva Federal con los bonos del Tesoro. Pero hasta ahora una mayoría de los países miembros encabezados por Alemania se ha resistido a abrir esta caja de Pandora que permitiría continuar financiando alegremente la irresponsabilidad fiscal de los países mas díscolos de la zona euro.
Con toda la razón, estos países argumentan que de darse esta alternativa sería imposible mantener la independencia del BCE de las presiones políticas de los distintos miembros y se dificultaría enormemente la implementación de una política monetaria no inflacionaria en la zona euro. Es más, se convertiría en una pesadilla la distribución de un margen de expansión monetaria entre cada uno de los distintos miembros. Cuántos bonos soberanos de tal o cual miembro comprar o dejar de comprar sería un interrogante muy difícil de resolver y uno al cual no está sometido un banco central que únicamente atiende los intereses de un solo país soberano.
De manera que en lo único que ha habido un acuerdo es en la creación del ESM por esos 700.000 millones de euros a los que se hizo referencia atrás, de los cuales Alemania pondrá 190.000 millones de euros, Francia 143.000 millones de euros, Italia 125.000 millones de euros, España 83.000 millones de euros, Holanda 40.000 millones de euros y el restante 19,9% entre los otros 12 suscriptores del esquema euro.
Pero un eventual rescate de Italia y España mas que absorbería los fondos totales del ESM. Y esto sin incluir el rescate que necesitaría Francia, otro gran quebrado que todavía no se ha sincerado.
O sea, para ponerlo de otra forma, los países miembros quebrados (Francia, Italia, España, Grecia, Portugal e Irlanda) aportarían 57,1% del ESM, unos fondos que ninguno de estos gobiernos tiene de donde sacar (y que darían la vuelta del bobo). Entonces, los fondos adicionales disponibles para el rescate de estos países serían apenas unos 300.000 millones de euros, que realmente no alcanzan para mucho. Y además, se mantiene el temor entre los inversionistas privados de que con este esquema de rescate ellos serán invitados de piedra a la hora de hacer valer sus derechos en el repago de las deudas.
Pero un eventual rescate de Italia y España mas que absorbería los fondos totales del ESM. Y esto sin incluir el rescate que necesitaría Francia, otro gran quebrado que todavía no se ha sincerado.
O sea, para ponerlo de otra forma, los países miembros quebrados (Francia, Italia, España, Grecia, Portugal e Irlanda) aportarían 57,1% del ESM, unos fondos que ninguno de estos gobiernos tiene de donde sacar (y que darían la vuelta del bobo). Entonces, los fondos adicionales disponibles para el rescate de estos países serían apenas unos 300.000 millones de euros, que realmente no alcanzan para mucho. Y además, se mantiene el temor entre los inversionistas privados de que con este esquema de rescate ellos serán invitados de piedra a la hora de hacer valer sus derechos en el repago de las deudas.
Algo mas habría por los lados del FMI, pero de todas maneras totalmente insuficiente para la magnitud del problema. De ahí se llega a la conclusión de que estos países enfrentan la disyuntiva entre una austeridad extrema que equilibre nuevamente sus economías, o un retiro de la zona euro que se traduciría en devaluaciones masivas y cuyas consecuencias serían igualmente muy negativas sobre el nivel de vida de sus poblaciones.
Ninguna de las dos alternativas resolverá el tema de la falta de confianza de los mercados financieros. Sin embargo, la ventaja de la austeridad sobre la segunda alternativa (el retiro de la zona euro) es que por lo menos se harían esfuerzos serios y duraderos para enderezar una trayectoria económica insostenible que viene de tiempo atrás. Una austeridad profunda implicaría modificaciones de fondo al modelo de la social democracia que ha hecho de las economías europeas unas con competitividad decreciente a nivel global y estructuralmente desequilibradas en el frente fiscal.
Pero a los políticos europeos, a los jefes de las tribus y a los numerosos tecnócratas brujos que los rodean, lo mas evidente, lo que claramente resolverá el problema al cabo de unos años, les será muy difícil implementarlo, porque significa destapar la farsa de los inexistentes poderes mágicos que dicen poseer frente a una ingenua población que tendrá que pagar con sudor la reformulación de un modelo económico que les vendieron como lo último en panaceas.
Ninguna de las dos alternativas resolverá el tema de la falta de confianza de los mercados financieros. Sin embargo, la ventaja de la austeridad sobre la segunda alternativa (el retiro de la zona euro) es que por lo menos se harían esfuerzos serios y duraderos para enderezar una trayectoria económica insostenible que viene de tiempo atrás. Una austeridad profunda implicaría modificaciones de fondo al modelo de la social democracia que ha hecho de las economías europeas unas con competitividad decreciente a nivel global y estructuralmente desequilibradas en el frente fiscal.
Pero a los políticos europeos, a los jefes de las tribus y a los numerosos tecnócratas brujos que los rodean, lo mas evidente, lo que claramente resolverá el problema al cabo de unos años, les será muy difícil implementarlo, porque significa destapar la farsa de los inexistentes poderes mágicos que dicen poseer frente a una ingenua población que tendrá que pagar con sudor la reformulación de un modelo económico que les vendieron como lo último en panaceas.
(Advertencia: lanota.com sólo utiliza este nombre. No tiene relación alguna con portales o empresas que emplean la palabra lanota en otras combinaciones de nombres).