Tres secretarios del gabinete distrital de Gustavo Petro renunciaron para vincularse a la campaña de Santos. César Gaviria solicitó que Rafael Pardo, Gina Parody y David Luna también renuncien a sus puestos públicos para unirse a esa campaña.
Estos esfuerzos reflejan la preocupación de la campaña de Santos por la baja votación en Bogotá en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, en la que ocupó un lánguido tercer lugar. No hay que olvidar que Bogotá es su ciudad natal y en donde se ha movido como pez en el agua durante buena parte de su vida.
Pero olvidémonos de Pardo, Parody y Luna que desde tiempo atrás hacen parte del gobierno de Santos. Difícil que en los pocos días que faltan para la segunda vuelta puedan desvincularse de sus cargos y hagan la diferencia en la votación de la capital. Ni que fueran superhéroes, como aquellos que a cada rato vemos en las pantallas del cine y la televisión.
Esta solicitud del ex-Presidente Gaviria es un indicio mas de la desorganización e improvisación que ha caracterizado a la campaña de Santos, la que, dicho sea de paso, ha sido por lejos la mas burocratizada y derrochona en la historia política de Colombia. Cualquier parecido de su campaña con su gobierno NO es pura coincidencia.
En la primera vuelta, Santos contó con el apoyo del Partido de la U, el Partido Liberal, Cambio Radical, y parte del Partido Conservador. O sea casi 70% de las fuerzas que están representadas en el Congreso. Además de eso Santos contó con el apoyo de “la gran prensa” y de toda la maquinaria estatal.
Sin embargo, no le alcanzó y perdió frente a Oscar Iván Zuluaga en la primera vuelta. Entonces se lo ve desesperado buscando mas apoyo por aquí y por allá. ¿Mas apoyo? Mendiga ese apoyo con los candidatos perdedores, como si ellos fueran los dueños del voto que recibieron.
Hay una larga tradición en Colombia que indica que los votos para Presidencia no son del todo endosables. Por ejemplo, es una quimera de Santos creer que la base conservadora que está descontenta con su gestión votará de acuerdo con lo que les pida unos congresistas untados de la famosa “mermelada”. No hay duda que se inclinará masivamente por Zuluaga en la segunda vuelta. La alta votación que logró Marta Lucía Ramírez es apenas el preámbulo de lo que sucederá el 15 de junio.
Tampoco es claro que muchos votantes de la izquierda lo hagan por Santos, así sus líderes den señales de apoyo. Después de todo este candidato es símbolo de esa élite política bogotana que ellos siempre han repudiado. Y es conocida su abierta oposición a las políticas económicas del gobierno de Santos.
A pesar de ello, nadie ponga en duda que en caso de un triunfo de Santos, estos líderes izquierdistas, con Petro a la cabeza, serán los primeros en reclamarle la victoria. Dirán que ellos fueron los que inclinaron la balanza con sus tardíos apoyos. Nadie les podrá demostrar lo contrario.
Que olla sin fondo la de la “unidad nacional” de Santos. Que mescolanza de apoyos políticos. La última adición, aparte de las Farc, son los progresistas de Petro y están por caer en ella los del Polo Democrático. Ya cayó allí el pintoresco Antanas Mockus. Solo faltaría Enrique Peñalosa. ¿A qué huele esa olla? ¿A qué sabría lo que ahí se cocina en el caso de una reelección? Ciertamente lo mejor, para cualquier votante sensato, es no correr el riesgo de averiguar.
Pero olvidémonos de Pardo, Parody y Luna que desde tiempo atrás hacen parte del gobierno de Santos. Difícil que en los pocos días que faltan para la segunda vuelta puedan desvincularse de sus cargos y hagan la diferencia en la votación de la capital. Ni que fueran superhéroes, como aquellos que a cada rato vemos en las pantallas del cine y la televisión.
Esta solicitud del ex-Presidente Gaviria es un indicio mas de la desorganización e improvisación que ha caracterizado a la campaña de Santos, la que, dicho sea de paso, ha sido por lejos la mas burocratizada y derrochona en la historia política de Colombia. Cualquier parecido de su campaña con su gobierno NO es pura coincidencia.
En la primera vuelta, Santos contó con el apoyo del Partido de la U, el Partido Liberal, Cambio Radical, y parte del Partido Conservador. O sea casi 70% de las fuerzas que están representadas en el Congreso. Además de eso Santos contó con el apoyo de “la gran prensa” y de toda la maquinaria estatal.
Sin embargo, no le alcanzó y perdió frente a Oscar Iván Zuluaga en la primera vuelta. Entonces se lo ve desesperado buscando mas apoyo por aquí y por allá. ¿Mas apoyo? Mendiga ese apoyo con los candidatos perdedores, como si ellos fueran los dueños del voto que recibieron.
Hay una larga tradición en Colombia que indica que los votos para Presidencia no son del todo endosables. Por ejemplo, es una quimera de Santos creer que la base conservadora que está descontenta con su gestión votará de acuerdo con lo que les pida unos congresistas untados de la famosa “mermelada”. No hay duda que se inclinará masivamente por Zuluaga en la segunda vuelta. La alta votación que logró Marta Lucía Ramírez es apenas el preámbulo de lo que sucederá el 15 de junio.
Tampoco es claro que muchos votantes de la izquierda lo hagan por Santos, así sus líderes den señales de apoyo. Después de todo este candidato es símbolo de esa élite política bogotana que ellos siempre han repudiado. Y es conocida su abierta oposición a las políticas económicas del gobierno de Santos.
A pesar de ello, nadie ponga en duda que en caso de un triunfo de Santos, estos líderes izquierdistas, con Petro a la cabeza, serán los primeros en reclamarle la victoria. Dirán que ellos fueron los que inclinaron la balanza con sus tardíos apoyos. Nadie les podrá demostrar lo contrario.
Que olla sin fondo la de la “unidad nacional” de Santos. Que mescolanza de apoyos políticos. La última adición, aparte de las Farc, son los progresistas de Petro y están por caer en ella los del Polo Democrático. Ya cayó allí el pintoresco Antanas Mockus. Solo faltaría Enrique Peñalosa. ¿A qué huele esa olla? ¿A qué sabría lo que ahí se cocina en el caso de una reelección? Ciertamente lo mejor, para cualquier votante sensato, es no correr el riesgo de averiguar.