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La mayoría de los izquierdistas nunca se han preocupado por entender cómo funcionan las fuerzas de los mercados y por eso son patéticas sus explicaciones de fenómenos como el actual desplome del precio internacional del petróleo.
 
Según los izquierdistas o socialistas radicales, la reciente caída en el precio internacional del petróleo es resultado de una “conspiración” de Arabia Saudita y Estados Unidos para “joder” a Rusia e Irán (y a Venezuela). Se trató de una decisión de “geopolítica” a través de la cual esos dos gobiernos “resolvieron” asestarle un gran golpe a las economías de países que consideran hostiles.

Pero si todo fuera resultado de las arbitrarias decisiones de los gobiernos de Arabia Saudita y Estados Unidos y no por la sobreoferta que actualmente se presenta en los mercados, ¿por qué en este preciso instante el desplome? ¿Por qué no antes? ¿Por qué no después? ¿Y por qué estos gobiernos toman una decisión que afecta negativamente no solamente a países hostiles sino también a sí mismos y a países amigos?

¿Qué sentido tiene para Arabia Saudita perjudicarse “bajando” el precio de su principal producto de exportación? Y en el caso de Estados Unidos, ¿para qué echar por la borda la inversión que han realizado una infinidad de pequeñas, medianas y grandes empresas en tecnologías de explotación no convencional y frustrar el logro de una eventual auto suficiencia energética?

Pero además, en el caso de Estados Unidos el gobierno federal no es el dueño del petróleo que sale del subsuelo, como si sucede en otros países cuyos gobiernos y empresas estatales lo controlan casi todo en este sector. En Estados Unidos, las decisiones de inversión en exploración y explotación no son del gobierno federal. Puede prohibir estas actividades en tierras federales, pero nada mas.  

Allí, la inversión es privada y las utilidades o pérdidas después de impuestos pertenecen a particulares, entre los cuales los hay de todos los pelambres y tamaños, cada cual actuando no en función de unas órdenes centrales sino de acuerdo con su conveniencia o beneficio.

En los actuales momentos el mercado del petróleo está sobre ofrecido, en parte como resultado de los precios muy altos anteriores que estimularon la producción y la innovación tecnológica (en lo que tuvo transitoriamente algo que ver la restricción de las cuotas de producción por parte de los países de la OPEP).

Pero también por la existencia de una débil demanda global originada en el lento crecimiento económico de Europa, China y países emergentes, y en un proceso de sustitución de petróleo por un cada vez mas abundante gas natural licuado y otras fuentes energéticas alternativas, así como en el surgimiento de tecnologías mas ahorrativas en el uso del petróleo y sus derivados.

De manera que el tema es uno de oferta y demanda. La OPEP con Arabia Saudita a la cabeza, en las nuevas condiciones del mercado, sencillamente perdió su capacidad de influir decisoriamente en la determinación de los precios internacionales del crudo. Y en el caso del gobierno de Estados Unidos que no es dueño del petróleo que allí se produce, solo puede incidir muy indirectamente a través del manejo de unos inventarios de reserva del crudo. 
 
Pero para los izquierdistas o socialistas radicales la ley de la oferta y la demanda no existe y todos los fenómenos económicos son de naturaleza “política”. Para tal efecto, le asignan a los gobernantes de turno unos poderes milagrosos que están lejos de poseer y le atribuyen vida propia a unas fuerzas oscuras que operan bajo pomposos  nombres como “Wall Street” o “sistema financiero internacional”.  

Estos personajes, que hablan con gran desparpajo de temas que desconocen, están imbuidos de una mentalidad tribal que no han logrado superar. En el mundo por ellos imaginado, realidades complejas en las que están involucrados infinidad de actores y voluntades, y cuya interacción lleva a resultados que son en buena medida impredecibles, son presentadas como el producto de la operación de unas pocas fuerzas todopoderosas controladas por unos pocos.

Y así, vuelven comprensible lo que para ellos y muchos otros es incomprensible, colocando a la compleja realidad al nivel de un juego de mesa para niños.