Acude a un extraño dios, y a santeros y curanderos en busca de un milagro. Pero no hay milagro que pueda remediar el daño que le hicieron los médicos cubanos.
Su cáncer es terminal y obviamente nada ni nadie lo podrá rescatar de una muerte relativamente pronta. Los errores en su tratamiento por parte de médicos cubanos agravaron su enfermedad y apresuraron el desenlace. ¡Y pensar que hasta no hace mucho Chávez no hacía sino hablar de las maravillas de la medicina cubana!
Todavía sus mentirosos funcionarios niegan la gravedad del mal que lo afecta. Todavía sostienen que Chávez está en proceso de recuperación. Y aparentemente todavía hay muchos venezolanos, aquellos que son dados a dejarse lavar el cerebro, que se lo creen. Pero creer en la mentira no le quita a la mentira su condición de mentira.
Retornando al tema del marxista que ahora invoca a “Cristo Redentor” y a “Dios nuestro Señor” es interesante observar como no lo hace para salvar su alma, sino para implorar por su permanencia en este mundo. Aquello de “venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”, no existe para Chávez. El sentido profundo de esta oración le resbala.
Los verdaderos creyentes cristianos oran para que en este mundo se den las condiciones que permitan su aproximación al reino de los cielos y no al revés. Por ejemplo, no se reza para exigirle a Dios la satisfacción de toda clase de caprichos humanos en un mundo lleno de odios y caracterizado por la lucha de clases, tal como el que Chávez ha intentado implantar en Venezuela.
La oración para un verdadero creyente cristiano consiste en elevar su espíritu hacia Dios. Y para eso es clave la aceptación del “hágase tu voluntad” y no la propia, pues de lo que se trata es que el sentido de lo divino se extienda y permee a lo de aquí.
Pero Chávez lo que le pide a Dios es muy distinto. “Hágase mi voluntad y cúreme para yo seguir haciendo lo que se me venga en gana”. Esa y no otra es su oración. Chávez le exige a Dios que se rija por sus condiciones, unas que son exclusivamente de este mundo.
Al mismo tiempo que pretende invocar al Dios de los cristianos, acude nada menos que a santeros que le derraman en su cabeza sangre de animales, y a un curandero que le envió Luiz Inacio Lula da Silva. Un popurrí de supuestas energías positivas, como si la cantidad pudiera reemplazar a la calidad en asuntos relacionados con el espíritu.
Dios, santeros y curandero, todos en la misma olla. El curandero brasilero se llama Joao de Deus. Los santeros Adalberto “El Tata” y Amarito “El Babalao”. Pero el daño que le hicieron a Chávez los médicos cubanos es irreparable y lo que ya no puede curar la ciencia, mucho menos personajes y dioses de pacotilla.
(Advertencia: lanota.com sólo utiliza este nombre. No tiene relación alguna con portales o empresas que emplean la palabra lanota en otras combinaciones de nombres).
Todavía sus mentirosos funcionarios niegan la gravedad del mal que lo afecta. Todavía sostienen que Chávez está en proceso de recuperación. Y aparentemente todavía hay muchos venezolanos, aquellos que son dados a dejarse lavar el cerebro, que se lo creen. Pero creer en la mentira no le quita a la mentira su condición de mentira.
Retornando al tema del marxista que ahora invoca a “Cristo Redentor” y a “Dios nuestro Señor” es interesante observar como no lo hace para salvar su alma, sino para implorar por su permanencia en este mundo. Aquello de “venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”, no existe para Chávez. El sentido profundo de esta oración le resbala.
Los verdaderos creyentes cristianos oran para que en este mundo se den las condiciones que permitan su aproximación al reino de los cielos y no al revés. Por ejemplo, no se reza para exigirle a Dios la satisfacción de toda clase de caprichos humanos en un mundo lleno de odios y caracterizado por la lucha de clases, tal como el que Chávez ha intentado implantar en Venezuela.
La oración para un verdadero creyente cristiano consiste en elevar su espíritu hacia Dios. Y para eso es clave la aceptación del “hágase tu voluntad” y no la propia, pues de lo que se trata es que el sentido de lo divino se extienda y permee a lo de aquí.
Pero Chávez lo que le pide a Dios es muy distinto. “Hágase mi voluntad y cúreme para yo seguir haciendo lo que se me venga en gana”. Esa y no otra es su oración. Chávez le exige a Dios que se rija por sus condiciones, unas que son exclusivamente de este mundo.
Al mismo tiempo que pretende invocar al Dios de los cristianos, acude nada menos que a santeros que le derraman en su cabeza sangre de animales, y a un curandero que le envió Luiz Inacio Lula da Silva. Un popurrí de supuestas energías positivas, como si la cantidad pudiera reemplazar a la calidad en asuntos relacionados con el espíritu.
Dios, santeros y curandero, todos en la misma olla. El curandero brasilero se llama Joao de Deus. Los santeros Adalberto “El Tata” y Amarito “El Babalao”. Pero el daño que le hicieron a Chávez los médicos cubanos es irreparable y lo que ya no puede curar la ciencia, mucho menos personajes y dioses de pacotilla.
(Advertencia: lanota.com sólo utiliza este nombre. No tiene relación alguna con portales o empresas que emplean la palabra lanota en otras combinaciones de nombres).