Cada vez es mayor la probabilidad de otro gran colapso de la economía global. Sólo los ingenuos creen que los políticos pueden darle vuelta al lío que ellos mismos han creado.
Es curioso que la gente todavía le crea a personajes como Barack Obama. Salió a echarle la culpa de la reciente caída de la Bolsa a su disputa con los congresistas del Partido Republicano sobre el límite de la deuda. En realidad, si los republicanos se hubieran salido con la suya y no se hubieran aprobado aumentos adicionales en los niveles de la deuda del gobierno federal, los agentes inteligentes del mercado estarían más tranquilos sobre el futuro de la mayor economía del planeta. Ello hubiera obligado a Obama a enderezar su camino hacia una impostergable austeridad fiscal, que es un paso imprescindible para empezar a resolver la crisis en la que se encuentra esa economía.
El común de la gente, muchos analistas, el 99% de los periodistas y el 100% de la farándula, no entienden que crisis fiscales como las de Estados Unidos y las de varios importantes países de la Comunidad Europea, sólo son solucionables con significativos recortes de gasto público y con el desmonte de privilegios y subsidios a una población acostumbrada a recibir más de lo que aporta a la economía. De ese lío no se sale emitiendo billetes sin respaldo alguno, tampoco cobrando más impuestos a empresarios golpeados y desestimulados con la recesión, y mucho menos hipotecando aún más al gobierno con compromisos sociales futuros como hizo Obama con la reforma de la salud.
Para ponerlo en forma simple, una vez que la deuda pública ha alcanzado muy elevados niveles, como es el caso de Estados Unidos y de varios países de la Comunidad Europea, la única salida es sincerarse, ajustar los gastos a los ingresos y enfocarse en esfuerzos reales para su reducción. O sea, para ponerlo todavía más claro para quienes no entienden (pero si opinan) acerca de estos temas, un problema de exceso de deuda no se soluciona contratando más deuda.
Ahora bien, ¿por qué Obama no hace lo que tiene que hacer sino que se la pasa echándole la culpa a terceros? La razón parecería simple. Su principal base electoral son los sindicatos, la burocracia oficial, los que viven de las ayudas gubernamentales, y los izquierdistas que creen que la fuente de riqueza y prosperidad de un país son los gobiernos y no los empresarios. En el caso de Obama y de muchos políticos del Partido Demócrata, si se embarcan por el camino de la austeridad en el gasto público, le darían la espalda a un componente sustancial de su electorado.
Obviamente ni Obama ni los políticos Demócratas están dispuestos a enterrarse esta puñalada. Pero si no cambian de rumbo se enterrarán una aún más larga, debido a la trayectoria de deterioro que trae la economía.
El tamaño inmanejable de la deuda, la desaceleración económica que ya empezó, la crisis europea y el reventón que se avecina de la burbuja en China son los hechos objetivos que tienen nerviosos a los mercados. La falta de liderazgo de Obama es un elemento adicional que se le añade a este tenebroso panorama.
Es también otro hecho objetivo que el rescate de la economía norteamericana a través de masivas emisiones monetarias, de aumentos significativos en el gasto y la deuda pública y de grandes subsidios a entidades financieras y empresas fracasadas, no cumplió con su objetivo. Antes bien, se agotó el arsenal y quedó la economía norteamericana aún más expuesta y vulnerable que cuando Obama llegó a la Presidencia, hace casi tres años.
Ni la oposición de los Republicanos a Obama, ni el alto poder de convocatoria del Tea Party y sus demandas de políticas fiscales sensatas, han causado las caídas en los precios de las acciones en las Bolsas o el estancamiento de la actividad económica. Analistas y periodistas que caen en este tipo de explicaciones facilistas, dejan mal paradas sus profesiones.
En fin, lo cierto es que hay que prepararse para lo peor. No sería de sorprenderse si Obama continua haciéndose el loco en relación con la situación fiscal de su país, hasta noviembre de 2012 cuando tendrán lugar las elecciones presidenciales. Sería más de un año de pañitos de agua tibia en medio de una situación económica que no da espera y que requiere medicina de la fuerte. Desafortunadamente cualquier parecido de Obama con José Luis Zapatero en España y con otros mandatarios europeos que procrastinaron hasta perder el poder, ha dejado de ser una simple coincidencia.
El común de la gente, muchos analistas, el 99% de los periodistas y el 100% de la farándula, no entienden que crisis fiscales como las de Estados Unidos y las de varios importantes países de la Comunidad Europea, sólo son solucionables con significativos recortes de gasto público y con el desmonte de privilegios y subsidios a una población acostumbrada a recibir más de lo que aporta a la economía. De ese lío no se sale emitiendo billetes sin respaldo alguno, tampoco cobrando más impuestos a empresarios golpeados y desestimulados con la recesión, y mucho menos hipotecando aún más al gobierno con compromisos sociales futuros como hizo Obama con la reforma de la salud.
Para ponerlo en forma simple, una vez que la deuda pública ha alcanzado muy elevados niveles, como es el caso de Estados Unidos y de varios países de la Comunidad Europea, la única salida es sincerarse, ajustar los gastos a los ingresos y enfocarse en esfuerzos reales para su reducción. O sea, para ponerlo todavía más claro para quienes no entienden (pero si opinan) acerca de estos temas, un problema de exceso de deuda no se soluciona contratando más deuda.
Ahora bien, ¿por qué Obama no hace lo que tiene que hacer sino que se la pasa echándole la culpa a terceros? La razón parecería simple. Su principal base electoral son los sindicatos, la burocracia oficial, los que viven de las ayudas gubernamentales, y los izquierdistas que creen que la fuente de riqueza y prosperidad de un país son los gobiernos y no los empresarios. En el caso de Obama y de muchos políticos del Partido Demócrata, si se embarcan por el camino de la austeridad en el gasto público, le darían la espalda a un componente sustancial de su electorado.
Obviamente ni Obama ni los políticos Demócratas están dispuestos a enterrarse esta puñalada. Pero si no cambian de rumbo se enterrarán una aún más larga, debido a la trayectoria de deterioro que trae la economía.
El tamaño inmanejable de la deuda, la desaceleración económica que ya empezó, la crisis europea y el reventón que se avecina de la burbuja en China son los hechos objetivos que tienen nerviosos a los mercados. La falta de liderazgo de Obama es un elemento adicional que se le añade a este tenebroso panorama.
Es también otro hecho objetivo que el rescate de la economía norteamericana a través de masivas emisiones monetarias, de aumentos significativos en el gasto y la deuda pública y de grandes subsidios a entidades financieras y empresas fracasadas, no cumplió con su objetivo. Antes bien, se agotó el arsenal y quedó la economía norteamericana aún más expuesta y vulnerable que cuando Obama llegó a la Presidencia, hace casi tres años.
Ni la oposición de los Republicanos a Obama, ni el alto poder de convocatoria del Tea Party y sus demandas de políticas fiscales sensatas, han causado las caídas en los precios de las acciones en las Bolsas o el estancamiento de la actividad económica. Analistas y periodistas que caen en este tipo de explicaciones facilistas, dejan mal paradas sus profesiones.
En fin, lo cierto es que hay que prepararse para lo peor. No sería de sorprenderse si Obama continua haciéndose el loco en relación con la situación fiscal de su país, hasta noviembre de 2012 cuando tendrán lugar las elecciones presidenciales. Sería más de un año de pañitos de agua tibia en medio de una situación económica que no da espera y que requiere medicina de la fuerte. Desafortunadamente cualquier parecido de Obama con José Luis Zapatero en España y con otros mandatarios europeos que procrastinaron hasta perder el poder, ha dejado de ser una simple coincidencia.
(Advertencia: lanota.com sólo utiliza este nombre. No tiene relación alguna con portales o empresas que emplean la palabra lanota en otras combinaciones de nombres).